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La fuerza de la impotencia

Las mujeres arrastran al marido a las consultas en el 60% de los casos

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Las mujeres se quejan cada día más de que los hombres no funcionan sexualmente. La impotencia no está sola. La precede en frecuencia como disfunción sexual masculina la eyaculación precoz, que, según parece, afecta a un 35% de los hombres por diversos tipos de razones. Cuando llega la impotencia, los vanos intentos por conseguir y mantener la erección condicionan todo el encuentro sexual. Se practica aún menos la estimulación adecuada para la satisfacción sexual de la compañera, que se encuentra menos asistida que nunca en este terreno, ya de por sí muy resbaladizo para los varones.

En el 60% de los casos son las mujeres las que arrastran a los hombres a las consultas, bien con el médico de cabecera, bien con un sexólogo o urólogo. ¿Hay más impotencia ahora que antes o es que las mujeres callaron demasiado tiempo? La liberación de la mujer, dicen los sexólogos, y su reivindicación del placer sexual no es sólo la causa de que el tema haya salido a la palestra; también puede haber influido la situación de aquellos hombres que ven trastocados sus papeles tradicionales (conquistador, proveedor, superior, etcétera) y no saben adaptarse al cambio.No sólo se quejan las mujeres que conviven en pareja. Lo hacen también, y a gritos, las mujeres que quieren practicar su libertad sexual y salen a la calle esperando compartir un rato de sexo y caricias. El alcohol, lo sabe todo el mundo, fabrica impotentes. Dos copas entonan, tres bloquean el mecanismo y adiós a la sangre que debía bajar y no baja hasta el pene. El estrés, la ansiedad, la culpabilidad, la cocaína, la infidelidad, la adicción al trabajo, las ganas de ser jefe o de seguir siendo jefe o de matar al jefe son otros riesgos potenciales. La homosexualidad encubierta y el lío que los hombres llevan en la cabeza respecto a sus relaciones emocionales y sexuales con las mujeres son factores identificados, tanto por expertos como por las propias mujeres, como fuentes de esa disfunción sexual masculina.

Muchos tipos de impotencias secundarias, precedidas por un funcionamiento normal de la potencia eréctil, son coyunturales, y, al parecer, tienen un buen tratamiento mediante psicoterapia individual o de pareja. Se calcula que un 50% de las impotencias se deben a causas orgánicas.

Hay múltiples causas de impotencia. Entre ellas, enfermedades como la diabetes y los trastornos de la circulación sanguínea. En estos casos la sangre no llega a los cuerpos cavernosos del pene en cantidad suficiente para obtener primero la tumescencia y después la rigidez que permita la penetración sin ayuda de las manos. Otros porcentajes provienen de intervenciones quirúrgicas de la región pelviana (tumores del recto, pene, etcétera), de enfermedades neurológicas o del pene, de trastornos hormonales y corno resultado de la ingestión de algunos medicamentos, entre ellos los hipotensores.

Tranquilizantes

Existe una relación clara entre las disfunciones sexuales masculinas y los tratamientos neurolépticos, que pueden llegar a producir, entre muchos otros trastornos sexuales, el priapismo (una persistencia de la erección durante varias horas), que requiere a menudo una intervención quirúrgica. Es frecuente que su efecto secundario derive en una impotencia definitiva. Antidepresivos, tranquilizantes, estrógenos y quimioterapia son también agentes diversos que pueden influir en los trastornos de la potencia. Los accidentes de tráfico y laborales engrosan la lista de riesgos.Ante una consulta de impotencia, lo primero es aclarar el origen de la misma. Si psíquica, sin lesiones orgánicas, se indica un tratamiento psicoterapéutico. Terapeutas de diversas escuelas dicen obtener buenos resultados con sus técnicas. Los tratamientos suelen ser en pareja y duran un par de meses. La técnica de Masters y Johnson sigue en vigencia, pero existen otros métodos de sensibilización corporal, así como distintos artilugios, en danza -vídeos porno, vibradores, etcétera, e incluso el apoyo psicológico de aplicarle al paciente una inyección que le provoque una erección momentánea para estimular su autoestima.

En muchos casos se trata de una crisis de pareja o personal en la que la impotencia no es más que un síntoma. La comunicación de la pareja suele mejorar con la terapia conjunta y, posiblemente, esto condicione la mejora sexual. A veces la impotencia y su tratamiento sólo confirman el declive de una relación.

Para precisar un diagnóstico el paciente se somete a una serie de pruebas que incluyen una historia sexual, perfil psicológico, estudios bioquímicos, hormonales, radiológicos, análisis vasculares, examen físico, cardiocirculatorio y neurológico. En algunos casos el diagnóstico se hace combinando las pruebas de consulta con mediciones que el hombre realiza in situ provisto de sencillos artilugios. Una cinta le sirve para realizar la prueba del erectómetro. Se coloca en la base del pene, no muy ajustada, y marca, en centímetros, la tumescencia y la erección que pudiera producirse durante la noche. La penetración requiere un aumento superior en tres centímetros de dicha cinta o erectómetro, lo que indica una llegada suficiente de sangre a los cuerpos cavernosos del pene. El rigidómetro es un aparato que mide si el pene tiene la rigidez suficiente para penetrar y mantenerse erecto durante el coito.

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