El oficio de ser porteño

El músico argentino Lito Vitale lleva camino de convertirse en todo un fenómeno, porque como tal cabe calificar a un artista que, tocando música instrumental y no disponiendo del respaldo de una multinacional ni del beneplácito de las radiofórmulas, logra vender en pocos meses miles de discos. Responsable de lo sucedido es una radio pública que apostó desde el primer día por Vitale, demostrando que, en sus momentos de mayor lucidez, este tipo de emisoras pueden ser capaces de asumir la necesaria función de dar a conocer músicas supuestamente minoritarias. Lo cual no significa que éstas sean marginales, pese a la contumaz y sospechosa tendencia que tienen algunos de querer asimilar ambos conceptos.Aunque el primero de los dos conciertos madrileños coincidía con la actuación de Phil Collins, Lito Vitale congregó a buen número de aficionados. La grabación del recital por parte de televisión obligó a mantener el escenario fuertemente iluminado y a un siempre molesto trajín. Tampoco la sonorización estuvo a la altura, pero ni lo uno ni lo otro logró impedir a la mayoría de los asistentes disfrutar con la presencia de su anhelado cuarteto.

En la música de Lito Vitale resulta posible reconocer las más diversas herencias: el pop, las raíces andinas, el legado de la música clásica, el blues, rescoldos del llamado rock sinfónico, el espíritu de Gato Barbieri, así como cierta melancolía; no en vano Lito ha crecido en la tierra que vio nacer al tango. Y vestido de negro se presentó, igual que lo hubiese hecho su admirado Astor Piazzolla. Por extraño que pueda parecer, de todas esas mezcolanzas surge algo con carácter propio, que no es una simple suma de elementos dispares.

En directo, el cuarteto deja algún margen a lo inesperado, pero sin excesivos lucimientos personales que pudieran romper el equilibrio de unas composiciones dotadas de sentido de la progresión. Interpretaron los mejores temas de sus dos discos públicados en España y Vitale ofreció en solitario, una introspectiva improvisación empleando los múltiples recursos de sus teclados e incluso unas vocalizaciones al estilo de las que su compatriota Pedro Aznar aporta al grupo de Pat Metheny y Lyle Mays Ese amigo del alma, dedicada a este último, y sin duda su pieza más sobresaliente y emotiva puso fin al concierto de este músico porteño que con la citada obra corre el riesgo de haberse colocado el listón muy alto.