La tercera final
Beckenbauer cree tener la mejor selección de los últimos 10 años
Franz Beckenbauer, el seleccionador alemán occidental, está convencido de contar con el mejor equipo de los 10 últimos años. La RFA se presenta, por tercera vez consecutiva, en una final del Mundial. Esta tarde puede vivir una fiesta que no ha protagonizado desde 1974 o repetir un fracaso que ya comienza a ser muy habitual: perdió en 1982 y 1986, pero tampoco fue capaz de ganar la Eurocopa de 1988 en su país. Los alemanes consideran que hoy será todo diferente. Desde el primer partido han sido señalados como fasvoritos para jugar la final, junto a Italia , y han defendido esa fama pese a bajar el ritmo últimamente.
Beckenbauer está convencido de que no puede hacer nada más para construir un equipo campeón del mundo. Por primera vez en muchos años, no ha habido escándalos en la concentración. Los jugadores tienen una buena relación y sólo la aparición de Riedle, como sustituto de Völler, ha recordado los viejos fantasmas en forma de intercambio de acusaciones de egoísmo entre los delanteros. Incluso el traductor de Alemania, un emigrante italiano, es el mejor del Mundial. Traduce a toda velocidad, y las conferencias de Prensa son fluidas.El seleccionador ha construido un grupo compacto donde prevalece la disciplina con algunas gotas de creatividad. El único problema es la defensa, que únicamente en el partido ante Checoslovaquia volvió al vestuario sin encajar un gol. En busca de una solución, Beckenbauer ha cambiado la receta varias veces, para acabar jugando con cinco defensas, tres centrocampistas y dos delanteros. Kohler, Augenthaler, Matthäus y Völler forman la columna central del motor alemán. El carril derecho lo ocupan Berthold, Littbarski o Haessler, y el izquierdo Brehme y Bein o Thon, con Buchwald como jugador polivalente y Klinsmann como estilete en apoyo de Völler.
La calidad individual, sin embargo, se sacrifica en beneficio del conjunto. Beckenbauer ha reconocido que la mentalidad de sus compatriotas sería incapaz de producir un Maradona: "Los alemanes no podemos entender que un jugador pase desapercibido durante una temporada, para convertirse en un genio en un Mundial". Ese precio lo han pagado hombres como Haessler, Thon, Littbarski o incluso Klinsmann, que han tenido que reconducir su excesiva tendencia hacia el individualismo. Matthäus es el máximo exponente del jugador de gran clase que coarta su brillo personal en favor del grupo. En 1986 se pasó la final persiguiendo a Maradona, y cuatro años después, cuando ya se ha demostrado su liderazgo, es capaz de decir: "Si Beckenbauer me lo ordena, volveré a marcar a Maradona". La duda, cuando se trata de recibir órdenes, no existe.
Finalmente, Alemania es una selección psicológicamente inferior a la de Argentina. Cuando se ve agobiada, baja la cabeza y se defiende panza arriba, pero no utiliza sus grandes recursos técnicos. No se conforma con ganar, necesita arrasar al rival para sentirse satisfecha, cosa que no ha hecho en los últimos partidos. Beckenbauer se agarra a la evidencia para elevar la moral: "Esta vez es diferente. Hace cuatro años, Argentina era la favorita. Ahora lo somos nosotros".
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