El futuro de la OTAN
EL MAPA político de Europa se está modificando a un ritmo mucho más rápido que su diseño estratégico, de tal forma que muchas voces comienzan a interrogarse sobre la razón de ser de las alianzas militares en el continente, y en particular sobre el futuro de la OTAN. Europa busca un nuevo orden, y por primera vez en siglos lo está haciendo en tiempo de paz y no a través de un proceso bélico. Sin embargo, ni la mayoría de los Gobiernos occidentales ni, por supuesto, Moscú desean una rápida disolución de los bloques militares. En palabras de un ministro belga, estaríamos "en un momento de audacia política, pero de prudencia militar". Esa prudencia llevaría a mantener por el momento unas estructuras que aseguren una determinada estabilidad y que puedan favorecer, hasta cierto punto, el cambio pacíficio en la otra Europa.A corto y medio plazo, el sistema de alianzas sirve para hacer posibles acuerdos sobre desarme convencional tal como están planteados en las negociaciones de Viena (CFF). Es cierto que el desarme, en las dos partes de Europa, parece ir más rápido que esas negociaciones y que incluso éstas podrían constituirse en un freno al desarme real (algunos países, como Bélgica, el Reino Unido y el propio Estados Unidos, están demorando las reducciones que en cualquier caso van a hacer para integrarlas en el proceso de Viena). Pero es que lo importante de estas conversaciones no es el desarme en sí, sino la confianza que crea la posibilidad de verificar sobre el terreno el cumplimiento de los futuros acuerdos. Y ello sería, mucho más difícil si cada país fuera por su lado o si se tratara de una suma de reducciones unilaterales. En este sentido, las alianzas siguen siendo necesarias. En contrapartida, el proceso en marcha va a llevar a una situación sin precedentes desde 1954: la paridad en armamento convencional, lo que hará inevitable replantear la política nuclear de la Alianza, más aún en la perspectiva de una unificación de las dos Alemanias. Lo cual, junto a la retirada de diversas tropas de la zona, vacía de sentido la doctrina básica de la defensa adelantada de la OTAN.
A largo plazo, pues, la alianza occidental deberá desmilitarizarse sustancialmente y acentuar su carácter político. O, dicho en términos gráficos: debería suprimir la O de organización y quedarse en TAN. Es decir, mantener el tratado atlántico como eje fundamental de un vínculo estable entre Europa y Estados Unidos. Pues Europa va a seguir necesitando de Washington para contrarrestar a una Unión Soviética, o comoquiera que se llame entonces, tal vez disminuida, pero aún imponente tanto en términos geográficos como militares y, sobre todo, nucleares. Lo cual no requiere mantener una organización militar estable ni una fuerte presencia militar estadounidense en Europa. De hecho, la retirada norteamericana de Europa ha comenzado ya.
La OTAN se creó y desarrolló para contener el poderío soviético, y también para resolver el problema alemán, es decir, para mantener la división de Alemania. En el primero de los empeños se puede decir que ha tenido éxito. En el segundo ha fracasado. La unificación de las actuales dos Alemanias es un proceso imparable, avalado ya incluso por Gorbachov. Temporalmente, en la transición, tal unificación puede realizarse manteniendo en distintas alianzas cada una de las dos partes de esa nueva Alemania. Pero a la larga este esquema tampoco funcionará. Y hablar de la neutralidad de una Alemania unificada es un sinsentido. La salida más sensata y lógica es desarrollar la dimensión de seguridad y defensa de una Comunidad Europea que llegue al estadio de la federación. La potenciación de la CE es el mayor factor de estabilidad en Europa con vistas al futuro. Y el camino a la unión europea lleva a una auténtica política exterior, y por tanto también de defensa, de sus miembros. Incluso a un único ejército. Se llegaría así a una defensa menos atlántica, en la que no habría un pilar europeo, porque Europa sería el centro. Y lo que habría entonces sería un pilar americano, pero no a través de la OTAN, sino del TAN.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.