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El toreo sólo lo hizo Emilio Muñoz

Cardenilla / Domínguez, Muñoz, Espartaco

Tres toros de La Guadamilla, primero con cuajo, descaradamente comicorto y astigordo, manso; 3º inválido y aborregado; sexto sin trapío y flojo; resto de Viento Verde, 2º y 4º flojos y nobles, 5º (sobrero), manso incierto. Todos sospechosos de pitones. Roberto Domínguez: pinchazo y otro hondo ambos a toro arrancado, rueda de peones y descabello (ovación y saludos); estocada (oreja). Emilio Muñoz: bajonazo descarado (oreja); cuatro pinchazos y estocada corta atravesada escandalosamente baja (silencio). Espartaco: dos pinchazos, estocada corta, rueda de peones -aviso con retraso- y dobla el toro (aplausos y también pitos cuando sale al tercio); estocada corta tendida caída y rueda insistente de peones; la presidencia le perdonó un aviso (oreja). Plaza de Valencia, 27 de julio. Sexta corrida de feria. Casi lleno.

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Los tres espadas cortaron oreja pero quien hizo el toreo fue Emilio Muñoz, qué quiere que le diga. Los demás, pegar pases, y gracias.El toreo no es cuestión de posturas -pues entonces, el más grande, como Marcial, sería Roberto Domínguez-, ni de armarle la bronca al toro -pues entonces lo sería Espartaco-, sino de dominar a la fiera, en el adecuado terreno, desde la necesaria distancia; y luego, parar, templar mandar. Problemático asunto, este de parar, templar, mandar, según se ve, porque casi nadie para-templa-manda nada, así el toro sea una mona.

Sin embargo a veces llega alguien y va y lo hace. Ese fue Emilio Muñoz, ayer, en su primer toro, al que construyó una estupenda faena, con acabado ajuste técnico de los terrenos y las distancias. Le daba al toro opción a respirar, distinguir cite de citador; le daba campo para que pudiera embestir, cuanto dieran de sí sus pies y su codicia, a la muletilla, plana y adelantada, tal cual mandan los cánones.

Más cánones aportó a su toreo Emilio Muñoz: aquello de cargar la suerte, ligar sin enmienda de terrenos, también Una tanda de naturales, ofreciendo al albur del pitón el medio-pecho -que decían los revisteros antiguos-, embarcando con temple y muy bajita la mano, tuvo el ritmo y la solem nidad que caracterizan al toreo puro.

El quinto era un toro incier to que tiró un derrote pavoroso al vientre, y Emilio Muñoz no se amilanó en absoluto. Lo malo de Emilio Muñoz fue que pegaba unos bajonazos horren dos En la fiesta hace falta un comité de disciplina que impida esta brutal manera de asesinar toros. Hace años no hacía falta porque el comité de disciplina era el propio público. El público de hace años, veía un bajozano se constituía en comité de disciplina y armaba tal escándalo, que el espadachín bajonero había de refugiarse, avergonzado y temeroso, en el callejón. En cambio, ayer, perpetrado el bajonazo, el público se puso en pie gritando "¡Biééén!" y le premió a Emilio Muñoz con una ovación. O tempus o mores! solía decir el clásico en semejante tesitura, lo.cual significa, como saben los latinos, que al público se la dan con queso y encima le gusta.

Roberto Domínguez se dobló bien con un manso violento

y a un inválido pastueño le enjaretó múltiples pases sueltos, previo zapatillazo. Tantos pases sacó, tantos zapatillazos pegó. Espartaco estuvo voluntarioso con un borrego tullido y una especie de novillote sin resuello. Tenaz en sus porrias para que le embistieran, quedó patente su pundonor, aunque si llega a darles distancia, a cruzarse, a adelantarles la muleta (es decir, a torear), en lugar de ponerse fuera-cacho y atosigarles metiéndoles el pico de la muleta en los ojos, a lo mejor le embestían. Pero eso nunca se sabrá. Los toros ya están muertos, quizá hasta comidas sus carnes en estofado; todas sus carnes, menos tres orejitas que se llevaron los diestros, para guisarlas con judías.

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