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Reportaje:

Israel, ¿serás patria alguna vez?

Acosado por los árabes, el Estado judío se debate entre la democracia y la represión

Soldados de servicio, soldados haciendo autoestopismo con el fusil a la funerala, soldados en la reserva, soldados rezando ante el Muro de las Lamentaciones, soldados disparando contra los palestinos en los territorios ocupados, soldados, soldados..., soldados incluso en la cárcel. A primera vista, Israel da la impresión de ser un enorme cuartel en permanente estado de alerta.

Pocos lo dudan dentro y fuera de sus fronteras, muchas aún por determinar. Israel, el Sión refundado hace tan sólo 42 años, tiene uno de los ejércitos más eficaces del mundo. Y no debido solamente a la calidad y cantidad de sus armamentos, sino también al factor personal. "El espíritu humano es nuestra mejor munición", afirma un coronel que no por retirado deja de considerarse combatiente israelí.Uno de los 504.000 reservistas de las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI), estudiante de Económicas, cumple su destino anual de un mes en uno de los puestos de observación instalados en los 1.125 kilómetros cuadrados de la meseta del Golán arrebatados a Siria en la guerra de 1967. El joven, cuya familia es oriunda de la provincia, española de Melilla, pone el dedo en la llaga del gran debate nacional: "No me importaría que dejáramos de ser el mejor ejército del mundo a cambio de vivir en paz con nuestros vecinos árabes". Su uniforme y el de sus expresivos y vivaces compañeros no pasaría, ni por asomo, el examen de un inspector del ejército español. La disciplina tampoco parece ser su fuerte.

"No odio a los soldados sirios. Ellos están casados; nosotros también. Ellos tienen hijos; nosotros también", apunta otro de los soldados, un joven agricultor poco amigo de la uva española, que tan duramente compite con la israelí en el mercado europeo Ambos rondan los 25 años. Durante tres años, desde los 18, tuvieron que cumplir el servicio militar. Ahora están en la reserva Hasta entonces, en la guardería, en el colegio, en el instituto aprendieron a convivir con la guerra, tanto la de verdad como la de mentira.

La sensibilidad infantil está tan a flor de piel que fueron los propios niños los que, ante el asombro de una profesora recién llegada de la pacífica Tel Aviv salvaron sus vidas en 1979 al percibir el silbido de los katiuskas disparados desde Líbano contra un colegio de Kiryat Shmona, en el llamado dedo de Galilea, en el norte del país. "Niños, ¿adónde vais?", gritó la maestra.. Antes de terminar la frase, los pequeños se habían evaporado, para reaparecer en el refugio antiaéreo.

Los niños aprenden a convivir con la amenaza. Mientras su vocabulario se tiñe de términos bélicos, su boca se hace agua con la palabra paz. Mientras aprenden cómo han de utilizar las duchas subterráneas en caso de guerra química, sus conversaciones se hacen prematuramente adultas Y al igual que sus padres, intentan no sólo adivinar sino diseñar su futuro. Y hablan de la necesidad de hacer las paces con los árabes en general y con los pales tinos en partícular y, de cómo coiripatibilizar la paz con la ne cesidad de garantizarse unas fronteras seguras. También les preocupa el paro (11%), la inflación (20%), el auge de los partidos religiosos (en el fondo más aparente que real, ya que se mantiene en torno al 17% desde la fundación del Estado). Si bien es cierto que el judaísmo se asienta sobre una plataforma religiosa (el pueblo elegido por Dios), un 70% de los judíos residentes en Israel no es practicante.

¿Quién es judío? "El que se declara. a sí mismo judío", afirma sin asomo de duda A. B. Yehoshua, autor de Divorcio tardío (Alfaguara) y uno de los mejores escritores israelíes. ¿Y sionista?: "El que reconoce el principio de que el Estado de Israel no pertenece solo a sus habitantes, sino también a todo el pueblo judío". "El sionismo fue el retorno a la historia. Deseo que todos los judíos del mundo vengan a Israel, que dejen de vivir en hoteles. Tenemos que desprendernos de la idea de: que somos el pueblo elegido; ése es nuestro gran problema". Para Yehoshua, tan expresivo al natural como el sentir que rezuman sus novelas, los judíos "son una nación cuyo proceso de cocimiento se interrumpió".

