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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El peso del 'poll-tax'

¿DESCALABRO o trampolín para la victoria? De atenderse al optimismo manifestado por la primera ministra británica después de conocer los resultados iniciales de las elecciones municipales celebradas el pasado jueves en Inglaterra y parte de Escocia, la pérdida de 205 concejalías por los conservadores significaría más bien lo segundo. Hace mes y medio, Margaret Thatcher pareció tocar fondo en su vertiginosa caída de popularidad: por primera vez en los 10 años de mandato conservador, los laboristas de Neil Kinnock aventajaban a su partido en 21 puntos en la intención de voto.El golpe decisivo había sido el anuncio de la entrada en vigor del polémico poll-tax, el nuevo impuesto municipal. Establecido para que todos los mayores de edad contribuyan por igual al sostenimiento de las cargas municipales (y cada distrito debe establecer el nivel del impuesto en función de sus necesidades), sustituye a las antiguas tasas, sistema en el que sólo pagaba el cabeza de familia ocupante de una vivienda. El inconveniente es que repercute las cargas sobre un sector de la población que además de ser el menos favorecido económicamente se ve obligado a pagar impuestos municipales por primera vez. Que la protesta pública de hace mes y medio degenerara en desórdenes callejeros y en pillajes e incendios no quita para que la oposición a Margaret Thatcher fuera masiva. La propia primera ministra ha reconocido que el impuesto, tal como está concebido, es injusto, y aun cuando asegure que estos comicios confirman su aplicación, ha anunciado su sustancial reforma para el mes de julio. Pero desde el momento en que la oposición al poll-tax se generalizó, los laboristas empezaron a frotarse las manos a la espera de que los comicios municipales del jueves acabaran de hundir ala primera ministra y la forzaran a dimitir.

Los conservadores han perdido 205 concejalías, y los laboristas han ganado 303. La diferencia que se consagra, así es, sin duda, importante. ¿Suficiente para que Thatcher acepte que ha sido derrotada estrepitosamente? Eso nunca. La líder conservadora no tiene por qué convocar elecciones generales hasta dentro de dos años, y no es extraño que, como de costumbre, su popularidad esté en su punto más bajo a mitad de legislatura. En esta ocasión, además, a la hora de acudir a las urnas la ventaja de Neil Kinnock ha pasado de los 21 puntos estimados hace unas semanas a sólo 11 (42% frente a 31%).

Se ha concedido excesiva importancia a la repercusión de¡ poll-tax sobre las elecciones municipales, entre otras cosas porque los ayuntamientos británicos tienen otros problemas al menos tan importantes como el de la financiación (por ejemplo, la necesidad de llegar de una vez a tener alcaldes directamente elegidos y suficientemente pagados, para incrementar la eficacia municipal). De todos modos, el Partido Laborista disfrutaba desde 1986 de una sólida mayoría en las concejalías de 201 municipios británicos (2.457 escaños, frente a 1.539 de los conservadores), y la adíción o pérdida de unos centenares de puestos no alteran sustancialmente el panorama. Más aún, los conservadores han conseguido la reelección de una mayoría de concejales en todos los distritos de Londres menos en uno, e incluso le han arrebatado el suyo al líder laborista. La batalla se libraba por la capital. Dicho lo cual, si es cierto que el distrito londinense de Wansworth (que-los conservadores consideraban ejemplo del thatcherismo en marcha) tiene el poll-tax más bajo de la ciudad y que probablemente por ello los conservadores han incrementado su exigua mayoría en él, no es menos cierto que Bradford, reducto de los conservadores en el centro de Inglaterra, y que también dispone de un impuesto municipal bajo, ha sido ganado por los laboristas.

A la hora de la verdad, los temas que influirían dentro de dos años en los comicios generales son muchos más que el del impuesto municipal. Por eso Margaret Thatcher sostiene que la elección del pasado jueves es un buen trampolín para la victoria: aunque sea una exageración, sabe que queda mucha batalla por delante y es consciente de que ha recuperado 10 puntos en unas semanas. Puede que pierda dentro de dos años, pero no será sólo a causa de un impuesto más, sino en virtud de cómo está el país, de cuáles son sus perspectivas de futuro y de cómo se ven desde él Europa y el mercado único.

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