Distinta y siempre la misma
El espectáculo que brindó Rocío Jurado a sus incondicionales -por rigurosa invitaciónperseguía al menos dos objetivos: presentar su disco, Rocío de luna blanca, y demostrar que ella puede cantar las canciones de José Luis Perales con su estilo rasgado y potentísimo. Podría añadirse un tercer objetivo quizá malévolo: enseñar su cintura, que sostiene sobre sí las emociones de la canción y los sentires antiguos, secretos, del flamenco, que, como niños tras los visillos, se dejaban ver y no. Nadie piense mal de la metáfora, que lo que había que ver, se vio.Comenzó, después de una brillante y una pizca extensa introducción de Antonio Gala, cantando sus éxitos de siempre: Paloma brava, Como una ola, Como yo te amo..., ante el delirio del público, particularmente de un caballero del patio de butacas al que casi hubo que sujetar para que no asaltase el escenario mediadas todas las canciones al grito de: "No digas namás, Rosío. No digas namás, mi arma". Segura sobre el escenario como una roca, fingía debilidad y duda, en un juego de seducción con su gente en el que todo son sobreentendidos, renovados cada vez por la emoción.Segunda parte. Rocío llegó de novia con una flor roja en la mano. Contó de su "responsabilidad", de sus "nervios", y de la "importancia" de este disco.Una luna blanca apareció sobre el fondo del escenario. Volcán de amor y fuego, en la que Rocío se pregunta: "¿de qué me debo arrepentir / si no hay pecado en el amor?", fuerecibida con grandes aplausos. Se notó el cambio; las canciones de Perales, sus letras más discursivas, suponen un reto para Rocío Jurado, para incorporarlas del todo a su estilo.
Rocío de luna blanca
Recital de Rocío Jurado. Teatro Lope de Vega. Madrid, 24 de mayo.
Las nuevas canciones sujetan el ímpetu de la cantante, la retienen mucho más que sus anteriores éxitos y la obligan, más que al fraseo en el que es maestra, a ciertos tonos bajos que en directo no la dejan sentirse del todo a gusto. Esto le hizo repetir una canción, en ungesto de indudable valor estético y profesional. Naturalmente, la repetición fue mucho más Rocío que la primera. Esto, posiblemente, irá pasando con todo el nuevo repertorio, que cada vez será menos de José Luis Perales y más de Rocío Jurado, pues ella, que quiere ser distinta, no puede dejar ser siempre la misma.
El exceso de clavelazos, que cualquier día nos dejan sin artista, es el único apunte negativo en un recital apasionado.
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