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Reportaje:NOCTURNO MADRILEÑO

Cochinillo, tuna y tablao

Entre la plaza Mayor y sus cercanías no hay más remedio que hablar del circuito mesonero de cochinillo, tuna y tablao. Tirando por la calle del Maestro Villa, en dirección al Arco de Cuchilleros, está el hostal La Macarena. Una sevillana lo fundó hace medio siglo y hoy, el dueño, un gallego llamado Ricardo González, dice que el secreto de su éxito ha sido "no cambiar nunca de nombre ni de teléfono". Son 18 habitaciones con baño y suelo de sintasol que repule una joven enfundada en guantes amarillos, y bendice en recepción un altarcillo de la llorosa Madre del Señor. "Estamos dedicados exclusivamente al turismo", cuenta el señor González, "pero es un turismo de clase un poquito alta, que no da problemas. Quizá sea por los precios, 4.000 pesetas una doble con baño. Como no es muy grande nunca hemos pensado en un comedor, sólo dormidas". A pesar de la aparente modestia, la reserva se hace imprescindible, "por teléfono o por carta, ya que aparecemos en muchas guías turísticas. Aquí viene gente joven, se quedan un par de días o tres y marchan hacia Lisboa, Francia... ".

Esos mismos turistas que pagan un precio razonable por dormir ocupan la escalinata del Arco de Cuchilleros a la hora de comer.

A la puerta de las Cuevas de Luis Candelas, José, un joven de 19 años, vestido de bandolero, mira a los devoradores de bocadillos con bastante indiferencia. "Yo hago de recepcionista porque en los sitios importantes como éste tiene que haber alguien al cuidado del personal. Los turistas que entran aquí a la hora de comer piden muchas cosas, pero... pagan".

Bandolero de 19 años

José sólo lleva mes y medio trabajando en Madrid, y éste ha sido su primer empleo desde que plantó BUP y regañó con sus padres. En poco tiempo recorre verbalmente el local como una letanía. "Tenemos cinco salones que atraviesan toda la plaza Mayor nadie sabe hasta dónde. Una cena, tirando muy por lo bajo, sale a unas 5.000 pesetas por persona. A los franceses, alemanes y colombianos les gusta la cueva más grande, con tuna y exposición de armas".Ni estudiantes en sus primeras salidas pagadas a escote, ni los turistas con el bolsillo más solitario se han librado de esa sangría más fresca que digerible, a la sombra de un trabuco colgado en la pared, motivo de coscorrón para los más crecidos. "Por las tardes el público es más joven. Con 1.000 pesetas cada uno pueden tomarse una jarra de sangría y un par de raciones de jamón". José se resigna a reconocer que "Madrid se ha subido a las nubes para los turistas".

Su vecino, El Cuchi, un amplísimo y recargado restaurante con pisos y puertas a pares, juega con la clientela anunciando en su toldo: Hemingway never ate here. Cocina mexicana, brasileña y norteamericana. Atentos al postre. Cóctel de tequila, aguardiente y algo más, servido con un embudo y dirigido a taladrar nuestro interior desde la tráquea. Sin tanta parafernalia, el Botín de toda la vida anuncia en su vitrina el cochinillo a 1.725.

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Y luego está el souvenir. En Gritos de Madrid, vacaciones desde el próximo 7 de agosto, están dedicados a pintar escenas matritenses en platos de porcelana, azulejos, paredes de restaurantes y hasta del mismísimo Ayuntamiento. Entre 200 y 200.000 pesetas la porcelana.

Pero hay bazares regionales más específicos para quienes están en tierra extraña. Por 600 pesetas, un toro de plástico consigue sujetar sus llaves en la pared. Una peineta pequeña está en las 900, 250 marcan unas castañuelas de plástico genuino y 4.850 las de fibra. ¿Muñecas con atavíos geográficos? Todas. De 1.000 a 3.000 pesetas cada valenciana, tinerfeña, zamorana, mallorquina o talaverana. Y como estrellas, el oso y el madroño y la Puerta de Alcalá, PVP 1.300 pesetas. Para evitar competencia en los símbolos de Madrid.

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