Pudor
Los políticos tienen un extraño sentido del pudor. Por pudor, en Santiago de Chile, Felipe González ha abstenido de hablar de Salvador Allende. El mismo sentimiento le ha impulsado a reservarse su opinión respecto a Augusto Pinochet. Ha gente -gente sin pudor, desde luego- que a eso lo llama no querer mojarse el culo. Tampoco se lo mojaron los integrantes del bando opositor al tirano durante la campaña que precedió a las elecciones que lo sacaron del trono: silenciaron Allende y dejaron que sólo la derecha se encargara de nombrarle, por supuesto para ponerle verde.Auténtico pudor, creo yo, es que hizo que el pueblo, pese a recordar que Patricio Aylwin, al principio, estuvo al lado de la dictadura, le votara creyendo en su actual buena fe y en que constituye la única salida pacífica y conciliadora del momento. Con pudor, los chilenos -porque hubiera sido indigno dejarle marchar en silencio- le gritaron Pinochet el otro día lo que en algunos periódicos, aquí, fue calificado como insulto, y que no era más que su definición exacta: asesino.
Ese pudor, junto con el orgullo, hizo que los chilenos encendiera candelas en memoria de sus muertos. Y también les impulsó a contar entre ellos al más ilustre, al hombre hoy innombrado en las altas instancias del nuevo poder, omitido en lo programas de televisión. Así, sacaron a las calles el retrato del presidente constitucional caído en la defensa del palacio de la Moneda. El pueblo chileno es bien nacido y sabe que si hoy con Aylwin vuelven abrirse al hombre libre las amplia alamedas, el primero -y hasta ahora el único- que las abrió para verdadero pueblo fue Salvado Allende, con quien llegó al poder, democráticamente, ese segmento de la historia que siempre acaba por resultar descabalgado.
Por pudor recordemos que lo de Allende fue una hermosa utopía Algo que ya nadie parece permitirse.
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