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LA RUMANÍA DEPORTIVA DURANTE LA DICTADURA

Maricica Puica invitó al pueblo a luchar por la revolución

Maricica Puica, campeona olímpica de 3.000 metros en Los Ángeles y cinco veces plusmarquista mundial, tomó parte activa en la revolución. Mientras Bucarest permanecía en estado de guerra, ella se fue a donar sangre y, a continuación, se dirigió a la televisión para invitar a los jóvenes a seguir luchando por el pueblo."La gente estaba muriendo en las calles y sentí que había que apoyar a la juventud, decirla que no renunciara a la lucha. No sentí miedo por lo que pudiera pasar en el futuro si no hubiera triunfado la revolución. No pensaba en la represión ni en la muerte. Sólo en hablar al pueblo que luchaba y se desangraba". Éstos son los recuerdos que hace Maricica Puica desde el salón de su casa, rodeada de las más prestigiosas copas, trofeos y medallas.

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Ella sintió esta obligación porque sabe que es una persona de gran popularidad en Rumanía. El cariño de su gente le ha permitido que pueda viajar en un Mercedes, ganado en una carrera en Nueva York, sin que la miren con recelo. "La gente quiere mi felicidad. Ceaucescu podía sentir envidia, pero no podía quitarme el coche para regalárselo a sus hijos porque la gente se le hubiera echado encima. Cuando lo gané le dije al alcalde de Nueva York que quizá no me llegase nunca, pero aseguró que si no llegaba a recibirlo armaría un escándalo mundial", dice.

Su libro, censurado

De las suspicacias que sentía Ceaucescu por la popularidad de sus ciudadanos da un ejemplo Ion Puica, marido y entrenador de la atleta: "Cuando Maricica se proclamó campeona olímpica escribí un libro sobre ella. Ceacucescu prohibió su publicación. El año pasado logró editarlo, pero censurado y con la condición de que no apareciese el nombre de Maricia Puica en la portada".

Maricica ya se encuentra retirada. El año pasado, con 39 años, ganó su última medalla, en los Campeonatos de Europa en pista cubierta. Ahora revela su marido: "En los últimos cinco años Maricica trajo 200.000 dólares a Rumanía, de los que no recibió ni uno solo". Ella dice que cuando competía en el extranjero sólo la dejaban salir si los organizadores que le invitaban pagaban 2.000 dólares para el Estado. "A veces los acompañaba la Securitate para asegurarse de que regresaríamos a Rumanía. Yo no me metía en la política porque no teníamos el derecho a hablar. Sentíamos miedo de decir algo".

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