Corruptores y corrompidos
Ante la evidencia, en verdad detestable, que contenían las cintas, el conocido político gallego, en tono a medias descriptivo y justificante, dijo más o menos: "Hay en España tal número de elecciones que los partidos han de obtener dinero de algún sitio para afrontarlas".La frase ha sido dicha por quien, elección tras elección (sin ir más lejos, las últimas elecciones gallegas), ha roto todos los techos publicitario-electorales imaginables, lo que la convierte en un sarcasmo. La frase también sería inválida si pretendiera justificar un delito, pero se transforma en un capote, un engaño, la venta de una moto averiada, si lo que realmente intenta es señalar el fondo de la cuestión. Veamos:
La interpretación de estas declaraciones se ha convertido en un argumento que ha calado socialmente, habiendo uno tenido ocasión de oírlo hasta la saciedad en los últimos tiempos a propósito de los distintos casos que se han suscitado. Según esta apreciación, sacarle buenos cuartos a unas empresas a cuenta de las concesiones, calificaciones u otros tratos de favor se justificaría por el estado de necesidad económica en que se encuentran los partidos. Además, se argumenta, "esto ocurre en todos los países". Estos argumentos racionalizan a posteriori unos hechos repugnantes cargando la mano sobre la supuesta financiación de los partidos. En ese sentido, tales argumentos son falsamente tranquilizadores porque olvidan algunas cuestiones elementales:
1. Que estarnos ante delitos o tentativas de delitos.
2. Que los partidos son el eje básico del sistema de representación política y que su corrupción significa la corrupción del sistema.
3. Que la mayor parte de los españoles, uno lo quiere creer, no es partidaria de la italianización -en el peor, que no en el mejor, sentido- de la vida política.
Empero, lo más importante del asunto es saber el origen, el porqué, la verdadera necesidad que produce este peligrosísimo fenómeno de intercambios entre el dinero y el poder político. La tesis es la siguiente: el fenómeno de la corrupción se produce porque existe una irresistible atracción entre potenciales corruptores económicos y corruptibles políticos, que, si no se persigue y evita, acaban por meterse en la misma cama y formar una sociedad de corruptores y corrompidos de indudables beneficios comunes en perjuicio de la democracia. La parte económica del contrato adquiere así presencia política a la hora de la toma de decisiones -no nos engañemos-, no sólo de' las decisiones urbanísticas o concesionarias, también de las otras decisiones. Los corrompldos, pertenecientes a la parte política del contrato, no buscan sólo el dinero para sí, sino que inexorablemente acaban formando una red en el interior del propio partido con la intención de apropiarse de] mismo, convirtiendo la cooperativa (una persona, un voto) que los partidos constitucionalmente deben ser en una auténtica sociedad anónima donde la cosa nostra manejaría a su gusto el paquete mayoritario de acciones. Ese y no otro es el pacto de sangre al que se ha referido, como "peligro para la democracia", el presidente del Gobierno español.
Ante estos riesgos, que tocan la basamenta misma del sisterna democrático, no vale quedarse con los brazos cruzados. Es preciso actuar con leyes y actuar en las conciencias exigiendo la drástica separación entre el dinero y el poder político. No se está aquí hablando de los intereses económicos o sociales que las distintas opciones ideológicas y políticas representan, sino de intereses de grupo y hasta de secta que no se ventilan en las elecciones, sino que, según parece, han comenzado a funcionar rampante y extraideológicamente, cosa que ha Puesto en evidencia la penosa literatura contenida en las cintas transcritas.
Actuar con leyes, mejorando o exigiendo que se cumplan rigurosamente las vigentes. Mas no conviene equivocarse al respecto: más importante que las normas jurídicas es el espíritu de las leyes. Sin la existencia de ese espíritu, de esa conciencia, en la sociedad y especialmente en el seno de los partidos, dentro de los medios de opinión pública, difícilmente la acción de jueces y fiscales va a llevar a sitio alguno que no sea la sensación de metástasis que actualmente se percibe. Definitivamente, no está escrito en ninguna estrella que una "moderada corrupción" -como se ha dicho- sea un precio que es preciso pagar en la democracia. No hay corrupción moderada, ésta tiende a colarse, como el gas, por todas las rendijas hasta ocupar todo el espacio y ahogar, dulce y lentamente, el sistema político y con él la convivencia democrática.
es presidente socialista de la Comunidad Autónoma de Madrid.
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