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¿Política monetaria 'versus' política económica?

El autor analiza la decisión del Ministerio de Economía y Hacienda y del Banco de España de proseguir el ajuste económico con una fuerte restricción monetaria, lo que, a su juicio, dificulta indiscriminadamente la financiación de las empresas y también entorpece el aumento de las exportaciones.

A comienzos de siglo, Torres Elías, líder sindical del textil, entonces primer sector industrial de España, afirmaba ante los empresarios: "Si vendieran más barato, como sucede en Francia, tendrían más mercado y habría trabajo para todo el año". Con tan contundente afirmación refutaba su argumentación sobre el origen de las dificultades de la industria y la imposibilidad de acceder a las peticiones de los trabajadores. Para aquéllos, la reducción de la jornada de trabajo de 14 a 10 horas era inviable ya que la escasez del consumo hacía que cualquier reducción en el tiempo de trabajo llevara a un aumento no soportable en los costes y a un deterioro de la situación económica general. El debate anterior tenía lugar en un contexto en el que la economía internacional estaba sometida a cambios radicales en su estructura, y ante ellos España consolidaba su tendencia a aislarse del exterior mediante la política arancelaria protectora inaugurada en 1891, que haría posible, en los decenios siguientes, un crecimiento en los precios muy superior al de los restantes países de su entorno.Casi un siglo después, y en un contexto internacional caracterizado también por la profundidad de las transformaciones, la situación de la economía española -una economía radicalmente diferente a la de principios de la centuria- parece exactamente la inversa, aunque el resultado final sea el mismo; se argumenta que el consumo debe ser moderado por cuanto puede llevar a estrangular el crecimiento al repercutir sobre los niveles de precios y el desequilibrio en la balanza comercial. Inflación y consumo parecen, pues, entonces y ahora, compañeros inevitables. Y ello en un momento decisivo para articular la posición de la economía española en el nuevo mapa internacional.

Frente a ello, y tras varios años de disminución de los salarios en el PIB, el Ministerio de Economía y Hacienda y el Banco de España se disponen a proseguir el ajuste con una fuerte restricción monetaria. Con lo cual, los altos tipos de interés van a seguir siendo etrasgo más destacado de la política económica. Con ello se persigue, obviamente, seguir atrayendo ahorro externo para financiar la fuerte tasa de aumento de la inversión y desincentivar el aumento de la demanda interna. A cambio, se dificulta indiscriminadamente la financiación de las empresas y también el aumento de las exportaciones por los efectos que tiene la política restrictiva sobre el tipo de cambio.

'Mercatus gloriosus'

La fortaleza de la posición de los defensores de esta política estriba, en buena ffiedida, además de en la buena evolución de la economía en los últimos años, en la debilidad de los argumentos concretos defendidos por los contrarios a ella. Al margen de descalificaciones genéricas, repetidas cada mes tras la publicación del IPC, públicamente no se ha expuesto una alternativa a las drásticas decisiones monetarias para corregir los desequilibrios.

La duda razonable que surge ante este marco, diseñado y puesto en práctica por competentes técnicos formados casi todos ellos en universidades norteamericanas, es si no faltan variables; si el comportamiento de los agentes no introduce matizaciones importantes respecto a lo que se enseña y se defiende en la academia" que con tanto fervor se nos transmite como indiscutible; si la política económica no es algo más que política monetaria y política fiscal. En otras palabras, si el ajuste vía precios opera con la misma celeridad y eficacia en la economía norteamericana, o en la alemana, que en la española.

Por que parece evidente que no es así. Sobre todo a la vista de la evolución de los precios, a pesar de la ayuda de lás,importaciones, y de la reacción de las unidades familiares ante el alza de los tipos de interés en 1988. La trayectoria histórica, por otro lado, corrobora también que, excepto en circunstancias excep.cionales, como las que desde hace unos años dominan en el sector industrial, el ajuste de la oferta española se produjo siempre principalmente a través de elevacioñes en los precios y no mediante el aumento de la cantidad producida. Poco se ha avanzado en el análisis de las razones de fondo que explican por qué la economía española siguió en la etapa 1869-1959 una evolución atípica respecto a los países avanzados. Una evolución que consolidó los desequilibrios y la falta de competitividad, que fueron corregidos por la industrialización posterior pero de manera sólo muy parcial.

Pero si algún rasgo destaca de esta larga etapa de consolidación de actitudes es, sin duda; que el comportamiento general del empresariado español no fue tratar de maximizar los ingresos repercutiendo las mejoras de la productividad sobre los precios y, aprovechando las elasticidades precio y renta positivas, aumentar la cantidad vendida. Por el contrario, la información disponible permite mostrar que en la mayoría de los sectores, y desde luego en los más importantes, fueron incapaces de aumentar su producción a precios decrecientes. Porque el proteccionismo arancelario lo hacía posible. Pero también porque en sectores homogéneos donde ninguna empresa podía influir sobre el precio no apareció la situación de competencia perfecta que tan bien describen los manuales. Y ello, tal vez, por la nula atención que concedieron a la mejora de su propia cualificación y a la de los trabajadores.

Sector público

Frente a este comportamiento empresarial que parece el dominante hoy en el sector servicios o en la construcción y sobre el que tan poco se insiste, aun cuando sólo sea para constatarlo en el diagnóstico de las dificultades, las posibilidades de actuación del sector público son limitadas pero no nulas. Asi, por ejemplo, la potente política de oferta articulada en los últimos años con la economía exterior no ha tenido correlato en otros ministerios que no son ajenos a la puesta en práctica de la política económica en un sentido amplio.

Lo cual, entre otras cosas, ha hecho que la atención concedida a la importancia de la formación de capital humano en la obtención de una senda de crecimiento sin graves desequilibrios haya sido nula. Y, sin embargo, el progreso en la cualificación de la mano de obra y su adaptación a la nueva situación, sea a través de la inmediata mejora de la formación profesional, la calidad de la masificada educación universitaria o de las escasas posibilidades de reciclaje en la pequeña y mediana empresa, parecen las únicas alternativas para evitar en el medio plazo los cuellos de botella de la oferta.

En un trabajo escrito en los años treinta, uno de los mejores economistas del momento, Romá Perpiña diagnosticó acertadamente la situación de los decenios anteriores -y previó la de los siguientes- al señalar: "La política económica española ha tenido una sola preocupación: la producción; un solo medio: hacerla toda nacional, y un gran error: creer que el consumo español era ilimitado".

Sería paradójico que al analizar la situación de los años ochenta y noventa los historiadores futuros de la economía parafrasearan la afirmación de Perpiña afirmando que la política económica española tuvo una sola preocupación: los precios; un solo medio: la política monetaria, y un gran error: creer que la oferta española se ajustaba con rapidez y eficacia a los aumentos de demanda. Porque ello podría significar que por más que las diferencias de contexto sean abismales poco se habría avanzado a lo largo del siglo en la comprensión de los problemas de fondo de la evolución económica que están determinados por el comportamiento de los empresarios españoles. Y, por tanto, que se habría avanzado en su solución menos de lo posible.

es profesor de Historia Económica de la universidad de Valencia.

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