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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Príncipe de Gerona

LA VISITA de cuatro días a Cataluña que hoy inicia el príncipe de Asturias y de Gerona es una excelente iniciativa que tiene una relevancia especial en el contexto general español: es la presentación del heredero delRey a una comunidad autónoma. La novedad es doblemente significativa. Primero, porque se trata de un Príncipe que será Rey por derecho sucesorio, y no en función de un complejo pacto político cuyo origen está en la necesidad de olvidar una guerra civil. Y segundo, porque Cataluña es una de las comunidades autónomas que más contribuyen a la configuración de España como una "nación de naciones", según se consagró en la Constitución y en el Estatuto de Sau.

Estamos, pues, ante un reto para la institución monárquica. La forma de hacerle frente es subrayar el carácter constitucional de ésta y la identificación de sus titulares con el conjunto del arco constitucional español. Para Cataluña no habría sido aceptable una Constitución que no fuera acompañada de un estatuto de autonomía. En este sentido, el reto es también para las fuerzas políticas y sociales catalanas.

La visita está diseñada sobre las que don Juan Carlos realizó cuando era Príncipe y no estaba garantizada la legitimidad de la Monarquía. Así, en ella se incluyen actos de reconocimiento de la identidad nacional catalana mediante el uso de la lengua, la aplicación a Cataluña del concepto de nacionalidad o las visitas de especial significación para el sentimentalismo popular, como Montserrat. Se ratifica y completa además este reconocimiento en el marco institucional adecuado: el Parlamento autónomo.

La presentación solemne de un heredero de la Corona remueve las difusas añoranzas republicanas de algunas conciencias de la clase política catalana porque pone de relieve el aspecto más dificil de asimilar del sistema monárquico. Por esto, la empresa no es sencilla. La salutación televisada que el pasado lunes dirigió el Príncipe a los ciudadanos de Cataluña o los discursos que pronunciará estos días en idioma catalán son, por esta razón, un factor esencial: no es sólo un gesto. Es un compromiso con el plurilingüismo consagrado en nuestro ordenamiento, y aún más, con una nueva lectura que la Corona hace de su propia historia, rompiendo con fortuna una negativa tradición de la Monarquía. El Príncipe continúa y profundiza así la actuación de su padre y sienta, en fin juris-prudencia en la progresiva normalización lingüística y cultural.

Otro acierto ha sido evitar dar a la visita el carácter de toma de posesión de prerrogativas o derechos especiales de los títulos nobiliarios de Gerona, Balaguer, Cervera y Montb1anc. Hubiera sido un anacronismo fuera de lugar. La Cataluña estatutaria de hoy tiene su marco en la España de la Monarquía parlamentaria, y no en una reedición neoforal o neocarlista basada en la unión personal de reinos inexistentes si no es en los libros de historia.

La estancia de Felipe de Borbón en Barcelona, Gerona y otras ciudades tiene además un especial interés desde el punto de vista de la política interna catalana. Aunque enhebrada con mucha antelación, su realización en estos momentos quizá acabe reforzando al presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, que atraviesa uno de sus peores momentos desde 1980. Tan notable es esta debilidad que ha impedido la prevista estancia del Príncipe en Montblanc, por la crispación existente ante el polémico plan de residuos en aquella comarca. Entre los objetivos de Pujol figura también la voluntad de compensar ante la familia real la pésima impresión que causaron los abucheos de sus jóvenes cachorros a los Reyes en la inauguración del estadio de Montjuïc, el pasado septiembre.

Quizá se echen de menos en esta visita algunos gestos previos de sintonía o complicidad con la sociedad civil, que hubieran servido para acortar distancias, y un llamamiento de la Generalitat a que la ciudadanía corresponda al acercamiento del Príncipe. Es posiblemente objetable la duración del viaje, que puede prestarse a dar protagonismo a la actividad de sectores independentistas radicales y a impulsar un republicanismo que hoy no es percibido como deseable por ningún sector significativo de la sociedad catalana. Sin embargo, el tratamiento que reciba la anunciada contestación permitirá medir el grado de tolerancia social y política de aquélla y del funcionamiento de instituciones que en la democracia española son fruto del pacto.

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