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El concierto del muro encona el debate sobre publicidad en televisión

Juan Arias

La retransmisión por el Canal 5, de Silvio Berlusconi, de la ópera-rock The wall el sábado desde Berlín ha suscitado una oleada de indignación en los telespectadores italianos: las continuas interrupciones publicitarias impidieron vivir a través del televisor la atmósfera del acontecimiento musical. Ello en un momento en que en el Parlamento se discute si abolir o no la prohibición de cortar con anuncios una película. Cineastas, escritores, periodistas e intelectuales arrecian en su campana contra toda mutilación de una obra artística.

El concierto se vio interrumpido en sus momentos más intensos y dramáticos. En las familias se oyeron gritos de indignación y hasta palabrotas. Este corresponsal pudo observar cómo desde las ventanas y balcones de sus vecinos, iluminados y abiertos de par en par por el calor bochornoso de la noche, la gente se ponía en pie, paseaba nerviosa o salía a la terraza maldiciendo por aquellos cortes desesperadamente largos e insistentes.De ahí el que la gente haya entendido y apreciado ayer más aún la batalla que está dando Federico Fellini y con él los mayores y más prestigiosos directores de cine de este país para que el Parlamento no acepte la petición de Berlusconi, que desearía que cada película retransmitida en televisión pueda "por lo menos" ser interrumpida "cinco veces" con anuncios publicitarios.

A Fellini y a los primeros grandes directores de cine que habían abierto el frente contra la publicidad en las películas, porque "no se puede interrumpir una emoción", afirmando que se trata de un problema de "ética cultural" y de "respeto hacia sí mismos y hacia el arte en general", se han unido en estas horas muchos otros personajes no sólo del mundo del cine, sino también de las letras, como Alberto Moravia, Dacia Maraini, Natalia Guinzburg, Andrea Zanzotto, Lietta Tornabuoni, Pietro Citati, Beniamino Placido, Guido Ceronetti y otros, quienes, a su vez, han dirigido un escrito a los socialistas, un partido, dicen los hombres de la cultura que firman la carta, que como "partido más antiguo de la izquierda, había estado tradicionalmente cercano a la cultura y al arte", mientras hoy está del lado de los vándalos y de los saqueadores".

La indignación que la noche del sábado agarrotó a este país frente a las interrupciones continuas del concierto de Berlín, que impidió a los telespectadores poder vivir con emoción y serenidad un acto artístico, cultural y político de tal einvergadura que ha puesto sobre el tapete el problema de la publicidad no sólo de las películas, sino también de acontecimientos serios transmitidos en directo. Según algunos observadores, en estos casos el problema se hace si cabe más grave porque el tiempo de la publicidad es tiempo "robado" al acto que el espectador ya no podrá recuperar.

Y aquí, donde siempre se ha luchado por el pluralismo de la información televisiva para evitar el monopolio de la televisión estatal, la noche del concierto de Roger Walters el público se fue a dormir aflorando la tan criticada RAI, que nunca habría interrumpido ni con un solo spot "esa emoción artística y cultural".

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