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Extrañas mutaciones

"Quizá. la historia tenga piedad esta vez", murmura uno de sus personajes. En la creación del nuevo Estado participaron activamente 650.000 judíos, si bien la mayoría de ellos en calidad de refugiados movidos por el terror antisernita que desembocó en el holocausto que borró de la Tierra a seis millones de judíos. Hoy suman ya 4,5 millones los ciudadanos (entre ellos 800.000 no judíos: 77% de árabes musulmanes sunitas, 13,5% de cristianos en su mayor parte árabes y un 9% de drusos) de este diminuto país fundado, con el beneplácito de las Naciones Unidas y la oposición armada árabe, el 14 de mayo (le 1948, mientras que unos siete millones de personas alimentan aún la diáspora judía. "Habíamos visto nacer el nuevo Israel y creímos que podríamos dominarlo para siempre, pero se nos había escapado de las manos a fuerza de extrañas mutaciones de nuevas gentes, de variados componentes. Otras fuentes de energía le infundían nueva vida desde las más impensables direcciones", medita el viejo galán israelí Ychuda Kaminka que protagoniza Divorcio tardío.

¿Qué es ser judío? Para el rabino Isaac Levi, diputado y secretario general del Partido Religioso Nacional, el más liberal de los cuatro partidos confesionales presentes en la Kneset (Parlamento), no hay duda. "Ser judío es ver al pueblo de Israel en Israel y, tener la posibilidad de practicar mi religión". Nacido en Casablanca (Marruecos) un año antesde que se fundara el Estado de Israel, el rabino se expresa fluidamerite en español. "Vinimos a vivir a Israel porque es la tierra prometida en la Biblia. Si no fuera así no tendríamos ningún derecho".

El rabino Levi considera que "desde el punto de vista religioso" Israel tiene derecho a las tierras de Judea y Samaria, a la Cisjordania ilegal y militarmente ocupada por el Ejército israelí, junto con la franja de Gaza, desde 1967. Al contrario que Ychoshua (uno de los pocos israelíes que dice fiarse de los árabes), el diputado religioso no quiere ni oír hablar de la creación en estas tierras de un Estado palestino independiente. Pero ambos coinciden en la necesidad de encontrar una fórmula de convivencia duradera "entre árabes y judíos".

¿Qué es el sionismo? "Tener la posibilidad de ser tan judío como usted española". El interlocutor es Zvi Beckerman, un joven antropólogo nacido en Argentina que, mitad atraído por Sión, mitad deseoso de abandonar el hogar familiar, llegó a Israel cuando tenía 17 años. Beckerman es uno de los directivos del Instituto para la Educación Judía Sionista, una organización no oficial empeñada en la ardua tarea de atajar el sentimiento de esquizofrema que frecuentemente se apodera de los ciudadanos del único país democrático en el que existe censura de prensa sobre todas las informaciones que afecten a la seguridad nacional, de un país cuyo régimen algunos comparan con Suráfrica e incluso con Hitler, de un país plagado de contradicciones aún por fraguar en el crisol nacional. No es de extrañar, pues, que el propio Beckerman, que se proclama marxista, llegue a afirmar: "Son los cristianos los que quieren demostrar que el judaísmo es una religión". "Somos un pueblo con un sistema legal que nos mantiene unidos, con el hebreo como lengua común, que estamos creando una cultura". En su opinión, la religión lo único que hizo fue "mantener unida la nación hasta que ésta dispuso de un Estado".

Ser normales

"Los judíos somos un pueblo raro", confiesa. "Pero nuestra única aspiración es que nos dejen ser normales; no deseo ni que me quieran ni que me odien". Y si bien reconoce los derechos de los palestinos, no por ello está dispuesto a grandes concesiones. "Trataré de hacerles el menor daño posible, pero sin sacrificar mi Estado". Dice no tener nada en común con el Gobierno que preside el derechista Isaac Shamir, "pero puedo entenderlo".

El actual Gobierno de unidad nacional es un buen ejemplo del juego de contradicciones en el que tan expertos son los israelíes. El Likud de Shamir y los laboristas de Simón Peres comparten el poder en un inestable equilibrio entre los intereses del Estado, los de ambos partidos y los de sus principales dirigentes.

