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FERIA DE SAN ISIDRO

El toro que tenía cuatro orejas

Santamaría / Cuatro rejoneadoresToros para rejoneo, exageradamente desmochados: cuatro de hermanos Santamaría, tres mansos de solemnidad, 3º manejable; 5º y 6º de Manuel Sánchez Cobaleda, que dieron juego, 6º bravísimo. Manuel Vidrié: rejón contrario, pinchazo, rejón contrario muy trasero y bajo, pinchazo sin soltar, rejón trasero -aviso- y dobla el toro (ovación y salida al tercio). Antonio Correas: un rejón (ovación y salida al tercio). Ginés Cartagena: rejón atravesado que asoma, rueda de peones y rejón contrario (vuelta). Fermín Bohórquez Domecq, nuevo en esta plaza: rejón trasero y rueda de peones; mata el sobresaliente Manolo Gómez de estocada (silencio). Por colleras: Vidrié (con Correas): rejón muy trasero caído (vuelta). Cartagena, pinchazo y Bohórquez rejón en lo alto (dos orejas); salieron a hombros por la puerta grande.

Plaza de Las Ventas, 26 de mayo. 16º corrida de feria. Lleno de "no hay billetes".

Ginés Cartagena y Fermín Bohórquez salieron a hombros por la puerta grande y llevaban cada uno dos orejas del último toro. ¡Hola! ¡Un toro con cuatro ore jas! Esto es nuevo en el reino animal. Toros con cuatro orejas constituyen un hallazgo enrique cedor: los toros con cuatro orejas sírven, de momento, para guisar cuatro ollas de judías con oreja. Aunque toros con cuatro orejas no son una especie tan rara, si bien se mira. Toros con cuatro orejas son el fruto natural del rejoneo por colleras. Si el rejoneo por colleras luce, el público pide dos orejas y hay en el palco un presidente triunfalista que las da, los rejoneadores cortan cada oreja por la mitad convirtiéndolas en cuatro, y así justifican la salida a hombros por la puerta grande, reservada sólo a los toreros que hayan cortado, efectivamente, dos orejas. También es verdad que a cualquier presidente respetuoso con el reglamento y con la categoría de la plaza cuyo palco ocupa, ni se le ocurriría semejante chapuza interpretativa, pero el palco lo ocupaba Luis Espada, y ya es sabido que cuando preside Luis Espada. la puerta grande se convierte en, un coladero y Las Ventas en una plaza de pueblo.

El toro de las cuatro orejas, precioso Cobaleda berrendo en negro lucero calcetero, tenía una bravura excepcional. Pocas veces se habrá visto ura toro con embestida tan fija, codiciosa, larga y sostenida. Ahora bien, si llega a saber lo que que le esperaba, habría mmoderado sus ímpetus. Pues lo que le esperaba era un palizón de muerte, dos rejoneadores perfectamente calculados y sincronizados para acribillarle los lomos sin solucIón de continuidad, hasta dejarle medio despanzurrado bajo un arsenal de banderillas, farpas y florones de diseño diverso.

La bravura del toro, el oficio de la collera, la espectacularidad de Cartagena, la eficacia de Bohórquez, el delirio del público y la incompetencia de Luis Espada provocaron las cuatro orejas y todo lo demás. Un epílogo demasiado triunfal para lo que había sido la corrida, por cierto. Pues la corrida transcurrió en un tono gris cenizo, si se exceptúa la actuación de Cartagena en solitario, que fue muy torera, templada, espectacular y cuando prendía banderillas en la suerte contraria que llaman del violín, arrebatadora.

El resto no pudo ser brilante por culpa de los toros, cuya mansedumbre les aquerenciaba en tablas. Vidrié recurrió al auxilio de los peones para que le resolvieran el problema. Correas toreó bien mientras el toro estuvo en los medios y mientras perma necía aculado en la barrera a la defensiva, le banderilleó meritoriamente al sesgo. Por colleras, ambos rejoneadores actuaron muy desiguales. Bohórquez apenas pudo clavar nada, porque su toro fue el peor.

El toro de Bohórquez lo mató el sobresaliente, Manolo Gómez. Y lo hizo de certera estocada, después de un enjundioso macheteo, el de verdad, el de toda la vida, el que consiste en pasar al toro por bajo y de pitón a pitón toreándole gallardamente, sin necesidad de acecharle en cuclillas. Cuaja ese macheteo uno que yo me sé, y ahora estarían diciendo que había resucitado Joselito el Gallo. Y le habrían dado las dos orejas, ¿qué digo dos?, ¡las cuatro!, si está allí Luis Espada para consumar la desconcatenación de los exorcismos.

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