Contrarreloj entre la vida y la muerte
El 70% de los ingresados en cuidados intensivos se recupera
Diversos estudios empiezan a demostrar, en contra de la leyenda, que la estancia en una unidad de cuidados intensivos (UCI) no crea más problemas de estrés que en otra planta hospitalaria. Ni para los enfermos, el 70% de los cuales recupera su actividad normal, ni para el personal sanitario que lucha contrarreloj entre la vida y la muerte. La vida en la UCI sólo se endurece a la hora de comunicar un fallecimiento o de decidir cuando ya no se justifica la utilización indefinida de recursos para mantener la vida de un paciente clínicamente muerto.
El trasfondo doméstico de la vida en una UCI fue colándose, entre balances y aportaciones científicas, durante la XXV reunión nacional de la Sociedad Española de Medicina Intensiva y Unidades coronarlas (SEMIUC), celebrada recientemente en Madrid. Conocer su propio lenguaje ayuda a definir la labor que desarrolla el personal sanitario que trabaja en cuidados intensivos. Los médicos intensivistas invierten una parte importante de su quehacer diario en categorizar" -clasificar- a los pacientes en función de su estado. Casi en solitario, en ausencia de comités éticos sobre la eutanasia, deben decidir cuando un enfermo ha pasado de "cuidados intensivos" a "cuidados excesivos"."La hora de oro" se considera a los 60 minutos inmediato a la producción de un politraumatismo, por su importancia en la salvación de la vida de la víctima. Los accidentes de tráfico hoy suponen la segunda causa más importante de ingreso en una UCI, la primera de fallecimiento en niños y adolescentes. Con cierto humor negro, Francisco Murillo, especialista en medicina intensiva del hospital sevillano Virgen del Rocío, llama "donocicletas" a las motoclicletas que, en cuestión de segundos, convierten a un joven sano en un posible donante de órganos.
Sin rencores
Actualmente el 30% de los ingresos en las UCI de grandes hospitales corresponden a enfermos coronarios, el 20% a politraumatizados, seguidos de pacientes postquirúrgicos, con complicaciones respiratorias e intoxicados. Por término medio los enfermos permanecen 8 días en una UCI y los índices de supervivencia alcanzan al 80% de los ingresados. Siete de cada diez recuperan su actividad normal en el plazo de dos años.La estancia en la UCI -ventilación mecánica, alimentación intravenosa, sondaje, monitorización cardiaca permanente o drenaje de heridas quirúrgicas, entre otros tratamientos- no parece alimentar especial rencor en los pacientes. "Paradójicamente, no nos odian demasiado al salir de la unidad", comenta Juan Antonio Gómez Rubí, jefe de la UCI del hospital universitario Virgen de la Arrixaca, de Murcia, y presidente de la junta directiva de la SEMIUC.
"Diversas encuestas nos revelan que la mayoría se ha sentido protegido y no recuerda los tratamientos dolorosos", explica. Los enfermos no olvidan generalmente, las intervenciones efectuadas sin sedación, indispensable, según los especia listas, para evitar vivencias negativas. Con idéntico objetivo se observa en los grandes hospitales una tendencia progresiva a facilitar el contacto del paciente con sus familiares.
Ansiedad y agotamiento
Según un estudio comparativo, los índices de depresiones, estrés, ansiedad o agotamiento entre el personal de la UCI no difieren sustancialmente con los obtenidos en un departamento de cirugía. Durante lo primeros seis meses de actividad se constata entre los sanitarios una pérdida de la capacidad de percepción global y de resolución de los problemas que se recupera aproximadamente al año, sin consecuencias asistenciales.Los especialistas en medicina intensiva, cerca de 1.500 en toda España, dicen acostumbrarse a todo, o a casi todo, aunque algunos admiten abiertamente no haber superado todavía los 300 metros que les separan de la sala donde acaba de ingresar una urgencia. Se refieren al imprevisto, característica definitoria de esta profesión; al abanico de patologías posibles con las que deben enfrentarse, siempre a caballo entre la vida y la muerte.
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