"El Gobierno es el verdadero obstáculo para alcanzar la paz", afirma el escritor Ychoshua. A los portavoces gubernamentales les es sumamente difícil saber a qué carta quedarse. "El Gobierno es un monstruo de dos cabezas", claman por su parte los colonos instalados en los territorios ocupados. "Crecemos a pesar del Gobierno", proclama en el asentamiento de Ofra (rodeado por alambradas) Israel Harel, jefe del Consejo de Asentamientos Judíos en Judea, Samaria y Gaza. Sus padres nacieron en Jerusalén, y como él, se consideraban descendientes de Abraham, "el primer judío de la historia". En la sala, sobre un tablón de madera, figura un muestrario del arsenal enemigo, de las armas utilizadas por los palestinos en su intifada: piedras, tirachinas, cócteles molotov, clavos. Ciento cincuenta asentamientos, entre ellos 10 ciudades, albergan a 90.000 colonos. Los dos años de intifada palestina han traído consigo el mayor crecimiento experimentado por su población (si bien se encuentra paralizada la creación de nuevos núcleos), en torno al 12% anual.

Característica fundamental de estos asentamientos, compartida por los centros urbanos frustrados en su vocación de convertirse en polos de desarrollo (Kiryat Shmona, entre ellos), es su situación estratégica de acuerdo con los planes de defensa del Estado de Israel (apartado que absorbe un 25% del presupuesto nacional).

Si se intenta buscar un mínimo consenso en la sociedad israelí es posible vislumbrarlo en torno a la necesidad de que el país disponga de fronteras seguras. No es la intifada ni los 1,7 millones de árabes residentes en Cisjordania y Gaza lo que verdaderamente preocupa a los israelíes. S u punto de mira es más lejano y engloba a la mayoría de los países árabes. Ni siquiera se fian de los egipcios, a pesar de la paz fría que actualmente reina entre los otrora enemigos.

"Israel piensa que el peligro principal radica en la potencial coalición de los ejércitos convencionales árabes", afirma Don Gold, experto del Instituto de Estudios Estratégicos de la universidad de Tel Aviv. "Nadie pierde el tiempo en pensar cómo combatir a los palestinos". Pero los combaten. Fuentes de la Cruz Roja cifran en 15.000 los detenidos, mientras que los muertos desde que estallara la intifada hace dos años supera el medio centenar.

Bestias pardas de Israel

Siria e Irak, con sus regímenes tan poco recomendables desde el punto de vista democrático, son las principales bestias pardas de Israel. "La mayoría de la gente, incluidos los norteamericanos, no entiende las distancias en Oriente Próximo; el Ejército iraquí podría llegar a nuestras fronteras en 48 horas, el mismo tiempo que necesitamos nosotros para movilizarnos", afirma, quejoso de que existan "malentendidos" entre dos países sentimentalmente tan cercanos como son Israel y Estados Unidos.

La extrema derecha israelí aboga por la anexión de los territorios ocupados (lo que transformaría a Israel en un segundo Líbano); la izquierda cree que un Estado palestino independiente no significaría una amenaza militar (es decir, una punta de lanza árabe) para Israel. En el amplio centro se sitúan aquellos que buscan una fórmula creativa que permita conjugar los derechos de los 1,7 millones de palestinos allí residentes con el autoproclamado derecho israelí a defender la supervivencia de su Estado.

Y todo apunta a que serán necesarias otras elecciones antes de que se pueda sembrar la semilla de la concordia y antes de que se llegue a la "inevitable conclusión de que hay que hablar con la Organización para la Liberación de Palestina". Así lo cree, junto al ministro laborista Ezer Weizman, el periodista palestino Hanna Siniora, cristiano, director del diario árabe de Jerusalén Al Fajr (La Aurora). Si bien a Peres le gustaría dejar a Shamir en la cuneta y aliarse con los partidos religiosos, lo más probable, y quizá lo más deseable para que el proceso de paz leve anclas, sea la convocatoria de nuevas elecciones en los próximos seis meses.

"La opinión pública es consciente de la necesidad de encontrar una solución política", afirma en su perfecto español el ministro laborista Isaac Navon, sefardita de pura cepa y partidario de que Israel se deje "cortar un brazo para salvar el cuerpo si ello es necesario para alcanzar la paz"; es decir, de conceder la más amplia autonomía a los palestinos de los territorios ocupados siempre y cuando Israel mantenga intacta su capacidad de maniobra militar.

"Israel, ¿llegarás a ser una verdadera patria?", se pregunta uno de los personajes imaginarios de Yehoshua. Mientras no haya paz, difícilmente. Y hoy por hoy difícilmente habrá paz. Aunque, como dijo el primer jefe del Gobierno israelí, Ben Gurion, "Israel es el país de los milagros".

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