El sexo de los hijos
No cabe duda de que la técnica ha puesto en nuestras manos una posibilidad nueva que antes no existía, y es mi opinion que una sociedad que valora la libertad individual debe tender a permitir antes que a prohibir. Nuestros legisladores, sin embargo, han adoptado una actitud extremadamente conservadora, basándose en el temor al supuesto riesgo de que se desequilibre la proporción entre sexos. Pero dicho temor, hoy por hoy, está infundado, y en el supuesto de que en un hipotético futuro llegara a convertirse en un peligro real, sin duda habrá remedios que no ímpliquen la prohibición absoluta; por ejemplo, se podría primar la elección del sexo menos abundante, o en caso extremo prohibir por una temporada la elección del sexo más preferido hasta restablecer el equilibrio.Hay quien ha manifestado su desacuerdo con la posibilidad de que las naciones elijan el sexo de los bebés. Quien así opina da clara muestra de confusión en el análisis del problema. Yo también estaría en radical desacuerdo con que fuera la nación (es decir, el Gobierno, Parlamento o cualquier otra autoridad que la represente) quien elija el sexo de los hijos, porque ello representaría una injerencia inaceptable de nuestros gobernantes en el ámbíto de la autonomía individual. De lo que se trata es del derecho de los padres, como ciudadanos libres, a elegir el sexo de su futuro hijo. Hay una diferencia fundamental entre ambos planteamientos.
En un país libre es exigible que Gobierno y legisladores se tomen el trabajo de organizar la sociedad con el máximo respeto por la libertad de los ciudadanos. Es lógico que las autoridades se preocupen por las consecuencias de la práctica de una técnica nueva, pero el recurso de la prohibición debería ser el último, y no el primero.-
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