Irak ahorca al periodista acusado de ser un espía, y Londres retira a su embajador
Farzad Bazoft, el enviado especial del dominical británico The Observer condenado el sábado a pena de muerte por espía, fue ahorcado ayer en Bagdad. La noticia conmocionó a Londres, la ciudad en la que el periodista, de 31 años, residía, y provocó manifestaciones ante la embajada iraquí. Margaret Thatcher consideró que la ejecución era "un acto bárbaro que repugna profundamente a toda la gente civilizada", y ordenó la retirada de su embajador en Bagdad.
Robin Kealy, cónsul general británico en Bagdad, acompañó al preso durante 30 minutos hasta poco antes de su ejecución. Bazoft le manifestó que le habían comunicado que se le iba a ejecutar, e insistió ante el diplomático que sólo actuó como un periodista que "andaba detrás de una exclusiva" cuando investigó la explosión ocurrida el pasado verano en una planta militar secreta iraquí."Estaba cubierto con un traje árabe de una sola pieza y aparecía con los ojos hundidos y deprimido", dijo Kealy. "Me entregó un mensaje escrito y me dio otros verbales para amigos y colegas".
"Thatcher le quería vivo. Le hemos entregado el cuerpo", manifestó el ministro iraquí de Información, Latif Nasif Jasem, al anunciar el ahorcamiento del que insistió era un espía a sueldo de los servicios secretos israelíes y británicos. La Prensa iraquí publicaba ayer declaraciones escritas de Bazoft en las que reconocía trabajar para los servicios secretos británicos, donde su contacto era un tal Michael, que le había pedido fotos de material militar y cualquier prueba de que tanto Irán como Irak empleaban armas químicas.
Donald Trelford, director de The Observer, ha negado vehementemente validez a estas declaraciones, que, dice, le fueron extraídas al periodista bajo presión durante las siete semanas de confinamiento aislado que permaneció en prisión. El rumor de que Bazoft sí que pudiera ser en realidad un agente de los servicios secretos británicos fue planteado ayer en los Comunes ante Douglas Hurd, secretario del Foreign Office, quien declaró que el súbdito iraní, residente en el Reino Unido desde que contaba 16 años, se había ofrecido en cuatro ocasiones para informar a la policía en cuestiones que no se consideraron importantes y que no tenían nada que ver con la acusación que le ha costado la vida.
Firme condena
El Gobierno británico, al que Sadam Husein acusó el día anterior de "querer volver a los viejos tiempos" -en clara referencia a la ocupación británica de Irak a principios de siglo y a su influencia sobre la monarquía derrocada en 1958-, condenó ayer con las más duras palabras el ahorcamiento de Bazoft, condena a la que se sumaron todos los partidos de la Cámara de los Comunes ("salvajismo", "brutalidad", "sanguinario" fueron algunas de las expresiones escuchadas) y ordenó la retirada indefinida de su embajador en Irak, así como la salida del Reino Unido de los oficiales iraquíes que hacían cursos afectos al Ministerio de Defensa.
La oposición pidió la ruptura de relaciones diplomáticas, la expulsión del embajador iraquí y la cancelación de créditos a Irak, pero Hurd dijo que con esas medidas se corría el riesgo de dejar desatendidos los intereses de los otros dos presos británicos en el país árabe -uno de ellos, la enfermera Daphne Parish, conde nada a 15 años por complicidad con Bazoft- y de los 2.000 británicos que residen allí, y que la suspensión de créditos no era practicable si no había acuerdo con otros países.
El Parlamento Europeo, por boca de su presidente, Enrique Barón, condenó ayer con firmeza la ejecución de Bazoft, informa Félix Monteira desde Estrasburgo.
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