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Corredor de la muerte en Japón

Un homicida que se hizo novelista en la cárcel pierde su última batalla

Una sentencia del Tribunal Supremo de Japón que condena a muerte a un cuádruple homicida que pasó más de 20 años de cárcel volcado en el estudio y en la escritura de novelas ha hecho reavivar entre los japoneses el debate sobre la pena capital. Norio Nagayama, un marginado social en la infancia que se hizo culto en la madurez, acaba de perder una de las batallas más polémicas habidas en el sistema judicial nipón.

Nagayama, que en la actualidad tiene 40 años, ha reaccionado resignado después de conocer la decisión tomada el pasado martes día 17 por el máximo tribunal del país, desestimando el recurso final de sus abogados a la condena de muerte que había dictado en 1987 un tribunal de segunda instancia de Tokio. El fallo cierra años de litigio durante los cuales la justicia se ha pronunciado cinco veces, sustituyendo en una de ellas la pena capital por la de cadena perpetua: "No me entierren. Quiero que mis cenizas sean vertidas al mar, en Hokkaido", ha dicho este hombre nacido en el serio de una familia humilde de cuatro hijos en un pueblo de la isla más septentrional del archipiélago japonés. La madre abandonó el hogar cuando él tenía cinco años, circuristancia que marcó su vida, como luego explicó en dos novelas autobiográficas escritas en la cárcel y que fueron galardonadas con premios literarios en 1971 y 1984.Norio Nagayama se convirtió en 1968 en un criminal contumaz al asesinar en menos de un mes a los vigilantes nocturnos y dos taxistas en cuatro ciudades distintas con un arma robada en una base militar norteamericana. La policía lo detuvo en 1969 cuando trataba de asaltar una escuela empresarial en Tokio. El múltiple asesinato causó gran impacto por su reincidencia en tan breve espacio de tiempo y pasó a los anales de la historia criminal del país. Con apenas 20 años cumplidos y sin más oficio que el de pinche en una cafetería, Nagayama empezó en la cárcel un espectacular proceso de reeducación que recuerda en algunos aspectos al que hizo durante sus anos de prisión Eleuterio Sánchez, el Lute. Se despertó en él una pasión devoradora por los libros y comenzó a leer todo lo que llegaba a sus manos, autores clásicos, ensayos filosóficos, obras políticas, novelas y en general aquello que le sirviera para reformarse. Hizo de su celda una pequena universidad y decidió dos años después de ser detenido escribir su autobiografía, que mereció un premio literario. Hace seis años logró otro galardón por la narración de las penurias de un niño pobre. El dinero de ambos premios lo entregó a las familias de sus víctimas. Norio Nagayama fue juzgado y condenado por primera vez a muerte en Tokio en 1979. Dos años más tarde, en 1981, un tribunal de segunda instancia sustituyó la pena capital por la de cadena perpetua al considerar como atenuantes la falta de madurez y la difícil infancia delacusado.

Un largo proceso

La sentencia fue interpretada como un gesto de la magistratura destinado a eliminar la pena de muerte del Codigo Penal japonés. Sin embargo, el Supremo revocó el fallo en 1983 y ordenó la reapertura del juicio. De nuevo, el tribunal de segunda instancia volvió a condenarlo a muerte en 19871, sentencia que es la que acaba de ratificar el máximo tribunal del país, con lo que se agotan todas las vías posibles para evitar que ésta se cumpla. El Tribunal Supremo ha afirmado que la atrocidad de los crímenes es merecedora de la pena máxima y no son suficientes atenuantes las circunstancias sociales y mentales del condenado en ese momento, en contra de lo que sostenía la defensa.El caso de Nagayama ha despertado reacciones diversas en un país en el que, de todos modos, la sociedad sigue respaldando la existencia de la pena de muerte. Dos de cada tres japoneses se oponen a que sea abolida, según revelaba en diciembre de 1989 una encuesta elaborada por la oficina del jefe del Gobierno, por considerarla un buen disuasorio para refrenar la violencia criminal.

Japón, como EE UU o China, no votó el año pasado la resolución aprobada por la ONU que condenaba la pena de muerte como algo cruel a los derechos humanos.

El número de sentencias d muerte superaba el centenar en Japón en los primeros años después de la última guerra mundial, pero declinó notablemente a partir de entonces.

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