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Ortega Cano cree que el público de Madrid le odia

El enfado que embargaba a Ortega Cano al término de la corrida le llevaba a decir, primeramente, que la afición madrileña no le quiere, para después, tras una pausa, redondear: "Más que eso, el público de Madrid me odia. Y un sector del mismo, de manera muy especial".Ese sector era el del tendido 7, al que dirigió una retadora mirada durante la lidia de su segundo enemigo, que explicaba así: "Fue un toro imposible, con un peligro máximo, lo saqué a los medios y me jugué la vida con él, y encima me pitaban e insultaban". El diestro, que se considera una persona con mucha sensibilidad, afirmaba que en esos casos se desmoraliza y se viene abajo: "Máxime cuando llovía sobre mojado, pues mi primer toro, sin ser tan dificil, también fue complicado y la reacción de ese sector fue casi la misma".

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Nada, que se pareciera al toreo

Como estima que el resto de la plaza no reaccionó en su defensa cuando era pitado desde el 7, volvía a su conclusión del odio hacia su persona, por lo que añadía que se está planteando no volver a torear en Madrid. "Además, con el tipo de toro que se exige en Las Ventas", finalizaba, "es un milagro que alguno embista y se llega al círculo vicioso de que la gente se aburre y la toman contra los toreros a los que tiene manía".

Roberto Domínguez era la cara opuesta a Ortega Cano y se mostraba contento y hasta orgulloso: "Con mi segundo animal me ha ocurrido como en San Isidro con el toro de Cayetano Muñoz, que también fue muy protestado de salida y al que sin embargo logré sacarle una buena faena y cambiar las protestas por una ovación cerrada, después de fallar con la espada como sucedió hoy. Obtener eso en Las Ventas es el motivo de mi orgullo profesional".

Al vallisoletano no le gustó ninguno de los toros: "En Madrid es todavía más dificil que en otras provincias que embista un toro, y eso volvió a verse en esta corrida. Por eso estuve a punto de renuciar a ella, aunque ahora me alegro de haber actuado".

No ponerse pesado

Camino calificaba a sus dos toros de absolutamente ilidiables, por lo que presumía de haber hecho ante ellos lo que debía, matarlos pronto y sin ponerse pesado. "Tirarse minutos y minutos delante de estos toros", indicaba, "es tan peligroso y ridículo para el diestro como inaguantable para los espectadores".

El madrileño confesaba que sigue obsesionando por triunfar en Las Ventas porque ve al público muy receptivo y entregado con los pocos detalles, como una media verónica que dió ayer, que los toros le han dejado: "Por ello, volveré siempre que me lo pidan. Algúna vez me tocará la lotería de un toro que me permita el lucimiento total".

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