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Crítica:DANZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

A través del espejo

Les mystères de SubalGallotta no engaña: anuncia el hermetismo desde el mismo título -Subal es Labus al revés, el reflejo y anverso de su célebre Doctor y, además, en forma de misterios, en su doble sentido inescrutable y ceremonial- y, desconfiando del espectador, ofrece claves múltiples en el programa explicando cómo hay que ver el espectáculo según que la imaginación de cada uno sea mayor, menor o sintonizada con la del artista. Una frase para cada una de las 21 secuencias de que se compone la obra hasta la moraleja final, atribuida al propio Subal: "El arte es una audacia que se transforma rápidamente en conserva".Es obvio que Gallotta -quien ha llegado a ser la personificación misma de la voluntad de afirmación de la nueva danza francesa de los ochenta- está en un estancamiento creador serio. Quizá la orgía de subvenciones, de coproducciones, de compromisos -ya tiene firmado un Don Juan para la Expo de Sevilla-, sumada a su proclamada vocacíón tan artístíca (viene de la pintura y va hacia el cine, con una irresistible tendencia a la verbalización) le presionan demasiado. Nunca le interesó especialmente la coreografia como forma, como lenguaje, sino el acto en sí. De ahí su ya legendaria capacidad inventiva o reveladora -el gesto cotidiano que adquiere como por azar una dimensión inesperada- y también el peligro de trivialización, de despegue abortado. Posiblemente el imponente aforo del Grec pese injustamente sobre una obra que requiere una relación más íntima con el espectador.

De Jean Claude Gallotta

Groupe Émile Dubois. Música: Henri Torgue y Serge Houppin. Coreografía: Jean Claude Gallotta. Escenografía y vestuario: Jean Yves Langlais. Intérpretes: Eric Alfieri, Mathilde Altaraz, Muriel Boulay, Jean Claude Gallotta, Pascal Gravat, Deborah Salmirs, Viviane Serry, Robert Seyfried y Jean Pierre Costanziello. Teatre Grec, Barcelona, 11 de julio.

Viñetas

El desarrollo en forma de víñetas sin apenas relación entre sí está montado sobre el contraste rítmico -cada escena de mucho ruido y agitación se corta abruptamente con una secuencia en cámara lenta, quizá por eso se dice de esta obra que es más cinematográfica que teatral- al modo de Bausch e invita a dejarse llevar por las inesperadas sugerencias superpuestas. Pero la literatura previa no sólo no ayuda, sino que dificulta la ansiada liberación de la fantasía del espectador. Se nos explica, por ejemplo, que en la sexta secuencia todos bailan claqué, ¡cielos!, ¿qué hacemos los que creíamos que se trataba del misterio de la vendimia y que lo que hacían los bailarines era pisar uvas?

Sin embargo, la mayor virtud de estos misterios es que, contrariamente a lo que suele ocurrir en cualquier espectáculo, van ganando interés o quizá agudizando la sensibilidad conforme díscurren, de manera que cuando se acerca el final -sobre todo a partir de un magistral paso a dos- casi se lamenta que termine. Los nueve bailarines -de físico verista y gama desigual y desconcertante- parecen también ahora menos ensimismados, más dispuestos a compartir de verdad el viaje. Después de todo lo que se ha bostezado result que quisiera verse de nuevo la pieza, y cuanto antes. Paradójico Gallotta.

El público que llenaba el Grec aplaudió calurosamente a dírector y bailarines, algunos de los cuales hacen también de músico en varias de las secuencias.

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