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Reportaje:

Por la tarde, al hospital

El régimen de visitas es caótico en algunos centros públicos

Entrar en el hospital de La Paz para ir a ver a un pariente o amigo es muy distinto a hacerlo en el Ramón y Cajal. Según el centro, la persona que acuda de visita tendrá que tener una tarjeta de acceso, dar el nombre del enfermo o, simplemente, enfilar hacia la habitación. En Madrid, cada hospital organiza a su manera el régimen de visitas, desde el total desconcierto del hospital de Móstoles al control exhaustivo en el Gregorio Marañón, aunque todos localizan por la tarde el horario de visitas."Aquí las visitas son un auténtico cachondeo", asegura una enfermera del Hospital de Móstoles. "No hay ningún control, sólo existe un horario que nadie respeta, de cuatro a siete. Pero los familiares vienen también por la mañana. A veces es imposible atender a los pacientes porque la habitación está llena de gente"explica.

Esta es la mala cara de la ausencia de control en el acceso al hospital, que también existe en el Ramón y Cajal, aunque en el Piramidón no hay problemas. Una de las recepcionistas explica que tampoco aquí se exigen "tarjetas ni nada, aunque se pide que las visitas acudan sólo por las tardes". "No hay aglomeración en las habitaciones, y el personal no tiene problemas para trabajar, al menos no ha habido protestas", afirma frente a una entrada completamente despejada.

En la sala de recepción de La Paz, a poca distancia de allí, hay un poco más de mogollón. "Hace dos semanas empezamos a controlar el paso de las visitas, para procurar que sólo entren dos personas por paciente", explica la directora de enfermería. "Era muy difícil trabajar con tanta gente por enmedio; hubo que aumentar el control, porque con las tarjetas no era suficiente". Estas tarjetas, dos por paciente, se asignan en casi todos los hospitales y sirven para las horas de visitas en la tarde. Hay también tarjetas especiales para acompañamiento durante todo el día o visitas a deshoras, que dependen del médico o de la supervisora. Las unidades materno-infantiles tienen el acceso más sencillo, por la especial tipología de estos casos.

30 personas en la habitación

En un término medio está el Doce de Octubre, donde, aunque hay sistema de tarjetas y control de entrada por los celadores, la gente se las agencia para entrar cuando quieren. "Se aprenden los trucos para pasar de una forma o de otra", asegura una de las enfermeras del centro, "esto es tan grande que no se puede controlar; desde la puerta parece un mercado".El sistema más férreo es el del Gregorio Marañón. Allí, además de las tarjetas, el equipo de seguridad otorga unas pegatinas sin las cuales no se puede estar en la clínica. Las letras cambian de color cada día. El hospital más grande de Europa tuvo problemas con las visitas el año pasado. "Llegaba a haber 30 personas en una habitación", dice un encargado de la seguridad. Las quejas se extendieron del personal a los enfermos, y a partir de junio las medidas se endurecieron. "De todas formas, la gente intenta todo para pasar".

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