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El maremoto islámico

La victoria del Frente Islámico de Salvación (FIS) en Argelia ha tenido el efecto de un maremoto. Su victoria ha sido tan impresionante como elevado el número de abstencionistas: 40%. El FIS ha obtenido el 65% de los votos de los argelinos que han ejercido su derecho de voto. En relación con los electores inscritos, esta cifra representa alrededor del 43%. Es importante, pero demuestra también que el 57% de los argelinos en edad de votar no están a favor de un islam radical.Esta victoria plantea dos grandes cuestiones: ¿qué ha sucedido?, ¿qué sucederá mañana? Evidentemente, los argelinos, al igual que en los países del Este, han dicho no al partido único, a la corrupción y a la burocracia. El presidente Chadli Benyedid tiene cierta responsabilidad en esta evolución: en lugar de comenzar el proceso de democratización en frío tras su elección, en 1979, ha pasado a actuar en caliente después del terremoto provocado por los motines de octubre de 1988 sofocados en sangre.

Por otra parte, esperando beneficiarse de la infraestructura del FLN para transformarlo en el partido dominante, como en Túnez y Egipto, ha dejado a las nuevas formaciones democráticas muy poco tiempo para reestructurarse, mientras que el FIS, alentado por Abasi Madani, disponía de la red de mezquitas y de una implantación subterránea cuya importancia eficiencia no había medido el poder.

Los dos jefes históricos, Ayt Ahmed y Ben Bella, han cometido, por su parte, un error no menos histórico al pedir la abstención a fin de derribar a un FLN debilitado y desacreditado, designándolo como el adversarlo principal. Ahora bien, la estrategia adecuada hubiera sido jugar al juego de la democracia para consolidarla participando al máximo en las primeras elecciones libres y abiertas desde 1962.

De hecho, con motivo de la firma del tratado que establecía la Unión del Magreb árabe, el 17 de febrero de 1989, los cinco jefes de Estado habían llegado a un acuerdo verbal según el cual se comprometían a tratar concertadamente el control del islamismo. El Gobierno argelino no parece haber respetado este compromiso al legalizar al FIS como partido político, al contrario que sus vecinos.

¿Qué sucederá mañana? Son muchas las incógnitas y los argumentos posibles:

1. La función del Ejército. Nacido fundamentalmente del pueblo, el Ejército, aunque dividido, deja que el proceso democrático continúe cualquiera que sea el resultado. Pero la fracción modernista hostil al FIS podría también tomar como pretexto eventuales desórdenes, espontáneos o provocados, para asumir el poder y disolver todos los partidos.

2. Que los partidos democráticos se organicen sólidamente para hacer frente al FIS. Que, con motivo de elecciones bien para una Asamblea constituyente o para la renovación de la Asamblea legislativa, se esfuercen en movilizar a los abstencionistas y en recuperar los votos de los electores del FIS que sin ser militantes fundamentalistas han votado a dicho partido a fin de castigar al FLN. De esta forma impedirán que el FIS, a pesar de su poder municipal y regional, se apodere de las palancas de mando a nivel de Estado. No obstante, la sociedad argelina corre el riesgo de quedar dividida en dos.

3. Que el FIS confirme su victoria en las próximas elecciones legislativas. En este caso, se presentan tres hipótesis en función de los resultados. Que se instaure una cohabitación -deseada actualmente tanto por Chadli Benyedid como por Abasi Madani- entre el jefe del Estado y el FIS. O bien que el FIS se alíe con Ben Bella, que le serviría de mascarón de proa en la elección presidencial. O, por último, que Abasi Madani se sienta lo suficientemente fuerte como para prescindir de estos dos hombres, alejar a sus rivales potenciales como Alí Belhay, predicador figura del FIS, e imponerse como jefe supremo.

En este caso hay el riesgo de que la presión islámica se haga fuerte en Túnez, y en menor medida en Marruecos. En efecto, el movimiento Ennhada (antiguo rnovimiento de tendencia islámica), bien implantado en Túnez, puede beneficiarse de las decepciones engendradas por la limitada democratización llevada a cabo por el presidente Ben Alí, para imponerse como el FIS en Argelia. Por el contrario, seguro de su legitimidad y de su cargo de comendador de los creyentes, el rey Hassan II está en mejor situación para resistir.

Si el contagio islámico se extendiese al Magreb, ¿se iría hacia un enfrentamiento Norte-Sur? Por el momento, los dirigentes del FIS han repetido en todos los tonos que Argelia no es Teherán. Es cierto. La noción de jerarquía (dominada por un imam y los ayatolás) tan fuerte entre los shiíes iraníes es desconocida en el islam suní. No es menos cierto que los principios de base que guían a los fundamentalistas son los mismos en todos los lugares. Estos últimos han demostrado tanto en Irán como en Sudán que tienen estrategias para la conquista del poder, pero desgraciadamente no tienen verdaderos proyectos para una sociedad moderna en el marco del islam.

El balance de 10 años de jomeinismo en Irán es elocuente: más de dos millones de iraníes, principalmente los ejecutivos, han elegido el exilio; el PNB ha descendido un 50% y las inversiones un 35%; el rial ha perdido el 1.800% de su valor en relación con las divisas fuertes, y el desempleo y la corrupción son mayores que en la época del sha; lo cual, no obstante, no justifica los errores del régimen imperial.

Una primera consecuencia de la victoria de los fundamentalistas será un incremento de la fuga de cerebros hacia Europa. Esta fuga, en lo que al Magreb se refiere, es desde hace 25 años de 10.000 cada año (ingenieros, médicos, profesores, técnicos cualificados, empresarios), de los cuales 5.000 son sólo de Argelia (véase el capítulo 'Los desafíos del modernismo' en mi último libro, Le grand Maghreb, des indépendences á l'an 2000. La Decouverte. París, 1990). Ahora que las inversiones occidentales estaban en fuerte descenso en el Magreb desde hace algunos años, la tendencia corre el riesgo de acentuarse. De hecho, es precisamente el desarrollo, las inversiones y la creación de empleo lo que impedirá o reducirá la emigración clandestina.

Sería ilusorio creer que puede levantarse un telón de acero en el centro del Mediterráneo para separar una Europa próspera de un Magreb desheredado. La CE se enfrenta por tanto a una situación nueva que no puede ignorar, porque la geopolítica establece una interdependencia entre los destinos de la orilla norte y de la orilla sur. Los Estados de la CE -todos los Estados y no solamente los hermanos latinos- deberán tener en cuenta por tanto las evoluciones que están aconteciendo en el Magreb, a fin de dirigir lo mejor posible el futuro, dando pruebas a la vez de realismo y de imaginación.

es director del Centro de Estudios Contemporáneos de Oriente de la Universidad Nueva Sorbona, de París.

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