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Crítica:XIV FESTIVAL DE JAZZ DE VITORIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un huracán entre cuatro paredes

Herbie Mann's Jasil Brazz y Hermeto Pascoal Mendizorrotza. 21 de julio.MIQUEL JURADO

El delirio se apoderó de Mendizorrotza, y el festival acabó sumido en la más sana y reconfortante de las locuras musicales que alguien pueda imaginar. El huracán Hermeto arrasó todo lo que quedaba en pie. Tras más de dos horas y media de concierto, la comunicación entre escenario y público era total y nadie parecía agotado. La alegría reinaba y el ritmo más endiablado se había apoderado de todos los cuerpos. Hermeto podría haber estado tocando toda la noche. El tópico del broche de oro se queda corto para calificar esta clausura.

Fue una lástima que el bueno de Herbie Mann compartiese la velada con Hermeto. El Brasil de Mann se quedó de cartón-piedra ante la autenticidad de los ritmos y propuestas del genuino brasileño. Mann es un buen artesano un flautista de técnica envidiable y gusto exquisito. Su planteamiento escénico supera en mucho la pura música de ascensor pero su acercamiento a las canciones de Gilberto Gil, Ivan Lins o Djavan quedó en pura anécdota de buena voluntad ante lo que se le avecinaba minutos después del descanso. Herbie Mann tocó durante 90 minutos, todo agradable y suave, muy agradable y muy suave y olvidado en el mismo momento de su consumición.

Hermeto Pascoal tiene algún pacto con el diablo. Sólo así se entiende el potencial devastador de su música. Hermeto es una caja de sorpresas sin fondo. Más que músico, catalizador de sensaciones. Un brujo albino imprevisible, capaz de sentarse al piano y ponerle feijoada al mismísimo Round' midnight, atreverse a desmitificar el Brasil de Ary Barroso, adentrarse sin miedo y sin tópico en la más tópica españolada o lanzarse al frente de sus músicos en los más tribales y ancestrales ritmos del interior de su Brasil. Fiesta, carnaval y romería cruzándose con el más potente free jazz y destellos luminosos de una fussion que tanto le debe al compositor de La Goa da Canoa.

Hermeto cantó, hizo cantar al público, bailó, tocó el piano, los sintetizadores, la batería, el fliscornio, el saxo soprano, estrenó dos canciones compuestas ese mismo día -una durante la comida y otra en la misma pizarra del camerino, escribiendo con un terrón de azúcar-, hasta sopló en su vieja tetera llena de agua y a cualquier alma presente.

En la explosión incendiaria de Hermeto tienen también algo de culpa sus seis extraordinarios músicos, un grupo capaz de seguir a su líder hasta los más insospechados parajes musicales. Carlos Malta, esa noche en estado de gracia, soplando como un loco todas las flautas y saxofones; la sensualidad de los teclados de Jovino Santos Neto; la seguridad de Itibere Zwarg, o las desbordantes percusiones de Marcio Bahía, Fabio Pascoal y el siempre sorprendente Pernambuco. Una de las apoteosis de ritmo, color y capacidad comunicativa más apabullantes que han pisado Mendizorrotza en sus 14 años de festival.

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