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Protestas por los actos de la coronación de Akihito

Un meticuloso programa de preparativos para la coronación, en noviembre de este año, del emperador de Japón, Akihito, comenzó ayer en Tokio bajo el temor de que estalle en los próximos meses una escalada de acciones violentas por parte de grupos extremistas de derecha o izquierda. El Gobierno decidió celebrar en fechas distintas las ceremonias civil y religiosa, para respetar la Constitución, que establece la separación de poderes entre el Estado y la religión.

Akihito reunió ayer en el palacio a miembros de la familia imperial y a los principales dirigentes del Gobierno, el Parlamento y la justicia para comunicarles oficialmente las fechas que el Gabinete del primer ministro, Toshiki Kaifu, aprobó la pasada semana. La ceremonia civil, que se denomina sokui-no-rei, se celebrará el 12 de noviembre, y la religiosa, daijosai, 10 días más tarde. A la primera, un acto en el palacio Imperial y un gran desfile, serán invitados más de 2.500 dignatarios nacionales y extranjeros. La segunda no tendrá carácter de Estado y será estrictamente privada, pero las autoridades han decidido financiarla con fondos públicos, lo que ha provocado las protestas de los partidos de oposición y de grupos radicales contrarios al emperador.Akihito subió al trono del Mikado el 7 de enero del año pasado, tras la muerte de su padre, Hirohito -el emperador Showa, como ha sido rebautizado ahora, en honor a la era durante la cual vivió-, pero aún no ha sido oficialmente coronado y sigue residiendo en el palacio de Akasaka, la del príncipe heredero. La coronación costará en total 8.000 millones de yenes (unos 6.000 millones de pesetas). De ellos, 2.000 millones serán destinados a la ceremonia religiosa del daijosai.

El daijosai es un acto nocturno de la religión sintoísta que los emperadores japoneses deben cumplir tras la entronización, y consiste en una ofrenda de alimentos a sus antepasados divinos.

El de Akihito será el primer daijosai de un emperador no divino, tal como quedó establecido en la Constitución nipona redactada tras la derrota en la II Guerra Mundial, que estipula que el emperador es el símbolo de la nación y de la unidad del pueblo japonés, y no una divinidad, como sancionaba la anterior Carta Magna. Los antecesores de Akihito, los emperadores Taisho y Showa, fueron coronados como dioses. El Gobierno ha tenido grandes problemas para hallar una fórmula de compromiso que no hiriera los sentimientos de la familia imperial ni despertara los viejos demonios que la figura del emperador encierra todavía en el pueblo japonés.

La ceremonia civil del sokuino-rei es claramente explicada en la vigente ley sobre la casa imperial, pero ésta no hace mención al acto religioso. Las autoridades han justificado la necesidad de financiar con fondos públicos el daijosai en que la casa imperial no puede pagar una ceremonia tan costosa. El funeral del anterior emperador, que incluyó algunos ritos sintoístas, fue motivo de controversia y disputas entre los partidarios de conservar la figura imperial como algo más que un símbolo de unidad y quienes desean que desaparezca.

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