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El mes campero de los madrileños

La Venta del Batán precede al inicio de las fiestas de San Isidro

En el Batán, donde los toros de lidia esperan mansamente su traslado a Las Ventas, hay una fiesta paralela. Antes, muchos madrileños acudían con sus hijos, y, provistos de palomitas y cacahuetes, daban de comer a los toros, confundiéndoles con monos. Los aficionados a la lidia pasan horas mirando absortos el trapío de los astados. Para ellos es una bendición esta exposición del Batán, en la que los toros están más cerca del espectador que en ninguna otra venta. Las fiestas de San Isidro acercan el campo a la urbe madrileña.

Una vez al año los madrileños tienen la oportunidad de sentirse camperos. Es en mayo, con motivo de las fiestas de San Isidro Labrador, porque hay toros en Las Ventas, y antes los llevan a la Venta del Batán, para que se vean. Allí los tienen en ocho corraletas, por corridas, seis ejemplares en cada corraleta, y la gente, arriba, apoyada en los muretes y admirando su belleza.Qué admira más del toro de lidia, depende. A muchos madrileños les sorprenden, sobre todo, los cuernos. "¡Menudos cuernos tienen!", suelen decir cuando se acercan a las corraletas, con grandes gestos de asombro. A otros muchos madrileños -pero menos- lo segundo que les sorprende es el carné de identidad del toro. Suelen decir al acercarse a las corraletas, también con grandes gestos de asombro: ",Menudo carné de identidad tienen!".Escupitajos a los toros

Por otros pagos, que cuentan con ganaderías próximas a los centros urbanos, las gentes tienen frecuentes ocasiones de ver toros, aunque pocas veces lograrán verlos tan cerca como los madrileños en la Venta del Batán. En los cortijos y las dehesas, o eres amigo del ganadero, que te lleva en tractor a donde el ganado pasta, o has de mirar los toros desde fuera de los cercados y lo más probable es que queden más allá de un tiro de piedra o se escondan tras las encinas. En la Venta del Batán, en cambio, escupes y lo más probable es que le ciegues al toro un ojo. Hay quien lo hace, aunque está prohibido. "No molestar a los toros", rezan carteles, en cada corraleta, y entre las molestias se incluye cegar a los toros de un escupitajo.

En otras épocas, gente incivil -que nunca falta- les llegaba a tirar piedras. Al principio de la Venta del Batán, cuando aún no se había consolidado la cultura campera del madrileño en el mes de mayo, los papás compraban palomitas de maíz , pipas y cacahuetes para que los niños se los echaran a los toros. Había quienes creían que los toros eran como los monos. En 40 años de historia de la Venta del Batán han sucedido muchas cosas.

Para los aficionados a la fiesta es una bendición que expongan en el Batán los toros de la feria, pues les permite analizarlos y después criticarlos, que son sus dos pasiones más fuertes. Los aficionados a la fiesta acuden cíclicamente a la Venta y se pasan horas mirando fijamente a los toros para que no se les escape ni un detalle de su trapío. Viendo tan quietos y absortos a los aficionados madrileños, hay quien cree que les ha dado un pasmo, pero no es verdad: es que piensan.

Cada día se llevan de la Venta del Batán a la plaza de toros la corrida que se lidiará al día siguiente y traen del campo otra. El transporte se hace en camiones y el embarque y desembarque del ganado no es público, por razones de seguridad, tanto de la gente como del propio ganado. Es una pena, porque se trata de faenas camperas muy curiosas de presenciar. Una vez la corrida en la corraleta asignada, los toros hacen lo normal de cualquier toro en estas circunstancias: comer los piensos que el mayoral de la ganadería dispone en los comederos, andar poco, sestear mucho, espantar las moscas con el rabo. A veces se pegan. A muchos toros les pasa lo que a los humanos: se tienen ojeriza, no se sabe muy bien por qué. Alguna razón habrá, desde luego. Puede que traigan de la dehesa cuentas pendientes, puede que se disputen la hegemonía de la manada. Algunos toros se han matado a cornadas en la Venta del Batán. Las peleas de los toros no son aptas para todos los públicos pues resultan de una crueldad estremecedora. Puestos a matar, los toros buscan clavar el asta bajo el brazuelo de su enemigo o en el mismísimo carné de identidad.Zurrarse la badana

Los toros que estos días atrás permanecieron en la Venta del Batán estaban tranquilos. "Los toros mejoran aquí", decía José Luis Lozano, uno de los empresarios de Las Ventas, "pues se les quita el stress del viaje, se relajan y hasta engordan". Aunque eso será si no les da por zurrarse la badana, o no llueve, por ejemplo -apuntábamos- "¡Hombre, claro!", respondía Lozano.

No había toros de capas llamativas; si acaso un novillo coloradito, hierro Concha Navarro, o un salpicao, hierro Atanasio Fernández. Ojo con los toros de Atanasio Férnandez -por cierto-, sospechosos de pitón, presentados "tres y tres". "Sí", concedía el ganadero; "hay tres y otros tres que suben". Bueno, veo tres y otros tres que bajan, le rectificábamos, y no había acuerdo en el matiz. El salpicao es uno de los que bajan. Las reticencias respecto a estos toros se acentúan por simple comparación con los que están en las corraletas inmediatas. Si las astas del toro de lidia son como las que lucían los morlacos de Puerto de San Lorenzo, sin ir más lejos (proporcionadas, astifinas, limpias), los atanasios no tenían astas de toro de lidia; o al revés. Tampoco tienen nada que. ver los corpachones de la muy honda y muy seria corrida de Marteira, con los atanasios que suben y bajan.

La corrida de Ibán, en el tipo de su encaste, tenía un chorreao, un salpicao y un inquietante cornalón; la de Peñajara, con la que se inaugura hoy la feria, también iba buena de trapío. En líneas generales, los primeros toros de la Feria de San Isidro que se ofrecieron a la admiración contemplativa del pueblo de Madrid y al análisis crítico de la afición, daban la talla. Salvo excepciones, estaban guapos de astas, por la parte de arriba sobre testa, y bien dotados de carné de identidad, por la parte de abajo entre patas, para asombro de las buenas gentes del pueblo de Madrid en su reencuentro anual con la ganadería de bravo.

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