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Los españoles en Liberia, evacuados a Freetown

Los primeros españoles evacuados de Liberia en la Operación Barcelona descienden de la panza del bendito gigante verde, como llamaron a estos aparatos en la época en que eran utilizados para rescatar tropas de la guerra de Vietnam. Pocos segundos después, el helicóptero cobra de nuevo altura rumbo hacia el portaaviones Saypan, donde todavía esperan unas 500 personas de diversa nacionalidad, incluyendo a unos 20 españoles, todos ellos escapados del apocalipsis de la guerra civil liberiana, en la que ayer, miembros del Frente Patriótico Nacional de Liberia dijeron haber matado al líder rebelde rival Prince Johnson. Sin embargo, tanto el Departamento de Estado norteamericano como la BBC, que recibió una llamada del líder rebelde, aseguraron ayer que Johnson se encontraba vivo.

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Testigo hasta el fin

Con los ojos cercados por el insomnio, la fatiga y el llanto, los recién llegados se derrumban en los brazos de los conocidos que les esperan en la terminal "No hay mente humana que lo pueda ni siquiera imaginar", dicen, entre sollozos, al desgranar sus relatos horripilantes. Como buen capitán de barco, el embajador en Monrovia, Manuel de Luna, fue el último en tocar tierra en Freetown en la tarde de ayer.Desde primeras horas de la mañana, cada 45 minutos un helicóptero de los marines aterriza en el helipuerto de Freetown, capital de Sierra Leona. En cada viaje deposita en tierra unos 30 pasajeros: hombres, mujeres, niños y ancianos de todas las nacionalidades, procedentes del portaaviones Saypan. Allí ha pasado la noche un total de 500 huidos de Liberia a la espera de que amainara la tormenta y poder ser trasladados a tierra en helicóptero. Entre los que esperaron al último momento, en pleno fragor de las bombas, para abandonar Monrovia se encuentran unos 20 españoles que, junto a otros 200 extranjeros, han logrado hallar una vía de salida del infierno gracias a una operación de evacuación conjunta entre la Embajada española y la norteamericana, la primera de este tipo desde que los marines desembarcaron para evacuar a los ciudadanos norteamericanos en Liberia hace dos semanas.

Cadáveres en las calles

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"Nunca pensamos que se pudiese llegar a ese horror", explica, deshecho en lágrimas, Pedro Ruiz, misionero de la orden de San Juan, que tiene a sus espaldas 26 años de permanencia en África y diversos golpes de Estado y revoluciones africanas. "Los soldados no entierran a los rebeldes que matan, y los guerrilleros hacen lo mismo con los militares gubernamentales. Las calles están llenas de cadáveres, que con los días se van hinchando y pudriendo. En algunos barrios de Monrovia, el hedor es tan fuerte que no es posible pasar sin vomitar", añade.

Pedro integraba el equipo de religiosos que dirigía el hospital de San José, el único que funcionaba en la capital liberiana y que el pasado sábado fue evacuado por los guerrilleros del Frente Patriótico Nacional de Liberia en común acuerdo con el personal sanitario. Sus compañeros, escoltados por los rebeldes, tomaron el camino por coche hacia una misión situada en la frontera con Costa de Marfil, adonde tenían previsto depositar a los heridos, enfermos y niños huérfanos que quedaban en San José.

Pedro, junto a otra religiosa irlandesa, se unió a la columna de extranjeros cuya salida estaba coordinando la Embajada española en Monrovia en conexión con los marines norteamericanos, que siguen los acontecimientos desde sus buques situados a pocas decenas de kilómetros de la costa liberiana. "Los últimos cuatro días fueron un infierno", cuenta Maribel Cabrera, esposa del canciller de la embajada, "no paraban de caer bombas en nuestra zona, en la residencia de la embajada donde estábamos refugiados la mayoría. Cayeron varias lámparas y cascotes del techo y teníamos que estar encerrados en la cocina o en el cuarto de la plancha", añade.

El viaje de los españoles hasta alcanzar el portaaviones Saypan no fue fácil. "Los norteamericanos se habían ofrecido desde su desembarco a evacuar, una vez ultimada la salida de sus ciudadanos, la de los demás extranjeros en Monrovia", explica el embajador Manuel de Luna. "Pero para ello había que lograr llegar hasta la Embajada norteamericana, lo que para nosotros y la mayor parte de las embajadas era muy difícil, pues la zona en que se halla la residencia estaba en poder de los soldados gubernamentales que tiraban contra todo aquel que intentara marchar hacia la zona en poder de la guerrilla donde está la Embajada estadounidense", añade.

La ocasión

La oportunidad para escapar vino esta semana, cuando la columna de guerrilleros al mando de Charles Taylor tomó el control de la zona de las embajadas. La residencia y el hospital quedaron en plena línea del frente. "Los bombardeos hicieron la situación insostenible y, tras la evacuación del hospital, no tenía sentido permanecer allí", añade. A las tres de la tarde (la una hora peninsular española), del sábado, el convoy salió de la residencia tras pasar por las embajadas suiza y alemana a recoger a otros refugiados extranjeros. La comitiva sumó unos 40 vehículos con un total de 200 personas.

En el puerto de Buchanan, en poder de Taylor desde hace dos meses, los marines se hicieron cargo del convoy y los trasladaron en helicóptero a los portaaviones. Antes de abandonar Liberia, los viajeros tuvieron que pagar su último tributo a la guerra civil, que ha dejado a muchos de ellos sin casa ni trabajo: los rebeldes les exigieron la entrega de las llaves de todos los vehículos, incluidos los de matrículas diplomáticas, de los que se apropiaron de inmediato. "Lo importante es que todo ha salido bien y estamos por fin a salvo", declaraba el embajador a su llegada, evidentemente emocionado.

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