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CONFLICTO EN EL TRANSPORTE SUBTERRÁNEO

Los conductores del Metro rechazan el pacto entre CCOO y UGT y amenazan con paros indefinidos

Juan Antonio Carbajo

El medio millón de viajeros que utiliza el metro en horas punta sufrió ayer con resignación la segunda jornada de paro de cuatro horas convocada por los conductores de la empresa. Los madrileños optaron por apretujarse en los autobuses, coger su vehículo privado e incluso ir andando al trabajo. La huelga puede repetirse desde el lunes, esta vez de forma indefinida, porque la comisión de conductores no acepta el preacuerdo que en la madrugada de ayer firmaron los sindicatos mayoritarios CC OO y UGT con la empresa. Los 1.200 conductores reclaman un incremento salarial de 200.000 pesetas brutas anuales, un horario de siete horas y media y, desde el pasado martes, la retirada de los expedientes a 22 jefes de circulación.

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Las puertas del Metro en el vestíbulo de la estación de Atocha se cerraron ayer a las 6.30, aunque sus hojas dejaban un resquicio por el que se adivinaba la inactividad. Los servicios mínimos previstos para las horas de paro convocadas por los conductores -entre 6.30 y 8.30 y 17.00 y 19.00- no se cumplieron.Esmeralda llegó al vestíbulo sobre las 7.30, procedente del tren de Getafe. Se salió del río humano que proseguía a paso acelerado hacia las paradas de autobús y, tras mirar por el resquicio, decidió sentarse a esperar. "Yo no me muevo de aquí hasta que abran, porque es imposible coger el autobús. El martes casi me rompen un brazo". Esmeralda, que trabaja de limpiadora en una cafetería, se había levantado a las seis de la mañana.

Tres horas antes, sobre las tres de la madrugada, los representantes sindicales de Comisiones Obreras y UGT, mayoritarios en el comité, firmaban con la empresa un preacuerdo de convenio colectivo que deberá ser ratificado hoy por la asamblea de trabajadores.

El principio de acuerdo establece una subida salarial del 7,4%, revisable si el índice de precios al consumo (IPC) sobrepasa el 5,7%, y de dos puntos por encima del IPC estimado para 1991. La jornada laboral queda fijada en siete horas y media y se reserva una partida de 1.250 millones de pesetas para, en cuatro años, equiparar los distintos niveles, previa reestructuración de la plantilla. Según Antonio Arribas, de CC OO, "con todos los conceptos nos aproximamos a lo que piden los conductores".

Éstos, sin embargo, no dan validez al acuerdo. "Nosotros pedimos 200.000 pesetas más al año como revisión de categoría, ya que somos los únicos trabajadores del servicio de tren a los que no se les ha revisado", explica Pablo Gasco, portavoz de la comisión de conductores. "Nuestra reivindicación es al margen del convenio", explica. Según el comité, sólo se han revisado a técnicos y jefes de circulación. Si no hay respuesta de la empresa antes del lunes, ese día se constituirán en asamblea permanente desde las 6 de la mañana en las cocheras de la plaza de Castilla.

Denuncia en el juzgado

La Unión de Consumidores de Madrid (UCE) ha denunciado en el Juzgado de Instrucción a los trabajadores que incumplieron los servicios mínimos ayer por los trastornos que han podido ocasionar a los viajeros, "ya que la conducta de los huelguistas les implica unos grandes retrasos generalizados o una total ausencia en el puesto de trabajo, con las consecuencias económicas que esto conlleva". Sobre los usuarios los conductores no tienen queja: "Nadie se ha metido con nosotros. El comportamiento de la gente es excepcional". En la glorieta de Atocha, donde están las paradas de la línea 27 de autobús o la del Circular rebosaban de usuarios rechazados del Metro, se produjeron conatos de motín. "Pero abra la puerta de atrás que hay sitio", gritaba airado un hombre dispuesto a meterse en el autobús aunque fuera por una ventana. Dentro del vehículo decenas de personas hacían lo imposible por apoyar el pie en el abarrotado pasillo.

El intento de un pequeño grupo de personas de detener un autobús en el paseo de Recoletos sobre las 7.45 horas fue el único incidente de mención. "Llegaré hora y media tarde a trabajar, como el martes", vaticinaba Manuel, que iba desde Vallecas a Reina Victoria.

La EMT reforzó sus líneas coincidentes con la red del Metro y en algunos momentos la llegada de autobuses vacíos a las paradas intermedias alivió la espera de viajeros como Rubén, vigilante del Centro de Arte Reina Sofía, quien, tras pasar toda la noche trabajando, aguantaba de pie la llegada de un autobús 34 en el que hubiera un hueco para él.

Alrededor de las ocho de la mañana, cuando el termómetro de la glorieta de Atocha marcaba 12 grados, decenas de personas empezaron a apiñarse junto a las bocas del Metro. "¿Qué más me da esperar media hora más si ya llego tarde?", admitía Julián, que tenía que desplazarse a Carabanchel y acababa de salir de un bar. "Por lo menos me he tomado un café".

Las puertas del Metro se abrieron a las 8.30 y la primera avalancha bastó para llenar el andén, aunque alguien comentó: "El martes fue peor, nos quedamos en el pasillo". Pedro, comprador para un gran almacén, andaba dándole vueltas a un dilema: "Hace seis meses decidí no coger más el coche porque los atascos me ponen muy nervioso. Pero no sé. El Metro está muy mal. No hoy, todos los días del año".

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