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Razones y alternativas para una reordenación sectorial

Las prisas por una reordenación del sector eléctrico que se advertían a finales del pasado año parecen haber desaparecido. Sin embargo, las razones objetivas que impulsaban a movimientos de este tipo no sólo no lo han hecho, sino que se acre cientan en la medida en que se acerca la puesta en marcha del mercado único, que indefectiblemente afectará también al sector eléctrico. A las tomas de posiciones accionariales deben seguir decisiones sobre el mejor camino que preserve el sector en condiciones de competitividad con los grandes grupos europeos.

Cualquier observador, desde un modesto accionista hasta un simple curioso, puede preguntarse si el sector eléctrico es viable en su actual configuración. La cuestión está ya planteada en muchos foros, incluidos los propios empresariales.Hay datos que no permiten ser optimistas, aunque no deben llevar a pensar que el actual sistema regulador ha perdido validez ni que actuaciones pasadas, como el intercambio de activos, fueron inútiles. Ahora bien, el marco legal y estable admite retoques.

Entrando en los problemas, hay que decir que desde hace años hay bastante potencia ociosa, localizada en centrales, principalmente de fuel. La capacidad no utilizada implica mayor coste; pero también, a medida que crece la demanda de potencia, ésta se atiende a un coste variable marginal creciente (fuel en años hidráulicos medios).

Si sólo fuera éste el problema no sería preocupante para el sector, aunque sí para el consumidor, pues el sistema de tarifas traslada al usuario estos costes y otros por disfunciones (moratoria nuclear y sostenimiento de la minería del carbón, que ofrece la termia entre 2,5 y 5 veces más cara que el de importación).

Sin embargo, no se están transfiriendo vía tarifas todos los costes que se producen, pues se están infravalorando algunos que habrá que soportar en el futuro. Tal es el caso de la contaminación por las térmicas clásicas y la dotación que se destine a la segunda parte del ciclo nuclear.

Pero la apelación a la tarifa cada vez debería ser un mecanismo más limitado para solucionar los problemas del sector. El nivel ya es alto respecto a la CE y los países nórdicos; especialmente en lo que se refiere a consumidores industriales. Incrementos como los últimos (5,5% en 1988, 4,1% en 1989 y 5,5% en 1990) no deberían reiterarse en el futuro so pena de reducir dramáticamente la competitividad. Un solo dato: desde 1984 a 1989 la subida acumulativa nominal de las tarifas eléctricas; en Francia fue del 4,6% mientras que en España fue del 30,8%. Bien es cierto que la pasividad de las autoridades energéticas entre 1974 y 1979 le costó cara al sector; se perdió un mar gen no recuperado, y desde 1979 faltó oportunidad para enderezar algo la situación.

Tradicionalmente, lo que no se obtenía por el incremento unitario de tarifas se lograba por una demanda de fuerte crecimiento que no se sostendrá en el futuro. La elasticidad respecto al PIB tenderá a 1. Cierto que hay amplio margen para la modernización energética, y la mejora técnica llevará a procesos más intensivos en electricidad. Pero de otra parte, no puede ignorarse la competencia del G. N. y de la cogeneración.

Interrogantes financieros

En esa hipótesis de consumo, hacia. 1995-1996 se alcanzará un equilibrio entre oferta y demanda de potencia y tendrán que entrar en servicio nuevas centrales, lo que abre interrogantes financieros. Desde ahora hasta el año 2000 se necesitará un mínimo de 7.5,00 megavatios de nueva potencia peninsular, y se perfila un ciclo inversor de magnitud superior al pasado.

Por otra parte , el sector tiene un importante déficit de inversiones en transporte, transformación y distribución que habrá de atajar, y no son pequeñas las pendientes en tratamiento de residuos nucleares y en medios anticontaminantes. En consecuencia, la previsión global de inversiones hay que ponderarla con realismo y puede alcanzar 0,8 billones de pesetas de media anual (1994-2000), con sensible repercusión en la deuda de las compañías.

En los próximos cuatro años, el sector, en su actual configuración, no logrará reducir en más allá de 0,5 billones su nivel de endeudamiento (situado en torno a los cuatro billones de pesetas), a pesar de que hasta 1993 no ha de acometer grandes inversiones. A partir de 1993, el endeudamiento crecerá hasta los 5,5 billones de pesetas; en el año 2000-2001, pues, el cash flow que se generará (1,8 billones) no resulta superior a las inversiones (3,9 billones), y el nivel de pay out no supone ayuda alguna para mejorar la situación proyectada.

Pero caben colchones para dilatar el proceso, minorar las inversiones y reducir el peso nuclear. Las importaciones, el reciclaje de viejos grupos, la transformación a ciclo combinado, abren alternativas tranquilizadoras. De Francia, resueltos los problemas técnicos, se podría importar el equivalente en energía a 2.000 megavatios de potencia por un periodo a concretar. Si se liberalizara el sentido del proyecto de directiva sobre mercado único de la energía, la EDF podría estar presente en alguna compañía española y/o colocar directamente electricidad barata en ID y Fecsa, por ejemplo.

Hipótesis y fronteras

El futuro va a depender en gran parte del diseño para la reordenación sectorial. A tal fin, la hipótesis de fronteras con la CE no es de fácil explicación y sería interpretada como un privilegio sectorial. Pero una hipótesis sin fronteras es algo más que una relación fluida con Francia que beneficiaría particularmente a unos pocos. También supone admitir una europeización del sector desde su accionariado hasta sus relaciones técnicas y financieras. También supone hacer extensiva la óptica de apertura a ENDESA, cuya conversión en verdadera empresa mixta con vocación europea se lograría ampliando la presencia privada hasta el 49%, lo que ensancharía su base de respaldos y de pactos.

En la reordenación hay que considerar que, dado el tamaño del mercado y en comparación con otros países, opera un alto número de empresas en generación (en distribución el tamaño es irrelevante).

En una reordenación por concentración e integración empresarial, ENDESA e Iberduero desempeñarían un papel capital en el saneamiento primero y en las nuevas inversiones después. Pero por esta vía, además de los traumatismos y de llevar su situación financiera al límite, el planteamiento podría verse censurado en el supuesto de merca do abierto después de 1993. En este escenario, ambas compañías verían mal retribuido su es fuerzo con unos activos y coste financiero más caros que los de EDF, lo que no sería resultado adecuado para compensar su solidaridad sectorial y finalmente el consumidor ejercería su legítimo derecho a comprar más barato.

Una reordenación por integración horizontal, con concentración de la producción en ENDESA y holdings nuclear y convencional, con competencia en mercado industrial y distribuidoras en los mercados geográficos, ofrece una alternativa técnica y financiera. Pero tiene el interrogante de viabilidad del holding nuclear en competencia con costes europeos.

Cualquier solución lleva tiempo y habrá que compaginar su alcance y ritmo con la planificación del nuevo parque. Entre tanto, el marco legal y estable tiene resortes para aclarar el horizonte por un periodo corto. Por ejemplo, mediante un tratamiento realista de la tasa de retribución, sin necesidad de desplazar al usuario el peso del orden financiero y técnico del sector, en un acuerdo franco y solidario en el que ENDESA tendría que hacer gala de su capacidad de entendimiento del sector, y todo el sector, del origen de los problemas que le aquejan.

es doctor en Ciencias Económicas y profesor de Estructura Económica del Centro de Estudios Universitarios (CEU).

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