La Embajada española en La Habana se transforma en un fortín inexpugnable
La Embajada de España en La Habana se parece más desde ayer a una fortaleza militar que a una representación diplomática. Todo indica que, a salvo de la probada pericia de los refugiados, el edificio se ha hecho inexpugnable para los cubanos que tuviesen intención de repetir aquí el fenómeno de asilo masivo ocurrido recientemente en Albania. Los cuatro miembros del Grupo Especial de Operaciones (GEO) llegados desde Madrid ocuparon posiciones en los puntos clave de la Embajada para impedir cualquier entrada a la fuerza.
ENVIADO ESPECIALUno de los geos se ha situado en la entrada del garaje; otro, en la puerta principal; otro, en la verja del jardín, y el cuarto, móvil por todo el edificio. Se comunican entre ellos por radiotransmisores y están en contacto con la policía cubana, que ha reforzado considerablemente la vigilancia en el exterior.Los policías cubanos han sido situados desde ayer en puntos fijos, pintados en el suelo con el fin de evitar que los agentes se distraigan paseando y dejen el espacio y los segundos suficientes para que algún audaz pueda dar el peligroso salto hacia el otro lado del muro de la Embajada.
Está prohibido el tránsito por las proximidades del edificio y totalmente vedado el acceso, a menos de que, en casos de verdadera necesidad, algún funcionario -salga a la puerta a recibir personalmente a quien lo solicita.
El embajador español, Antonio Serrano, que hoy tiene previsto abandonar el país para atender a la llamada a consultas hecha por el Gobierno español declaró que los policías españoles tienen instrucciones de impedir la entrada de personas por la fuerza, aunque no está clara la actitud que adoptarían en el caso de que, pese a todas las medidas de seguridad, alguien consiguiese todavía penetrar en la Embajada.
El último que lo logró, Otoniel Pichardo, está separado de los otros tres refugiados y recibe atención por parte de un médico español para curarle las heridas que se produjo cuando cruzó por la verja del jardín en la tarde del pasado miércoles. El ciudadano cubano sufre un herida profunda en el muslo, similar a la cornada de un toro, que a punto estuvo de afectar la femoral y, probablemente, tendrá alguna otra lesión causada al saltar desde una altura de más de tres metros.
Otoniel Pichardo tiene, según los funcionarios que han hablado con él, una idea obsesiva por salir de Cuba. Asegura no haber participado nunca en actividades contra el Gobierno de Fidel Castro, pero dice, y lo ha demostrado, estar dispuesto a cualquier cosa para abandonar la isla.
Casi a la misma hora que Pichardo ejecutaba su espectacular salto, el embajador español recibía en la cancillería cubana explicaciones sobre la nota hecha pública el miércoles contra el ministro de Asuntos Exteriores español, Francisco Fernández Ordóñez.
Pese a que la nota cubana era atribuida a las declaraciones de "un vocero" (portavoz), el primer viceministro de Relaciones Exteriores cubano, José Raúl Viera, ratificó ante Serrano su contenido y se negó a publicar posteriormente otra nota con carácter oficial para rectificar la posición del Gobierno de La Habana.
Lejos de eso, lo que se espera ahora aquí es alguna medida de respuesta por parte de las autoridades de la isla a la decisión de España de dejar en suspenso la ayuda económica a Cuba y promover una acción similar de la Comunidad Europea.
La medida española supone un fortísimo golpe económico para el régimen de Castro -España es el principal socio comercial de Cuba en el campo capitalista y, tal vez, el segundo, después de la Unión Soviética, en todo el mundo- y, más aún, un golpe político, ya que el Gobierno de Felipe González era uno de los pocos interlocutores que a La Habana le quedaban en toda la comunidad internacional.
Por estas razones, la reacción del Gobierno de la isla caribeña se puede mover ahora entre la cólera por haber perdido a un buen amigo y el pragmatismo de ceder ante quien tiene más bazas. La situación interna de Cuba aconsejaría, a juicio de fuentes diplomáticas, el segundo criterio, pero el talante y la personalidad de los más altos dirigentes cubanos hacen temer una violenta respuesta de La Habana a las últimas medidas adoptadas por el Gobierno español.
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