La fiebre del pulverizador
Una contagiosa fiebre se ha extendido, como medieval peste, entre los chavales y la muchachada de esta localidad madrileña de Alcorcón. Me refiero concretamente a la fiebre del pulverizador, a punto ya de agotarse sus existencias. Con un afán y emulación dignos de mejor causa, la chavalería alcorconera se viene dedicando desde hace tiempo a decorar infatigablemente muros y paredes, tapias y fachadas de las casas y edificios de la localidad, llenándolas de pintadas y chafarrinones.
Al primitivo y subterráneo arte rupestre, por lo visto, ha venido a suceder esta moderna expresión pictórica al aire libre, que de arte no tiene nada y que produce sólo pena y desagrado en quien lo contempla. ¿Será esto quizás el precio del progreso?
Habría que proponer a las autoridades del municipio, a los maestros y padres en general de estas criaturas, que les ofreciesen mejores cauces para la creatividad reprimida de los mismos, para que pudiesen desahogar sus reprimidas tendencias pictóricas, y así quizá llegasen a ser un día no muy lejano sucesores dignos de Miró, Dalí, Picasso o del genial Velázquez. ¿Por qué, sin ir más lejos, los padres y maestros de estos precoces genios de la pintura no les ofrecen amablemente las paredes y muros de sus propias casas, colegios y habitáculos, para que hiciesen sus ensayos y pruebas, antes de que sigan decorando las de los demás vecinos y contribuyentes?
Una iniciativa plausible, que brindo desinteresadamente al concejal de Cultura de nuestro Ayuntamiento, podría ser la de brindarles las paredes de la casa consistorial.
Lo único lamentable es que, a este paso, no va a quedar sitio en nuestra localidad para cuando los grupos políticos, sindicales, empresariales o vecinales quieran hacer sus pintadas tan bonitas llamando a los ciudadanos a la huelga, a la manifestación o a la protesta ciudadana.-
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.