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UNA NUEVA EUROPA

La 'perestroika' y el poder del partido

Mijaíl Gorbachov reúne actualmente en sus manos tres cargos: es presidente del Soviet Supremo (jefe del Estado), es presidente del Consejo de Defensa (puesto vital debido a la actual política de desarme) y es jefe del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS).El más importante de ellos, por el momento, es el de secretario general del PCUS, ya que el partido es el organismo que realmente ostenta el poder. Sin embargo, el cargo de presidente del Soviet Supremo, según el proyecto de Gorbachov, deberá ser el principal en el futuro.

Gorbachov ha dicho en riumerosas ocasiones que el objetivo de las reformas es traspasar el poder a los soviets y que los comunistas deberán influir en la vida del país a través de los miembros del PCUS que participan en tales soviets.Esta meta estratégica de Gorbachov supone un claro debilitamiento del PCUS, y así lo entienden los que se oponen a la perestroika. El PCUS ya ha suprimido los departamentos económicos, que antes eran los que realmente tomaban las decisiones a todos los niveles. Y la glasnost (transparencia informativa), asimismo, .está mermando el prestigio de los comunistas.

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El mismo día en que Gorbachov desmentía que pensara renunciar a la jefatura del partido, el diario Pravda, ahora dirigido por un cercano colaborador del, líder, Iván Frolov, hablaba de la necesidad de otorgar más poderes al presidente del Soviet Supremo para que pudiera llevar adelante las reformas. Y por boca de Mijaíl Krutogolov decía que "el partido va a la zaga de los procesos democráticos en la sociedad". Sovietskaya Rossia, periódico de tendencia conservadora, publicaba un extenso artículo del filósofo A. Averianov en el que se criticaba duramente el que se haya debilitado el papel que desempeña el PCUS.

"Hay que analizar fríamente la situación y comprender que sin un partido comunista unido y eficaz..., sin fortalecer sus ¡unciones de poder conjugando los métodos políticos, económicos, administrativos, pedagógicos, organizativos, etcétera, no sólo no es posible la renovación, sino también nuestra misma existencia como Estado", escribe Averianov.

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