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Rojas, González, Márquez

Juan Cruz

Rojas, Rodríguez, González. Mucho hispano en el Ike, este barco tan típicamente norteamericano. No había hispanos entre estos pilotos de élite, pero estaban desperdigados por cualquier servicio. Había incluso -en el Ticonderoga- un español, Higinio Márquez, de Güímar (Tenerife), de 27 años, encargado de que funcionen bien las turbinas. Todos con un temor en el cuerpo: que se atasque la catapulta que hace posible el despegue de los aviones: "Es el momento más peligroso", dice el comandante de F 18 John Sandknop, de 42 años, también de Missouri, "pero vivimos con esa emoción del peligro y eso no nos detiene. ¿Si lo dejaría por una finca en mi pueblo? No, qué va: el aire es lo mío".Barton Bernales, teniente, de 29 años, de ascendencia peruana, trabaja en la DIA, que es la CIA militar. "Hago informes, cuento qué pasa, y se los paso al almirante y al capitán. Sólo hemos jurado defender la Constitución, pero por supuesto que hay altos secretos sobre los que de hemos mantener un silencio impenetrable". A los políticos, que consideran que pueden entorpe cer el desarrollo de su labor, no los miran con buenos ojos, aun que lo disimulen. Dusty Tubbs, de 43 años, teniente, que estuvo en la guerra de Vietnam: "Nos impidieron ganarla: no quisieron que cruzáramos líneas que eran vitales para vencer. Fue una pérdida de tiempo. Y también una vergüenza: no pudimos hacer nada, ni siquiera ayudar adecuadamente al Ejército de Vietnam del Sur". Hay visiones de mayor catástrofe: "Fue largo, caliente, húmedo y decepcionante". Lo dice el capitán del Ticonderoga mientras nos muestra las ametralladoras capaces de disparar 3.000 balas en un minuto.

En el Ticonderoga hay 360 tripulantes encargados de engrasar esta sofisticada máquina de disparar. Protegen al Eisenhower y le siguen a todas partes suministrándoles los datos que recoge su radar. Ángel González, puertorriqueño ("¿que si yo invadiría Puerto Rico en un caso de emergencia? Ni hablar, soy puertorriqueño antes de que norteamericano, y si me'oligan diría adiós muy buenas") es un técnico en la detección de submarinos. Tiene 23 años, una gran pasión por Calderón y por García Márquez, y una gran consciencia del silencio: "Claro que hemos detectado muchos submarinos, amigos y enemigos, pero eso es habitual, están en todas partes". ¿Y qué hacen con los enemigos? "Saber que están, simplemente". ¿Y cómo saben que es amigo o enemigo? "Tenemos maneras".

Colocados como en una discoteca, los misiles aguardan su turno, impasibles, en la bodega que nos enseña el capitán del Ticonderoga. Todos tienen sus nombres, "pero los que se dispararían de verdad son anónimos, carecen de nombre". Pedro Antonio Rodríguez, también puertorriqueño, de 31 años, con cinco de experiencia en el barco, fue uno de los que participó en el bombardeo contra Gadafi. ¿Su impresión, su recuerdo? "Hubo miedo al principio, pero después todos hicimos lo que había que hacer" ¿Y su resumen? Responde con su acento más profundo: "Estuvo güeno".

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