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Dimite el primer ministro sueco tras la derrota de su reforma económica

El Gobierno social demócrata minoritario del primer ministro sueco, Ingvar Carlsson, presentó ayer su renuncia después de que los partidos burgueses (conservador, liberal y del centro), además de los comunistas y los verdes, votaran contra el importante paquete de medidas económicas del Gabinete. Ciento noventa votos en contra y 153 a favor fue el resultado. La convocatoria de elecciones anticipadas parece la salida más lógica a la crisis, aunque el presidente del Parlamento, el socialdemócrata Thage Peterson, iniciará gestiones para intentar formar un Gobierno alternativo.

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El modelo cuestionado

Los primeros consultados serán los partidos burgueses, pero la falta de unidad entre éstos en cuestiones fundamentales de la política económica dificultan una solución fácil. Una serie de interrogantes se abre ahora sobre las posibles coaliciones, y ni siquiera se descarta que Carlsson siga como primer ministro.El paquete de medidas económicas fue prescritado el pasado día 8 y fueron calificadas entonces por el ministro de Finanzas, Kjell Olof Feldt, como "una medicina amarga pero necesaria". En esencia, consistían en la congelación de precios y, salarios durante dos años, congelación del reparto de distribución de dividendos de las acciones por encima del promedio de los últimos tres años, mantenimiento en el mismo nivel de los impuestos locales y prohibición de huelgas y aumento del importe de las multas por los paros salvajes, es decir, que no cumplieran las estipulaciones previas que regulan el derecho de huelga. En este último punto, el Gobierno terminó dando marcha atrás.

Car1sson manifestó que las medidas eran imprescindibles para enderezar el rumbo de la economía y que, si no eran aprobadas, estaba dispuesto a dimitir, ya que no aceptaba administrar una economía en crisis con las manos atadas para poder aplicar medidas; correctivas.

La presentación del paquete suscitó críticas por todos los flancos. La oposición de derechas sostuvo que las medidas eran "desesperadas, superficiales y en algunos casos totalitarias". La izquierda respondió con inusual energía a lo que calificó de "intromisión liberticida" en el derecho de huelga consagrado en la vida laboral de los países democráticos. No dejó de aludirse al hecho paradójico de que mientras los trabajadores del Este europeo comenzaban a ejercer ese derecho, la socialdemocracia sueca lo cercenaba.

Críticas del exterior

La Prensa recogió las repercusiones negativas que las medidas del Gobierno habían tenido en el exterior citando testimonios de inversores, economistas y organismos sindicales internacionales que, en Europa y en EE UU, se mostraron críticos. Tanto los partidos burgueses como los comunistas y verdes anunciaron su rechazo al paquete, aunque quedaron puertas abiertas para la negociación.

Tradicionalmente, la socialdemocracia ha podido gobernar con los votos comunistas, aunque sin una alianza formal. Ocasionalmente, ha suscrito acuerdos coyunturales con el Partido liberal, y algunas veces con el del centro.

El Partido del Medio Ambiente asumió el papel de árbitro de la situación después de su debú parlamentario en septiembre de 1988. Los verdes eran sin duda los interlocutores menos deseados por los socialdemócratas para hacerles concesiones, pero la eventualidad de convocatoria anticipada de elecciones les obligó a intentar ser más flexibles. Nadie parece desear una llamada a las urnas en estos momentos, y mucho menos la socialdemocracia, a la que los sondeos de opinión atribuyen una intención de voto que es la más baja de los últimos decenios. Pese a que el Gobierno habría ofrecido a los verdes cuantiosas inversiones en programas ecológicos a cambio de su apoyo, el acuerdo no cuajó '

La retirada de una de las cuatro medidas del paquete (la prohibición de las huelgas) pareció abrir la puerta para la última negociación, esta vez con el Partido Comunista. Pero los comunistas no estaban dispuestos a una congelación de salarlos indiscriminada que afectara por igual a los trabajadores de altos y bajos ingresos, y la posibilidad de este último acuerdo también quedó frustrada. La suerte del Gobierno estaba echada.

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