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Nimes, capital de la música gitana

El Lebrijano y los Gipsy Kings, estrellas de un festival celebrado en la ciudad francesa

Los nimeños suelen decir con orgullo y no sin razón que su ciudad es "la Sevilla de Francia". Nimes refrendó título tan prestigioso el pasado fin de semana, al convertirse en la capital mundial de la cultura gitana o, lo que es lo mismo, en una fiesta. En la primera edición del festival Mosaico Gitano, patrocinado por el Ministerio de Cultura francés, no faltaron ríos de sangría, tapas, noches de calor bochornoso y mucho cante y baile. En el antiguo circo romano hubo flamenco, pop, jazz, salsa y hasta rai, y las calles se convirtieron en verbenas. Actuaron, entre otros, el Lebrijano, la Orquesta Andalusí de Tánger y los Gipsy Kings.

Según cuenta la propietaria de la bodega Chère Charlotte, La Placette era hasta no hace tanto tiempo un lugar de mala fama para muchos nimeños. Y eso tan sólo porque el barrio formado por la placita que le da nombre y las calles de los alrededores era el feudo gitano de la ciudad. Ahora, al calor de la reivindicación de la meridionalidad y el mestizaje cultural de Nimes. La Placette y las numerosas bodegas de sus bajos están de moda. En el Chére Charlotte se sirven sangría y chatos de vino tinto y blanco, y raciones de gambas y paella. Los carteles anuncian estos productos en castellano y no porque las gentes del bar, todos gitanos asentados allí desde hace décadas, hablen la lengua de Cervantes. No. Lo que ocurre es que en Nimes hay cosas que todo el mundo llama por su nombre: las citadas y también feria, toro, corrida, matador, flamenco, cantaor, cantejondo, bodega...

Nimes, 130.000 habitantes, es una ciudad de tradición protestante que ha sido dirigida en las últimas tres décadas por ediles comunistas. Su actual alcalde, Jean Bousquet, es un conservador que ha comprendido que la patria del emperador Antonino necesitaba desfogarse. Hace unos meses, Bousquet y el ministro de Cultura, Jack Lang, acogieron con entusiasmo la propuesta de los Gipsy Kings, nacidos en la cercana Arles, de celebrar en Nimes un festival de verano consagrado al arte y al modo de vida de los gitanos.

El antiguo circo romano, reconvertido con el nombre de Las Arenas en la principal plaza de toros al norte de los Pirineos, acogió los espectáculos del festival. Decenas de millares de personas aplaudieron allí a El Lebrijano y la Orquesta Andalusí de Tánger, los Gipsy Kings, Nina Corti, Babik Reinhardt y otros artistas gitanos que cultivan el flamenco, el pop o el jazz. Y como prueba de la apertura gitana a otras músicas raciales, el salsero Willie Colon y el príncipe del rai magrebí Cheb Khaled se sumaron a las fiestas de Las Arenas.

Pero las emociones fuertes también estuvieron en las calles de Nimes, y en particular en La Placette. Todo contribuía a que el barrio de los gitanos nimeños se emparentara con Triana: la recoleta plaza de casitas bajas, los plátanos, los carteles de la próxima feria taurina en los muros, el humo maloliente de los fritongos y hasta los vencejos, que, como decía un vecino, son "los únicos pájaros que pueden volar durmiendo".

La Placette fue el escenario de las verbenas de Mosaico Gitano. En el estrado sonó en directo música flamenca y latinoamericana, que la gente bailó con no poca gracia. Las farolas habían sido recubiertas con celofanes rojos, naranjas, verdes y azules, para que dieran luces de colores, como debe ser. Las bodeguitas, una por portal, sacaron las sillas y las mesas de madera a la calle. Uno de los establecimientos, faltaría más, se llamaba La Movida.

"No sabemos ni siquiera de dónde venimos. ¿Cómo podría decirle entonces desde cuándo la comunidad gitana está instalada en La Placette?", decía Michel Mathieu, presidente de la Asociación de Gitanos Sedentarios de Nimes. El pasado fin de semana lo único cierto era que los 500 gitanos del barrio estaban unidos como los dedos de la mano, y también los millares de juerguistas visitantes.

Cuando, en la madrugada del lunes, todo terminó, aún volaba por la ciudad la música de Paco de Lucía que tanto había sonado en los tocadiscos, y todo el mundo se daba cita para la feria taurina de septiembre. Lo dicho, la Sevilla de Francia.

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