Sin noticias de Gurb
Día 12 (continuación)20.40. Por culpa de mi puñetera radiactividad me caen tres rayos encima. Se me funde la hebilla del cinturón y la cremallera de la bragueta. Se me ponen todos los pelos de punta y no hay quien los domeñe: parezco un puercoespín.
20.50. Todavía cargado de electricidad estática, al tratar de comprar la Guía del ocio pego fuego al kiosco.
21.03. Caen cuatro gotas, y cuando parece que la cosa no va a ir a más, descarga una tromba de agua tan salvaje que las ratas salen -de las alcantarillas y se suben a Colón, por si acaso. Corro a refugiarme en un tascorro.
21.04. Ya estoy en el tascorro. Salchichones, longanizas, chistorras y otras estalactitas riegan de grasa a la parroquia, compuesta por siete y ocho individuos de sexo biológicamente diferenciado, aunque no visible, salvo en el caso de un caballero que al salir del excusado olvidó guardarse la pirulina. Detrás de la barra escancia vino lo que al principio tomo por un hombre. Un examen más detenido me revela que en realidad se trata de dos enanos encaramados el uno sobre el otro. Cuando se abre la puerta se forma un remolino de aire que ahuyenta las moscas. Entonces puede verse en una de las paredes un espejo en cuyo ángulo superior izquierdo se leen, escritos con tiza, los resultados de la jornada de Liga correspondientes al 6 de marzo de 1958.
21. 10. Como el aguacero me ha calado hasta los huesos, pido un vaso de tinto. Para entrar en calor. Con un palillo intento pinchar una tapa, pero, ante mi asombro, las tapas salen corriendo por el mostrador.
21.30. Me entretengo escuchando la conversación de los parroquianos. El lenguaje de los seres humanos, sin descodificar, es trabajoso y pueril. Para ellos, una oración elemental como ésta:
109328745108y34-19"poe8vhqa9 enf087qjnrf-09aqsdnfñ9q8w3r4v2ldfkf =q3wyoiqwe=q3u lo9-853491926rn1 nfp2485 1 ir09348413k8449985j9t8 30t82 = 34utt2egu-3485 1 mfkfg-23 1 lf gkIwhgqoi2ti¡34756 = l3ir2487-2349 r20¡45u62-4852tit-34582-9238v43 5974682 = 3t984589672394tit945467 = 2- 3tugywoit = 238teJ9346 7523fiwuy6 -235yt-238984rolig-2343¡jn87b8b 7ytgyt654376687by79 (deme nueve kilos de nabos) resulta ininteligible. Hablan, en consecuencia, largamente y a gritos, con acompañamiento de ademanes y muecas horribles. Aun así, su capacidad de expresión es limitadísima, salvo en el terreno de la blasfemia y la palabra soez, y en sus alocuciones abundan las anfibologías, los anacolutos y las polisemias.
21.50. Mientras reflexiono sobre este punto, el camarero me va rellenando el vaso, y cuando me doy cuenta ya llevo medio litro de clarete en el cuerpo. Empiezo a analizar la composición química del vino (106 elementos, ninguno de ellos derivado de la uva), pero al llegar a trinitrotolueno decido abandonar la investigación. El camarero me rellena el vaso.
22.00. Me río sin causa y el parroquiano que está a mi lado me pregunta que si tiene monos en la cara o qué. Le aclaro que no me río de él, sino de una bobada que me ha venido a la cabeza de repente, sin saber cómo ni por qué. Como mi parlamento resulta algo confuso, sobre todo porque algunas frases las he dicho sin descodificar, las miradas de los demás parroquianos convergen en mí.
22.05. Un parroquiano (no el que tiene monos en la cara, sino otro) me señala colocando el dedo índice de su mano derecha en la punta de mi nariz y dice que mi cara le suena. El que me haya reconocido bajo la apariencia (y sustancia) del Santo,Padre me indica que debe ser persona devota y, por lo tanto, digna de toda confianza. Le respondo que sin duda se confunde, y para desviar su atención y la de los demás de mi persona, invito a una ronda. Viéndome dispuesto al gasto, el camarero dice que acaban de salir de la cocina unos ' callos que están de rechupete. Pongo sobre el mostrador algunos billetes (cinco millones de pesetas) y digo que vengan aquí esos callos, que por dinero no ha de quedar.
22.12. El parroquiano devoto dice que ni hablar, que yo ya he pagado los vinos y que los callos corren de su cuenta. A continuación añade que no faltaría más. Insisto en que lo de los callos ha sido idea mía y que, por consiguiente, es justo que los pague yo.
