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Tribuna
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Políticos

Rosa Montero

Dijo Guerra en el Congreso que él leía no ya los periódicos, sino las declaraciones judiciales. Teniendo en cuenta la reciente sentencia del Supremo sobre Grimau, se me ocurre que esa rara afición a la literatura procesal no debe de ser cosa muy sana. Quizá se le ha cansado la vista de tanto leer legajos, y por eso no ha sabido ver las graciosas piruetas de su hermano. El caso es que el Gobierno está empeñado en repetir que los malos somos los periodistas. Y, sí, por desgracia hay mucho colega viborón y amarillista; pero, para viborez y sensacionalismo, la intervención de Guerra en el Congreso.De todas formas el asunto Juan Guerra, aunque irritante, no es para tanto. En todos los cambios profundos de un país, cuando hay una renovación del poder social, siempre aparece una nueva horda de pobres sin escrúpulos que al poco, tras mucho depredar, se convertirán en potentados. Así se hicieron los nuevos ricos del franquismo, todos esos mangantes de derechas que hoy se rasgan las vestiduras -robadas- ante el caso Juan Guerra. Y también la democracia trajo sus nuevos buitres. Sólo que con la democracia se pueden denunciar y perseguir. Es sin duda un avance.

De modo que no me vengan con esa torcida cantinela de que los políticos demócratas son un asco. En realidad la mala fama que los pobres padecen se debe a que, por la peculiar dinámica de su trabajo, han de ponerse los unos a los otros como pingos. Es decir, la política es la única profesión en la que no sólo no existe el corporativismo, sino todo lo contrario. Imagínense que los notarios o los ingenieros se anduvieran insultando todo el día con semejante saña: "Pues el notario Pérez es un corrupto, y el ingeniero López es un pollino al que se le caen todos los puentes". Y esto dicho por otros ingenieros y notarios. Sería un escandalazo, desde luego. O sea, que los políticos, aunque demasiado lenguaraces, son en el fondo buenos chicos.

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