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Garridos

El otro día soltamos a Milans por razones de edad y de buen tono democrático. La gente que cree en la libertad tiene una tendencia imparable a compartir esa libertad incluso con aquellos que pretendían acabar con ella. Por eso el general que nos puso los tanques en la cama ya está en la calle y el mundo no se ha hundido. La democracia no está exenta de memoria, pero tampoco se trata de estar permanentemente recordando al enemigo interior. Eso, si alguien lo hace, son las dictaduras. Pero la democracia es tranquilidad, también de espíritu. Y siempre es mejor un golpista jubilado contando batallitas por los parques que un símbolo viviente del golpismo rejuvenecido por las rejas de una cárcel.Ya somos capaces incluso de administrar nuestro propio pasado, ese pasado cuya digestión ha sido uno de los grandes problemas crónicos de la conv'vencia española. A recibir a Milans fueron amigos y admiradores, que los hay. Entre ellos un concejal de Alcalá de Henares del Partido Popular llamado Luis Garrido que se despachó ante las cámaras en elogios y vítores por el preso excarcelado. Desde entonces ha pasado casi una semana, y uno pensaba que es un tiempo suficiente como para expulsar a un antidemócrata altisonante de un partido que se dice democrático. Lo de Garrido es pequeño, pero la ignorancia de los Garridos es grave. Sobre todo para un partido como el PP, que se llena la boca de democracia cada vez que no le salen las cuentas electorales. Cuando a la izquierda ex comunista se le pide que enseñe la patita democrática por debajo de la puerta, cuando a la socialdemocracia se le recuerda que no va tan descamisada como debiera, cuando todo el mundo es un vendido menos los que todo lo compran, hay que saber elegir las amistades. Los amigos de Milans no son amigos de la democracia. No es por nada: sólo para saber con quién nos jugamos los cuartos y el futuro.

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