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Tribuna:EL FOLLETIN DE EDUARDO MENDOZA / 14
Tribuna
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Sin noticias de Gurb

Los churros y la vecina del tercero ocuparon intensamente al alienígena en el anterior capítulo de la historia. Las últimas andanzas y la depre que sufre le hacen perder peso. Piensa todo el tiempo en la vecina y algo menos en Gurb, su compañero de nave espacial, desaparecido poco después del aterrizaje, tras adoptar una forma humana denominada Marta Sánchez. El alienígena, por su parte, decide convertirse en D'Alembert para ir a visitar a la señora Mercedes, la dueña del bar y amiga suya que acaba de ser intervenida quirúrgicamente.Día 20 (continuación)10.50 Me persono en el hospital. Es un edificio algo feo y muy poco acogedor. Sin embargo, la gente acude a él en muchedumbre, y algunos hasta se dan buena prisa por llegar.

10.52 En el mostrador que hay en el vestíbulo para informar a los visitantes pregunto en qué habitación se encuentran la señora Mercedes y su acompañante, el señor Joaquín. Ambos se encuentran en la habitación 602.

10. 55 Deambulo por el sexto piso en busca de la habitación 602.

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10.59 Doy con la habitación 602, toco con los nudillos y la voz del señor Joaquín me autoriza a pasar. Así lo hago.

11.00 La señora Mercedes está acostada, pero despierta y con buen aspecto. Me intereso por su salud y me informa de que se encuentra débil, pero animada Esta mañana se ha tomado un tazón de manzanilla, me dice. Le doy el regalo que le he traído: un tren eléctrico. Le digo que si mañana todavía sigue con vida, le traeré el desvío y el paso a nivel.

11.07 El señor Joaquín, que ha pasado mala noche, está alicaído. Afirma que tanto él como su esposa, la señora Mercedes, están llegando a una edad en la cual conviene tomarse las cosas con calma. El arrechucho de la señora Mercedes ha sido un aviso, dice. Durante la noche ha estado reflexionando, dice, y ha pensado que tal vez deberían dedicar los años de vida que aún les queden a descansar, a viajar y a darse algunos gustos. También ha pensado, agrega, que tal vez haya llegado la hora de traspasar el bar. El negocio es próspero, pero da muchos quebraderos de cabeza y necesita una persona joven al frente (del negocio), dice. También ha pensado, agrega, que tal vez a mí podría interesarme el bar. El señor Joaquín ha creído advertir que estoy dotado para la hostelería y que el trabajo me gusta.

11. 10 Pese a su debilidad, la señora Mercedes afirma estar de acuerdo en lo que acaba de decir su marido. Ambos: desean saber qué opino yo al respecto.

11. 12 Mi primera reacción es favorable. Me considero capacitado para regentar un bar e incluso creo que podría aportar al negocio algunas ideas innovadoras y hasta audaces. Por ejemplo, creo que se podría ampliar el local comprando el inmueble colindante (la fábrica de automóviles Volkswagen) e instalar allí una churrería. El señor Joaquín me interrumpe para decir que no debo precipitarme. En realidad, dice, se trataba tan sólo de una idea. Hay que dejarla madurar, agrega. Por ahora, añade, lo mejor será que me vaya, porque la operación de la señora Mercedes ha sido un palo para la señora Mercedes. Le conviene descansar. Me voy, no sin prometer a ambos que mañana volveré para seguir perfilando el tema.

11.30 Deambulo por el hospital perdido en mis propias reflexiones y también perdido, a secas. La proposición del señor Joaquín me ha sumido en un mar de confusiones. Ahora, pasado el entusiasmo inicial y sopesando el asunto con frialdad, comprendo que mi primera reacción ha sido optimista en exceso. Es evidente que no puedo quedarme Con el bar. La posibilidad de arrendar o comprar un bar con fines de explotación (lucrativa) ni siquiera figura en el pliego de órdenes que nos fue dado al inicio de nuestra misión espacial . una prohibición taxativa al respecto. Habría que hacer una consulta. Temperatura, 26 grados centígrados; humedad relativa, 70 por ciento; vientos suaves del sudeste; estado de la mar, marejadilla.

