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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El color de los blancos

He leído con gratitud la carta enviada por el señor Djongele Bokokó a esta sección. Oyendo a la mayoría de la gente hablar, podría decirse que es del todo correcta la expresión "hombre de color", tan desmesuradamente utilizada por todos los medios de comunicación sin excepción alguna. Cuando se habla de "blancos" no se utiliza nunca una expresión similar, refiriéndose a tales con sus nombres, profesiones, nacionalidades...Las personas tienen sus nombres, su individualidad, su profesión, etcétera; no hay que minimizar con una vulgar expresión los problemas de los seres humanos; no es un privilegio ser amarillo, negro, blanco o rojo; si cabe, debieran desaparecer tal tipo de calificativos y llamar a las personas por su nombre.-

Desde hace unos días intento ordenar mis pensamientos para poder plasmarlos, darles forma, pero se me hace tan difícil... Siento sobre todo rabia y vergüenza al leer y ver de forma continuada el clima de racismo creciente. Hombres, trabajadores ilegales, marroquíes, magrebíes, pero hombres, y tratados como animales, peor que animales, se les pega, se les maltrata, se les expulsa, ¿por qué?

Un día, hace poco más de un año, fui de vacaciones a Argelia. Entablé amistad con el guía de nuestro grupo, un hombre sumamente culto e inteligente que además de tener la carrera de Filología Española habla cuatro idiomas, sumamente educado. En poco tiempo, a pesar de que mi viaje finalizó, al seguir escribiéndonos y telefoneándonos, nuestra relación se convirtió en algo más; nos volvimos a ver y me presentó a su familia, que me abrió las puertas de su casa y su hospitalidad fue maravillosa. Él se vino aquí, dejó su trabajo, su familia, sus amistades, sus estudios, todo por mí, y aquí sólo me tiene a mí y a un grupo reducido de personas. Después de mucho recorrer pidiendo trabajo, soportando humillaciones, consigue un trabajo digno en una escuela de idiomas; empieza a arreglar los papeles para el permiso de residencia y comienza el calvario de pérdida de tiempo y dinero, para denegarle después el permiso sin ninguna explicación. Yo amo sinceramente a este hombre, pero le finaliza el trabajo y se va, se va a su país, porque aquí somos muy civilizados y democráticos.

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Después de esto, que me digan, que me expliquen cómo voy a vivir sin él y con tanta rabia y vergüenza que siento. ¿Cómo? Realmente no lo sé, pero tengo miedo.- Helena de Souza Fernández. Vilassar de Mar.

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