Metáforas
Alfonso Guerra vive en un viejo país ineficiente, algo así como España entre dos elecciones generales; posee un par de casas y poca hacienda, desearía no tener memoria, ni leer, ni sufrir, ni escribir, ni pagar cuentas y vivir como un noble arruinado entre las ruinas de su inteligencia. Yo creo que en el personaje conviven dos fuerzas contrarias, la que le lleva a la permanencia en la lucha política y la que le decanta a De vita beata, de Jaime Gil de Biedina. De momento, Guerra ha perdido las metáforas afortunadas en los mítines y se reserva las que le quedan para los periódicos italianos. "Yo estoy en la cocina y me dedico a cocer, después Felipe añade las especias y sirve los platos...". Metáfora mediana y ciencia culinaria discutible. En cocina cocer lo es todo y es nada.Pero he aquí a un personaje para la eterna farsa, que reconoce su máscara última, la de político con los vellos de punta para aumentar la credibifidad de su ferocidad. Casi todos los animales hacemos lo mismo. Los periodistas y escritores hinchamos el lenguaje y demás utensilios para dar envergadura a la realidad o a su falsificación. Los políticos hinchan los datos y las afirmaciones, y en el caso de Alfonso Guerra, tan atípico, hincha la agresividad y la melancolía. Metafísico está el vicepresidente, y es que no come o come poco, aunque insista en que cocina mucho. A veces tanto cocinar quita el apetito. Le veo desmejorado, si es que alguna vez estuvo mejorado. Pero que nadie crea que la hipocondría le viene de fuera. Se trata de esa hipocondría machadiana que crece desde dentro, aunque a veces se alimente desde el infierno exterior que son los otros.
Infernales están los otros con Alfonso Guerra porque excita el olor a inseguridad y miedo que emana del animal acorralado. Yo votaría dejarle marchar por un túnel de silencio, pero me temo que en el último momento don Alfonso no pueda contener su aguijón reprimido y, picotazo va, picotazo viene, nos deje esta democracia más envenenada de lo que está.
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