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Suráfrica, porvenir responsable

FREDERICH G. CONRADIESuráfrica se ha adentrado en una nueva era que, en opinión del autor, necesita urgentemente del reconocimiento y ayuda internacionales. Y muy concretamente de la Comunidad Europea, que en la próxima cumbre de Dublín habrá de pronunciarse sobre las reformas implantadas por Frederik de Klerk.

El desafío con que se enfrenta Suráfrica es el de llegar a ser un país en la diversidad. Los surafricanos de todas las razas deben trabajar por la reconciliación política y la prosperidad económica. La reconciliación política se ha hecho posible por las iniciativas del presidente Frederik De Klerk expuestas en sus declaraciones en el Parlamento surafricano el pasado 2 de febrero, que condujeron a la legalización de las organizaciones de la oposición extraparlamentaria más importante, incluyendo al Congreso Nacional Africano (ANC) y al Partido Comunista Surafricano.El panorama político surafricano se alteró fundamentalmente por estos cambios, que tuvieron como objetivo la reestructuración total de la sociedad surafricana a través de la adopción de una nueva Constitución negociada que asegure:

- Una sociedad equitativa y justa, sin discriminación ni dominación.

- Un voto del mismo peso para todos.

- Participación de todos en el Gobierno a todos los niveles.

-Eliminación de la discriminación basada en el racismo.

- Efectiva protección de los derechos de los individuos y las minorías.

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Para facilitar la participación de todos los que busquen soluciones pacíficas se ha normalizado el proceso político, permitiendo, entre otras cosas, la protesta pacífica y la eliminación de obstáculos para la negociación. De acuerdo con su compromiso de crear una sociedad democrática, el Gobierno o bien ha abolido las leyes segregacionistas que perduraban o ha indicado claramente cómo tratará los pocos vestigios de las antiguas leyes. En esencia, los últimos casos se someterán a las negociaciones multipartidistas en las que se determinará la forma en que cambiará la Constitución, con el fin de recoger las aspiraciones democráticas de la mayoría de todos los surafricanos. Por consiguiente, ya no es necesario entablar la batalla al apartheid. Los hechos y las implicaciones del cambio político en Suráfrica son de tal alcance y tan profundo que no se puede producir la marcha atrás, al menos en lo que concierne al presidente De Klerk.

Precio político

No obstante, debería hacerse una seria advertencia: todos aquellos que deseen que De Klerk triunfe en su tarea de llevar a Suráfrica a poseer una Constitución democrática negociada totalmente nueva debería fijarse en el precio político que ya está pagando con la forma con que crece la disidencia de la extrema derecha. Por ello, resulta peligrosa la insistencia de Nelson Mandela y del ANC de que la denominada "lucha armada" debería continuar. Sus peticiones en este sentido contrastan fuertemente con su aireado compromiso con un proceso pacífico, y hace, cada vez más dificil al Gobierno de De Klerk justificar ante sus seguidores su proceso de reforma política.

E] reconocimiento positivo y el apoyo a la política del Gobierno por parte de otros países fortalecería en el interior la posición de De Klerk y disminuiría la posibilidad de una reacción blanca contra el Gobierno surafricano al demostrar que su política produce resultados positivos y concretos en vez de no tener nada que ofrecerles.

Lo que vale para la Europa oriental vale también para Suráfrica. El cambio político y la democratización deben ser apoyados, acompañados y estimulados con la expansión económica. Es poco probable que se consiga un acuerdo político surafricano a través de la negociación sin la esperarza de una pauta económica aceptable. La economía surafricana ha de ser revitalizada, y se necesita una tasa de crecimiento mínimo del 5% anual para enfrentarse con el rápido aumento de la población y con las expectativas, crecientes dentro de un nuevo clima político de los menos favorecidos.

Un destacado hombre de negocios surafricano explicó la opinión comúnmente compartida de que debería conseguirse para todos:

- Una economía en crecimiento capaz de generar recursos para satisfacer las necesidades socioeconómicas.

- Una economía fuerte y diversa que cree más riqueza, que compita con éxito en los mercados internacionales y que atraiga la inversión extranjera.

