Los 'oscars'
LA 62ª edición de los premios de la Academia de Hollywood cambió sus aires tradicionales y, en vez de encerrarse en su habitual sede californiana, se dispersó por las cuatro esquinas del planeta, en un alarde abrumador de dominio de los medios de comunicación audiovisuales. Es este un síntoma del enorme poderío de la industria cinematográfica estadounidense y, lo que es más significativo, de la conciencia que de ese poderío tienen sus dueños y organizadores, maestros del arte y la artimaña de la presión publicitaria.Hay demanda mundial de espectáculos de este tipo y los vendedores de cine son sagaces a la hora de montar una oferta destinada a satisfacerla. La audiencia de la fiesta-escaparate del Oscar fue vivida en todo el planeta por más de 1.000 millones de consumidores de cine. La paradoja surge cuando se recuerda que tal alarde tiene lugar en medio de una profunda crisis de imaginación padecida por buena parte del cine de EE UU.
Una segunda paradoja -casi inconsecuencia- viene de la estrategia previa al alarde publicitario. Hollywood decidió este año cambiar de criterio y seleccionar para los grandes premios de la Academia a filmes de presupuesto pequeño, cercanos a la filosofía de la producción independiente, en vez de a sus superproducciones. Y, sin embargo, ha dejado fuera del pastel al cine independiente propiamente dicho: que filmes como Sexo, mentiras y cintas de vídeo; Haz lo que debas y La caja de música no hayan sido ni siquiera seleccionados para optar a los grandes premios indica que el cambio de rumbo hacia el riesgo y la audacia es más aparente que real, una argucia más que una convicción. Hollywood parece capaz de entrar en nuLvas rutas a condición de dejar en la cuneta a quienes las han abierto.
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