22.17. Una mujer (también parroquiana), que acaba de tumbár la segunda botella de anís, interviene para proponer que no sigamos discutiendo. Se mete la mano en el escote y la saca llena de unos billetes sucios y arrugados que arroja sobre el mostrador. Otro parro-quiano, creyendo que aquellos billetes son los callos, se come cuatro de un bocado. La mujer afirma que ella invita. El parroquiano piadoso replica qué a él no le invita ninguna mujer. Explica que los tiene muy bien puestos.
22.24. Como a todas éstas -los callos no aparecen, los reclamo golpeando el mostrador con un cenicero. Rompo el cenicero y desportillo el mármol del mostrador. -El camarero sirve vino. Un parroquiano que hasta entonces ha permanecido mudo dice que va a obsequiarnos con unas soleares. Canta con mucho sentimiento la canción titulada 1092387nqfp983J41093 (güerve ami lao, sorra) y todos damos palmas y jaleamos diciendo ele, ele (7v5, 7v5). El pío parroquiano dice que por fin ha hecho memoria y que ya sabe quién soy: Jorge Sepúlveda.
22.41 (aproximadamente). El parroquiano cantaor abre tanto la boca para expresar su penita que se le cae la dentadura postiza en la fuente de las albóndigas. Cuando mete la mano para recuperarla' el camarero le golpea la cabeza con un queso de bola y le dice que ya está bien, que en lo que va de semana ya se lleva comidas ocho albóndigas con el truco de la dentura, pero que él no es un (ininteligible) y que las lleva contabilizadas. El cantaor amonestado replica que él no necesita robar albóndigas de esta pocilga, que él ha sido el rey de la copla en París y que siempre que quiere tiene mesa puesta en Maxim's. Por toda respuesta, el camarero sirve vino.
23.00 o 24.00. El andoba que tiene monos en la cara pone en nuestro conocimiento que él podría haber sido alguien, porque no le han faltado nunca las ideas ni los arrestos necesarios para llevarlas a cabo, pero que se han conjurado tres cosas para impedir sus éxito, a saber, a) la mala suerte, b) su inclinación por el vino, el juego y las mujeres y c) la inquina de algunas personas poderosas que prefiere no nombrar. La guarrona que antes se ha sacado el parné del tetamen salta y dice que de eso nada, monada, que las causas verdaderas de que el tío sea lo que es son en realidad éstas: a) la vagancia, b) la vagancia y c) la vagancia, y que ya está harta de oír tanta mentira y tanta fantasía.
? Salen finalmente de la cocina los callos andando por su propio pie. La furcia dice que ella es la única que puede vanagloriarse de algo, pues hasta hace muy poco era una hembra de bandera, por lo cual en su barrio era conocida por el sobrenombre de la Bomba de 0k1ahoma. Añade que si ahora la vemos un poco estropeada, no es por la edad, sino por otras causas, a saber, a) su inmoderada afición a las judías secas, b) las palizas que le han dado los hombres y c) la operación de cirugía estética algo chapu-, cera que le hizo cierto médico del seguro, cuyo nombre prefiere no mentar. A continuación se pone a llorar. Entonces yo voy y la digo que no llore, que para mí es la mujer más hermosa y atractiva que jamás he visto y que de buena gana con-traería matrimonio con ella, pero que me lo impide el hecho de ser extraterrestre y estar sólo de paso, camino de otras galaxias, a lo que ella responde que esto es lo que la dicen todos. El gachó de los monos la dice que deje ya de dar el (ininteligible) y que se calle , a lo que replica ella (muy bien replicado) que a ella no la hace callar ni la (ininteligible), que ella dice lo que la sale de la alcachofa y que qué pasa. Y entonces voy yo y le arreo una (ininteligible) en toda la boca al tío que la ha faltado o quizá se la arreo a otro, pero me da igual y les digo a todos que a mi novia no la falta nadie.
Negra noche. El que ha recibido se levanta del suelo, me coge por las orejas y me hace dar vueltas en el aire como un ventilador. Aprovechando el incidente, el cantaor se mete un puñado de albóndigas en la boca. El camarero le da con una sartén en el estómago y le obliga a devolver las albóndigas (o una materia similar) a su lugar de origen. Entra la Policía Nacional blandiendo porras. Consigo arrancarle la porra de las manos a un policía nacional y golpear con ella a otro policía nacional o al mismo policía nacional., Las cosas parecen complicarse. Decido desintegrarme, pero confundo la fórmula y desintegro dos chiringuitos del Moll de la Fusta. Somos conducidos a la comisaría.
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