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La crisis israelí refleja el equilibrio paralizante entre Likud y laboristas

La crisis política actual en Israel, tras el fracaso de Simón Peres en su esfuerzo por formar Gobierno, es, sin duda, el resultado directo de un equilibrio paralizante entre los dos grandes bloques, el derechista Likud y el laborista, que se anulan mutuamente. Mientras, cuando se observa de cerca, se constata una degradación de los modos políticos donde todos los golpes están permitidos, donde el fin justifica, a menudo, todos los medios, hasta los más abyectos.

Los dirigentes laboristas y los del Likud se prestan a golpes bajos para asegurar la estrecha mayoría parlamentaria necesaria para la formación de un Gobierno o para comprometer la supervivencia de esta mayoría e impedir la constitución del Gabinete en cuestión.Sólo el llamamiento lanzado por varios ciudadanos israelíes indignados ante el Tribunal Supremo ha evitado los chantajes y amenazas. Algunos piensan que la reforma del sistema electoral, sobre todo la elección del primer ministro directamente por el pueblo, en sufragio universal, sería el inicio de la cura. Otros sostienen que el sistema electoral actual ha dado lugar a Gobiernos estables durante más de 30 años, y que hay que cambiarlo, Otros, que el país se ha vuelto ingobernable, por la división en dos campos opuestos; y casi iguales desde el punto de vista electoral.

El conflicto con el mundo árabe persiste, y la revuelta palestina exacerba las tensiones. El adversario político no es percibido ya como alguien que tiene una opinión diferente, sino como un enemigo El que habla de paz o de diálogo con los palestinos es identificado por la extrema derecha como un enemigo mortal de la nación.

¿Cómo sorprenderse de que en este clima de incitación al odio surjan amenazas de muerte por teléfono a diputados intelectuales de izquierda? ¿Cómo sorprenderse de que se incendien viviendas y, automóviles porque pertenecen a los "enemigos del pueblo"?

Llegan amenazas de muerte a diputados religiosos o de centro, sospechosos de querer apoyar a Peres. Esta intimidación tiene como destinatarios a los laboristas, que perdieron su oportunidad de gobernar por la retirada del apoyo de dos diputados y rabinos que siguieron el consejo de su maestro, Menajem Mendel, el rabino de Lubovitch, que vive en Brooklyn (Nueva York).

En el último debate en la Kneset, varios diputados de derecha no consiguieron descalificar la mayoría parlamentaria de 61 diputados buscada por Peres, bajo el pretexto de que en esta mayoría se encuentran parlamentarlos árabes, supuestamente próximos a la OLP.

El clima político es pesado, opresivo. Una solución rápida a la crisis -con elecciones anticipadas o con la reforma de la le electoral- sería de importancia capital. No sólo para que Israel sea gobernado d e nuevo, sin para que se convierta en gobernable dentro de las normas democráticas.

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