Tarifa, vivir del aire
El windsurf cambia la vida de un lugar célebre por sus vientos
Tarifa tiene dos mares: la mare que parió al levante y la mare que parió al poniente, bromean los lugareños. El viento, hasta ahora una maldición que les dio fama de locos, se ha convertido en el atractivo de la población más meridional de España. Gracias al windsurf, Tarifa empieza a vivir del aire. En el estrecho de Gibraltar, pero a medio camino sentimental entre California y Hawai, está Tarifa. La localidad gaditana, que debe su nombre a Tarik -el primer invasor árabe de la península Ibérica-, recibe oleadas de turistas armados de tablas y velas para practicar el windsurf, sobre todo en verano.
Esta conquista comenzó hace diez años, de la mano de deportistas extranjeros que encontraron el paraíso en esos 40 kílómetros de costa, mediterránea y atlántica, batida por vientos que llegan a superar los 100 kilómetros por hora. Semanas atrás, fue escenario de una prueba del Campeonato del Mundo de Furiboard.Los invasores han comenzado a asentarse -el cura don José María está contento "de haber casado ya a unos cuantos extranjeros con tarifeñas"- y a contagiar a los 16.000 habitantes del espíritu y la parafernalia del surf, un deporte que, más allá de las olas, trae moda, maneras y argot.
Por eso, nadie se extraña al ver amas de casa vestidas con bermudas fosfórescentes camino de la compra. Es el signo de los tiempos, un cambio más evidente si se recuerda el traje típico: saya negra con plomo en el dobladillo -por aquello del viento- y manto del mismo color que, tal vez por herencia árabe, deja un solo ojo al descubierto.
"Al principio, la gente recelaba, pero se ha logrado una inte gración total. Quien no viste a la moda windsurf va de carroza", advierte el alcalde socialista, Antonio Ruiz Jiménez.
La crisis de los setenta
"Aquí no había turismo, precisa mente porque nadie venía a unas playas tan ventosas. Se vivía algo de las guarniciones militares, la agricultura y la ganadería, pero sobre todo de la pesca de palan gre o almadraba", recuerda el edil. A finales de los años setenta, los problemas de caladeros con Marruecos provocaron una fuerte crisis.
Paola Araújo, de 29 años, lo sabe bien. Tuvo que marcharse del pueblo cuando aún era una niña. Su padre, pescador, cambió de oficio. Ella ha vuelto y regenta la tienda más antigua de las cinco que existen dedicadas a los artículos de windsurf. La abrió su compañero, el madrileño Michel Figuera, en 1985. "Si no fuera por los surferos, aquí no había nada. El viento ha salvado al pueblo", sentencia la joven.
Sin embargo, el aire no sopla a gusto de todos. El alcalde es el primero en reconocer que "la vida se ha encarecido en Tarifa". Niega que el turismo, sobre todo joven y con escasos recursos, aporte poca riqueza. "Si no dejara dinero, la hostelería no se habría multiplicado por cuatro", matiza el alcalde. El cura párroco, don José María, ha puesto los carteles informativos de la histórica iglesia de San Mateo "en seis idioinas", pero no las tiene todas consigo. "Tenernos un turismo de alpargata que, con un bimbo y un litro de leche, tira. Las noches son horribles de ruido, y la gente mayor está muy quejosa", asegura. En la playa de Bolonia, una de las más bellas del municipio, el viejo Juan coincide: "Los guiris estos del chunfin gastan menos que los raíles del tren. Los españoles [entre los que figura el hijo mayor del cantante Julio Iglesias] se dejan más dinero".
A pocos metros de él, dos jóvenes alemanes preparan tablas y velas. Peter Brunkhardt y Claus Czerny han recorrido 2.700 kilómetros desde Francfurt. "Tarifa está muy lejos, pero merece la pena, porque reúne muy buenas condiciones", coinciden estos dos ingenieros. Sólo hay un inconveniente, la escasa seguridad. Al menos, eso opinan los suizos Daniela Hold y Marc Stampli, que regentan una escuela de windsurf en la playa de Valdevaqueros. "Hace falta más vigilancia, aunque es cierto que se producen pocos accidentes", opinan. El alcalde replica que "el Ayuntamiento no tiene recursos para aumentarla".
Energía eólica
Tarifa, que duplica su población durante el estío -hasta hace poco, contaba entre sus veraneantes con el vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra-, busca las ventajas del viento más allá del windsurf, que practican pocos nativos. En 1992, funcionará aquí el mayor parque de energía eólica de Europa. Mientras tanto, quedan modernos Guzmán el Bueno que se resisten a entregar el castillo, como hizo aquí el primer duque de Medina Sidonia. Son jóvenes como Pepe Esteban y Jullán Garrido. No tienen simpatía alguna por el windsurf, que ha cambiado demasiado el pueblo. "Además, la situación se nos ha puesto fatal. Como no seas guiri, a ser posible italiano, y lleves un pendiente en la oreja, no te comes una rosca con las chicas de aquí", se lamentan con humor.
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