- Significativas oportunidades económicas productivas para todos los surafricanos con el fin de que participen en la creación de riqueza.

- Una más equitativa distribución de los recursos.

- Eliminación de los desequilibrios raciales en la economía a través de la igualdad de oportunidades.

- Crecimiento de la prosperidad nacional e individual, por ejemplo, mejorando los niveles de vida.

- Libertad para que todos promuevan sus propios intereses como productores, consumidores y creadores de riqueza.

- Una política efectiva para combatir la pobreza y el desempleo.

Lo lejos que estamos de estas metas se demuestra con el hecho de que, según las estadísticas del Banco Mundial, la renta per cápita de Suráfrica es de unos 2.000 dólares, lo que la coloca detrás de Polonia, Brasil y Uruguay, y resulta ilustrador saber que en los pasados cinco años Suráfrica pasó de un lugar con una renta media alta entre los países en vías de desarrollo a tener una renta inferior a la media. Esto es el resultado de un crecimiento del PNB de sólo el 1,5% anual mientras que en la década de los ochenta creció la población casi el doble. La cifra de crecimiento del 5% apuntada más arriba resulta decisiva para que Suráfrica pueda conseguir niveles de vida más altos para su población en rápido crecimiento y compensar la falta de equilibrio social del país.

Incluso con una visión superficial de estos hechos se pone de manifiesto lo imprudente de la política extranjera, que obstaculiza el crecimiento tan necesario de Suráfrica. Los países europeos -y otros también-, que dicen que quieren un arreglo político pacífico en Suráfrica, pueden ayudar -en lugar de obstaculizar-, primero mejorando el clima de inversión por medio del reconocimiento público de los cambios políticos realizados, en segundo lugar, reduciendo las restricciones sobre la inversión de capital por parte del sector privado, promoviendo la inversión en proyectos determinados, canalizando ayudas para los programas educativos, de vivienda, sanidad y otros de mejoramiento social.

Igual de imprudentes y contradictorias son las tácticas con que el ANC trata de influir a sus seguidores en el exterior de Suráfrica. Dentro del país es improbable que tales tácticas resistan un examen minucioso, y el presidente De Klerk pidió al ANC que explicara la posición contradictoria que adoptó respecto de la economía. El pasado día 7 señaló en el Parlamento que "Mandela dijo en una reunión en Botsuana el 5 de junio que el ANC deseaba conseguir una democracla no racista con una economía fuerte" para Suráfrica. ¿Cómo encaja el ANC este deseo con sus peticiones continuadas de sanciones contra Suráfrica? ¿Se da cuenta, en realidad, de que las sanciones perjudican las perspectivas economicas de todos los surafricanos? ¿Cómo el ANC compagina sus continuadas declaraciones en pro de la nacionalizaclón de sectores importantes de la economía con sus declarados deseos de construir tina economía fuerte?

La preocupación de Mandela y del ANC por la nacionalización y la ambigüedad respecto de una economía de mercado está empezando a alejar a los seguidores del ANC y a menguar la confianza del mundo empresarial. En el momento en que menos puede permitírselo el país, esta situación sólo puede servir para retrasar la recuperación económica, que es condición previa de un acuerdo políticamente negociado.

Umbral de una nueva era

Suráfrica está en el umbral de una nueva era. Con excepción de unos pocos partidos y movimientos políticos, existe ya un amplio consenso sobre un hecho único: la nueva Suráfrica debe posibilitar la participación y la seguridad de todos sus pueblos de una forma justa.

El éxito o fracaso de Suráfrica en la consecución de su objetivo tendría implicaciones en toda la región del África meridional y aun de Africa, así como en países de otras latitudes del mundo para los que los suministros de esta región resultan vitales. La prosperidad de la economía surafricana es esencial para el progreso, si no para la supervivencia, de otros Estados del Africa austral. El porvenir de Suráfrica necesita un tratamiento responsable y desechar los clichés del pasado. Pedimos un apoyo concreto que nos ayude a cumplir estas responsabilidades.

es embajador de Suráfrica en España.

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