12.30 Continúo deambulando por el hospital sin encontrar salida a mis tribulaciones. En cambio, encuentro la cafetería del hospital. Decido hacer un alto y comer algo, aunque sea un poco temprano Siempre se piensa mejor con el estómago lleno, dicen los que tienen estómago.

12.31 La cafetería está vacía. Por suerte, el mostrador está bien surtido y el sistema de self-service, que impera, me encanta, porque me permite comer como a mí me gusta sin tener que dar explicaciones a nadie, Si a mí se me antoja mojar los pimientos de Padrón en el café con leche, ¿qué pasa? ¿eh?

13.00 Cuanto más como y más medito, más descabellada encuentro la idea de establecerme en la Tierra. Ante todo, eso supondría abandonar la misión que nos fue encomendada a Gurb (desaparecido) y a mí. Sería una verdadera traición. El argumento, sin embargo, es de poco peso, porque, en definitiva, todo se reduce a una cuestión de principios y yo me paso los principios por un lugar que los humanos denominan partes. Más peso tiene, en cambio, el argumento fisiológico. Ignoro cuánto tiempo puede resistir mi organismo las condiciones de vida de este planeta tan cutre. No sé qué tipo de peligros me amenaza(n). Ni siquiera sé si mi presencia aquí constituye o no un peligro para los humanos. Está demostrado que mi peculiar constitución y la carga energética que llevo encima causan problemas allí donde voy. No puede ser casual que el ascensor de mi casa esté siempre averiado o que los programas de televisión empiecen con retraso cuando yo quiero verlos (o grabarlos). Ahora mismo, cuando deambulaba por los pasillos del hospital, he oído casualmente una conversación que me ha alarmado. Un médico le decía a una enfermera, con el ceño fruncido, que los aparatos del hospital parecían haberse vuelto locos esta mañana. Al parecer, los enfermos de la UVI estaban bailando la lambada y en la pantalla del scanner salía Luis Mariano cantando Maitechu mía. Estos fenómenos inexplicables, ha agregado el médico del ceño fruncido, habían empezado a producirse a las 10.50. Como si a esa hora, ha acabado diciendo, hubiese entrado un marciano en el hospital. Me ha ofendido que alguien pudiera confundirme con uno de esos cursis, que sólo saben jugar al golf y hablar del mal servicio, pero me, he guardado mucho de manifestar mi enojo.

Siempre cabe la posibilidad de modificar mi fisiología, adaptándola a la estructura molecular de los seres humanos. Si me decidiese a hacerlo, tendría que elegir el modelo cuidadosamente, porque el proceso sería irreversible. La decisión es tremenda. ¿Qué pasaría si, después de efectuada la mutación, descubriese que no soy feliz? ¿Qué sería de mí si el asunto con mi vecina acaba como el rosario de la aurora? ¿Seré capaz de superar la nostalgia de mi antigua patria? ¿Cuál será la coyuntura económica después del 92? Demasiadas incógnitas. ¡Si al menos tuviera alguien a quien confiar mis cuitas!

13.30 Decido marcharme de la cafetería. Cuando intento pagar la comida, descubro que la cafetería no era un selfservice. En realidad, el lugar donde he estado comiendo no era una cafetería. Salgo sin ser visto.

14.15 Me siento a reflexionar en un banco de la plaza Cataluña. No me cabe duda de que lo único razonable sería dar por concluida la misión y regresar. No sé si los objetivos de la misión se han cumplido, pero, en el fondo, lo mismo da. Al fin y al cabo, nadie va a leer el informe. El problema estriba en que no puedo regresar solo. La nave continúa rota y yo no la sé arreglar. Aunque se arreglara ella sola, tampoco la sabría poner en marcha; y menos aún conducirla. Estas naves están hechas para ser tripuladas por dos entes. De este modo se evita que algún ente vivales use las naves para sus propios fines, como ligar o hacer el taxi. Podría pedir auxilio a la Estación de Enlace AD, en la constelación de Antares, pero eso serviría de poco. Aun cuando enviaran en mi ayuda otra nave, esa otra nave iría tripulada por dos entes y si uno de ellos se viniera conmigo, ¿cómo haría el otro para regresar?

15.00 Decido abandonar la reflexión y la plaza Cataluña, porque las palomas me han cubierto de excremento de la cabeza a los pies y los japoneses me hacen fotos creyendo que soy un monumento nacional.

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