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FERIA DE SEVILLA

El sigiloso señor Domínguez

Ortega / Domínguez, Mora, Camino Cuatro toros de José Ortega, flojos, desiguales de presencia y juego; 1º y 6º de José Luis Osborne, uno gordo e inválido, otro chico y manejable. Roberto Domínguez: estocada (algunas palmas); pinchazo y descabello (ovación y salida al tercio). Juan Mora: pinchazo y estocada corta escandalosamente baja (silencio); tres pinchazos y cuatro descabellos (silencio). Rafi Camino: estocada corta caída (algunas palmas); estocada corta ladeada (palmas). Plaza de la Maestranza, 19 de abril. Quinta corrida de feria. Tres cuartos de entrada.

Roberto Domínguez es un coletudo de pinturería y sigilo y, a veces, también es coletudo de arte. El señor Domínguez es según le dé. Hace un mes, por fallas de Valencia, fue coletudo de arte excelso, y ayer, por feria de Sevilla, coletudo sigiloso que en vez de torero parecía espía en ocasión de averiguar el día D y la hora H del desembarco en Normandía.

La pinturería es actitud que conviene al toreo y si se hace con naturalidad, le viene como anillo al dedo. Ahora bien, si se hace sin naturalidad, puede parecer gimnasia. El señor Domínguez propende a la gimnasia y suele arquear su figura por la parte del riñón, ponerse de puntillas, levantar un brazo a guisa de ala, y cuando hace cada cosa por su orden natural resulta la pinturería como anillo al dedo de la que antes se ha hecho mención, pero cuando lo hace todo junto resulta extraña figura. Un día se va a caer. El sigilo, en cambio, es actitud discutible en cualquier profesión, excepto la de espía.

Abrió plaza un toro gordinflón, primero inválido y luego moribundo, en cuyo entorno estuvo haciendo pinturerías el señor Domínguez. Hubo un cuarto toro manejable al que pudo torear el señor Domínguez como el día aquel de las fallas de Valencia, pero no le dio por ahí.

El señor Domínguez preparó su trasteo a base (le ayudados que remató con un extraordinario pase de pecho, y después se dispuso a realizar la faena fundamerital sin aportar ningún fundamento. Citaba fuera-cacho, embarcaba con el pico, vaciaba lejos. Con tantos remilgos, el toro se le fue vivo, dicho sea en la jerga habitual de taurinos. Lo cual no significa que dejara de matarlo.

En efecto, lo mató. No al volapie, según mandan los cánones; al descabello. La habilidad de Roberto Domínguez para descabellar, corre riesgo de convertirse en truco sí ha de ser como ayer, pues pinchó leve, se dobló por bajo, y humillado que tuvo al toro, lo liquidó de un golpe de descabello. Gracias a Dios y enhorabuena resultó certero, y algunas muestras de desagrado que habían merecido la faena se metamorfosearon en ovación con salida al tercio. La Maestranza daba el respaldo de suerte fundamental a una técnica propia de matarifes, por una vez y sin que sirva de precedente.

La Maestranza parecía cambiadilla, también es verdad. Por el sol, uno alegaba; por el resol, otro tiró al ruedo un bote de cerveza; por la sombra, otro gritó un taco. Todos tres se ganaron la repulsa del resto del público, sí, pero entre el resto del público los había que ovacionaban un par de banderillas en el brazuelo (sector indocto), o protestaban pases destemplados (sector docto).. Los famosos silencios de la Maestranza quedaban un poco en entredicho.

Las protestas mayores fueron para Juan Mora, incapaz de templar dos pases seguidos y hasta de ser fiel a su personalidad, pues llegó a torear de espaldas, ahogar embestidas y sufrió una voltereta tonta. Las menores para Rafi Camino pues tampoco templaba mucho, pero cuando templó, en el sexto, cuajó dos tandas de redondos gustosísimas y esas se corearon con olés.

Mucho más esperaba la afición de toros y toreros. Aquellos, de una vara, y estos, de una sola faena, no hacían honor a la historia del coso. Pero eso fue ayer y seguramente cambiará para ocasiones futuras. El señor Domínguez, sin ir más lejos, tiene inteligencia, arte y torería suficientes para poner la Maestranza boca a bajo. Y así será, el día que no salga a torear de puntillas.

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