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Entrevista:

Boris Rotenstein: "He sido el último director de teatro prohibido de la URSS"

Estreno en Barcelona de 'El banc', del escritor y diputado soviético Alexandr Gelman

JOAN DE SAGARRA El 17 de abril se estrena en Barcelona El banc, del escritor y parlamentario soviético Alexandr Gelman, en la versión catalana, de Josep M. de Sagarra i Angel. Los dos personajes de la obra los interpretan Raquel Casballo y, Lluís Soler, y la dirección corre a cargo de Boris Rotenstein. El banc es la primera obra de un escritor soviético actual que se estrena en Cataluña y la primera vez que un director ruso, realiza un montaje en España con actores catalanes. "He sido el último director prohibido en mi país", afirma el director teatral soviético Boris Rotenstein.

Pregunta. Señor Rotenstein: Usted se define como "hijo del XX Congreso del PCUS", ¿qué quiere decir con ello?Respuesta. Sencillamente, que tuve la suerte de poder formarme después de la condena de Stalin por iruschov, en una época ( 1956) relativamente permisiva. Estudié interpretación y, dirección en uno de los dos centros más importantes de la URSS: el Instituto de Teatro, Música y Cinematografía de Lening,rado, ini ciudad natal. Allí tuve dos excelentes maestros: Sulímov, discípulo de Stanislavski y director del Teatro Komisarjevskai [célebre actriz y, directora rusa, fallecida en 1910], y Tortonógov, director del teatro Gorki, formado junto a Stanislavski y Meyerhold. Así pues, puedo considerarme, en cierto sentido, nieto de ambos, de Stanislavski y Meyerhold.

Primer Beckett

P. Esa permisividad no debió durarle mucho...

R. Hasta el 68, hasta el triste final de la prirnavera de Praga ... Pero fue, créame, una época privilegiada. Piense usted en la creación de la Taganka, en 1964. No puede usted figurarse lo que supuso para nosotros, jóvenes artistas, el giro dado por Liubímov, que abandonó su carrera de prirner actor oficial, admirado por Stalin (Liubímov obtuvo uno de los últimos Premios Stalin, poco antes de la muerte del dictador), para convertirse en uno de los directores más arriesgados e innovadores.

P. ¿Cuáles fueron sus principales montajes en Leningrado?

R. Hubo de todo. Dirigí el primer Beckett que se estrenó en la URSS: La última cinta, en la Casa de los Escritores de Leningrado, en 1968, y tarnblén la primera adaptación teatral de El maestro y Margarita, la nove la de Bulgákov, de una parte de la novela, que titulé El condenado de Galilea, en 1973. Hicimos 15 funciones de ese espectáculo. La primera se prohibió. Luego, al cabo de dos irneses, volvimos a la carga y a inedia representación llegaron los bomberos diciendo que había que desalOjar el local, que no poseía las medidas de seguridad requeridas. Iba de un teatro a otro. Llegué a montar tal o cual obra en cinco teatros distintos de Leningrado. Trabajaba a veces con actores oficiales, que participaban gratuitamente en mis montajes porque les interesaba lo que yo hacía. Tenía mucho público -y esto es lo que las autoridades no me perdonaban-, pero en lo años no salió ni una sola nota en la Prensa sobre mis espectáculos igual que le ocurrió a Anatoli Vassiliev, cuyos Seis personajes en busca de autor se presentaron el pasado año en Barcelona. Monté también La cantante calva, de lonesco, que se prohibió después de la primera y única función. En alta mar, del polaco Mrozek, con dos funcionarios, dos mujeres, boicoteando el estreno: decían que la obra no estaba prohibida pero sí lo estaba el verla, que se trataba de un ensayo general, sin público. Monté Anohuil (Antígona, con una lectura entre líneas, como todo lo que hacíamos entonces, referente a la situación que se vivía en la URS S), Albee, Stoppard, Blok, Miller, Federico García Lorca (escenifiqué unos poemas), Cortázar... e hice un montaje de La sombra, de Yevgueni Schwartz, (el autor de El dragón, uno de los grandes éxitos europeos de veinte años atrás), que fue un homenaje -y así se entendió; mi público no era nada tonto- al científico Sajarov, a la sazón recluido en Gorki. Fue un montaje ernocionante. Fue el último trabajo que me dejaron realizar. El partido había decretado que mi dirección política era equivocada. Esto ocurría en 1984. Me pagaban pero a condición de que no realizase nuevos montajes. Puede decirse que fui el último director prohibido en mi país. Luego empezaron a cambiar las cosas, pero yo ya había decidido marcharme.

P. Se marchó usted sabiendo que tal vez no le permitirían regresar a Rusia...

R. Sí, me despedí de mi madre para siempre. Ahora podría regresar. Curiosamente, el otoño pasado se publicó un artículo en la Prensa de Leningrado hablando de mí de mis montajes, elogiosamente, como si yo no me hubiese marchado (cosa que sabe toda la gente del teatro de mi ciudad), como si todavía siguiese allí. Pero no quisiera volver a vivir lo que viví los últimos años en Leningrado. Mi vida en Rusia se acabó; he empezado una nueva etapa.

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