El poder y la búsqueda de la verdad
Concluye el autor que "hemos de ayudarnos a leer críticamente para que cada persona se realice en reflexión oral libre y eficaz". Lo que, a su vez, requiere que el poder personifique el bien público y la búsqueda insobornable de la verdad.
Pienso que la especialización animal del homínido haciéndose hombre, al incorporar la palabra a la acción y experiencia animal lo que realmente consiguió fue elevar ésta (dentro de las fronteras infranqueables que impone la naturaleza animal) a un grado cualitativamente superior de eficacia y de posibilidades. Hemos visto que los animales actúan sobre su medio animal abstrayendo y generalizando por la naturaleza a la vez diversa, discontinua y regular de todo medio animal, siempre estructurado en especies, y que en el curso de la evolución ha ido modelando la conducta específica y siendo modelado por ella lentísimamente a escala humana. Es evidente que la capacidad de abstraer y de generalizar de los individuos de una especie no puede rebasar de lo que permite y exige esa misma complejidad en especies propia de su medio específico. Pues bien, esta barrera infranqueable que, en cuanto medio animal, el medio específico de los homínidos oponía al libre ejercicio de su capacidad de abstraer y generalizar (*), se derrumba al acceder, con la palabra, al medio social humano, en el que la conducta individual en términos del medio social y viceversa se complejizan, incluso desde su perezoso origen, con un tempo mucho más rápido que el que es propio de la evolución de las especies.Desde su origen, la palabra es el componente rector de la cooperación humana frente a la naturaleza. La cooperación así conducida se eleva a formas cada vez más eficaces y complejas. A su vez, el progreso de la actividad cooperante exige el de los idiomas que primigeniamente hubo de ser un trasunto, paso a paso, de las conductas sociales comunes, generales, cuya complejización de estereotipos hubo de requerir un léxico cada vez más abundante y abstracto y el afinamiento de las relaciones sintácticas. Hay que señalar que esta cooperación en toda suerte de relaciones ha de someterse a establecer discontinuidades que se produzcan con la regularidad que exige la naturaleza animal del hombre. La actividad social humana (como la del animal en su medio estructurado en especies) ha de ritualizarse para mantenerla viable, esto es, por donde todo hombre se guíe realizando fácilmente abstracciones y generalizaciones correctas.
La interiorización de la palabra oral. Cuando la actividad social adquirió cierta complejidad, la palabra (al servicio de la cooperación) se interiorizó, aprendió a dirigirse exclusivamente para el que la emite, en la reflexión. Con la reflexión, la palabra, de ser el vínculo que traba el medio social, pasó a constituirse, ella en sí, en medio social privativo de cada hombre que, así, lleva siempre consigo el medio humano al que actualiza ejerciendo in mente sobre él la capacidad de cada uno de abstraer y de generalizar y de hacerlo realizándose en experiencia social, a saber, recordando dirigidamente el medio social, analizándolo, enjuiciándolo y previniendo la mejor forma de conducirse en él. Así como el despliegue de los idiomas originarios constituiría la manifestación esencial de la filogénesis de la actividad humana anterior a la palabra escrita, la reflexión (con la memorización, madre de la poesía, para transmitir experiencia social) sería y sigue siendo el proceso esencial de la ontogénesis de cada vida humana.
Papel esencial
La palabra escrita. Por último, cuando la experiencia social adquirió un caudal dificil de transmitir por tradición oral y cuando consiguientemente el ejercicio de la reflexión en los más inclinados o dotados vivificaba insuficientemente, por una parte, la actividad social y, por otra, el contenido de las conciencias humanas (éstas, los agentes sensu stricto de la evolución social) pasó a desempeñar un papel esencial la palabra escrita, no, claro es, sobre la naturaleza humana (establecida ab origine), pero sí sobre la evolución de ésta de un modo doble: por una parte, recogiendo y transmitiendo de modo incomparablemente eficaz (como fiel trasunto de la palabra oral) la experiencia social a medida que se va produciendo, y, por otra parte, constituyéndose, de modo correspondiente, en un instrumento esencial de la reflexión, estableciendo hitos en ella, apoyándose, por así decirlo, en los momentos útiles del despliegue ontogenético de cada hombre. Por la palabra escrita cada individuo humano podría realizarse en términos de la evolución de todos los hombres.
La alfabetización. Conforme a lo dicho, mediante la alfabetización la persona puede tener acceso a lo que por derecho le corresponde: la cultura, obra colectiva de la humanidad. Claro que alfabetizar exige como condición previa suprimir el hambre, y no significa mucho sin una educación que permita leer con provecho. Por otra parte, pienso que una alfabetización universal abriría el camino o, tal vez, sería el resultado de objetivos apremiantes por las graves consecuencias del irracional statu quo sobre la naturaleza y sobre la existencia misma humana. Urge hacer realidad el desiderátum de que todo hombre pueda percibir el proceso del pensamiento general que debe informar los contenidos de su conciencia; que aprovechando el dilapidado caudal de capacidad humana, quien tenga vocación sea preparado para contribuir a dicho proceso; que los medios informáticos, gobernados por el pensamiento general, se apliquen a desbrozar, en el alud de informaciones, la observación significativa de la trivial, lo bien establecido de lo cuestionable y erróneo, el pensamiento creador de la ganga que dificulta el avance del pensamiento. En una palabra, hemos de ayudarnos a leer críticamente para que cada persona se realice en reflexión oral (en pensamiento) libre y eficaz. Lo que, a su vez, requiere que el poder personifique el bien público consustancial con la búsqueda insobornable de la verdad.
* No podemos pasar por alto el hecho de que la conquista de la palabra amplía el campo donde abstraer y generalizar y modifica el modo de hacerlo, pero que, a la vez, paradójicamente detiene (por interrumpirse en el hombre el proceso de selección natural) el progreso de la capacidad congénita de ejercer estas funciones, capacidad que en el hombre debe de mantenerse, con poca variación, a la altura de la del homínido que conquistó la palabra, una de las más elevadas (tal vez la culminante) de la evolución animal (el desarrollo animal del sistema nervioso del homínido hubo de ser grande y rápido). Lo que sí ha cambiado con la evolución social ha sido el nivel de las abstracciones y la educación para elevarse a ellas.
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