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La vida viajera de Kissinger

El político estadounidense aprovecha el Mundial de fútbol para 'dar doctrina' por Europa

Henry Kissinger sigue explotando su experiencia de gobernante de Estados Unidos para viajar por el mundo impartiendo doctrina a 30.000 dólares (más de tres millones de pesetas) la conferencia. Su presencia en el Campeonato Mundial de fútbol de Italia le ha servido para hacer varios viajes a otros países europeos, entre ellos España, donde permaneció 10 horas.

Kissinger pasó por Madrid el jueves. La Fundación Ortega y Gasset y el Instituto de Empresa habían conseguido que el político norteamericano accediera a entregar el Premio Juan Lladó a la condesa de Fenosa y que pronunciara un discurso. Durante su estancia fue recibido por los Reyes, almorzó con un reducido grupo de personajes de la empresa y de la cultura, dedicó dos horas a su actividad privada en su habitación del hotel Ritz y pronunció la conferencia prevista. Aunque todo estaba organizado al detalle, hubo algunos percances que dejaron perplejo al ex secretario de Estado, que había accedido a viajar a Madrid sin cobrar sus altos honorarios.La única condición impuesta por Kissinger es que los organizadores le fueran a buscar a Turín (Italia), en avión privado por supuesto, en donde se encontraba residiendo en casa del empresario italiano Giovanni Agnelli, presidente del grupo Fiat. Y, por descontado, que fuera devuelto a Italia esa misma noche. Su presencia en los partidos del Mundial se debe sobre todo a que es vicepresidente del comité organizador del próximo campeonato, que se celebrará en EE UU en 1994.

De Turín a Madrid

Los organizadores del Instituto de Empresa tuvieron el apoyo del hombre de negocios español Javier de la Rosa, que les dejó su avión privado. Alfonso Martínez de Irujo, directivo del instituto, fue el encargado de ir a buscarle a Turín en el jet de De la Rosa, y pasadas las once de la mañana aterrizaban en Barajas, en donde le esperaba Diego del Alcázar, director de la citada escuela de negocios, con un flamante Rolls Royce azul, modelo 1958, propiedad de la condesa de Fenosa. Todo iba a la perfección hasta que, camino del palacio de la Zarzuela, a la altura del palacio de Liria, se rompió la correa del ventilador del lujoso coche de la presidenta del Banco Pastor. Los viandantes pudieron ver estupefactos cómo salía del automóvil alguien conocido. "¡Es Kissinger!", exclamaban. Y tuvo que seguir viaje en el coche de escolta que le había puesto la Dirección General de Seguridad del Estado, un Seat Málaga. La Operación Apio -así se denominaba la vigilancia prevista por la policía española y la eficacia de los escoltas hicieron posible la llega da de Kissinger a la Zarzuela tres minutos antes de la una de la tarde.

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Kissinger almorzó en la sede de la Fundación Ortega y Gasset con una treintena de personalidades españolas, con Soledad Ortega como anfitriona y comentó la situación en los países del Este. A su juicio, el presidente de la URSS, Mijaíl Gorbachov, ha emprendido un camino muy interesante, pero se encuentra en una dificil coyuntura, por la falta de apoyo de los sectores conservador y radical. "No dudo que Gorbachov vaya a permanecer algún tiempo al &ente de la política soviética, pero su poder se irá debilitando cada vez más por las necesidades de pactar con una y otra facción".

Respecto a la situación económica de la URSS, Kissinger afirmó que la deuda externa tiene casi destrozado el sistema económico y que el proceso será largo y complicado tanto en la Unión Soviética como en el resto de los países del Este de Europa. "La cultura y la tradición de esos países puede ayudar a que el desenlace sea mejor de lo previsto. Pero desde el punto de vista puramente económico, la URSS ofrece menores de garantías que México para devolver posibles créditos".

Posteriormente, Kissinger presidió el acto de entrega del Premio Juan Lladó (dijo con emoción que fueron grandes amigos en sus tiempos de embajador en EE UU) y pronunció el ansiado discurso, en el que se comprometió menos de lo que muchos esperaban. Pero el lleno fue absoluto. En España sigue teniendo fans. A las nueve y cuarto de la noche, el premio Nobel de la Paz miró el reloj y dijo: "I need to go" (me tengo que ir). Y así fue: coche-aeropuerto-sala de autoridades-jet privado-Fiumicino-Roma. Mañana, presenciará la final Alemania-Argentina. Y después, seguirá su gira mundial. Una gira que comenzó hace más de cinco años y que parece no tener fin.

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